Fue la primera vez que tuvo sexo con otro hombre de tan solo hablarse un par de horas, mucho tuvo que ver el alcohol que ambos habían tomado. Nada de lo que se arrepintiera. A partir de ese momento, Steve tuvo la relación más hermosa de su vida, alguien que hizo que su arte floreciera y además sintiera que había encontrado al amor de su vida. Los primeros meses todos dijeron que no durarían, que solo era la calentura de una fiesta hasta que pasó el segundo año y ellos seguían juntos. Luego el tercero, luego la universidad. Su primer obstáculo por la distancia que implicó sus diferentes carreras. El rubio estaría en Nueva York mientras que Tony en Massachusetts. Una vez más, todos creyeron que la distancia mataría su amor juvenil, decepcionándolos para su placer porque no sucedió.

—Esto sí que va en serio —le dijo Bucky, su amigo de infancia quien voló a Nueva York en busca de un mejor trabajo que encontró en una cafetería— ¿Cuándo piensas decírselo a tus padres?

La revelación.

Steve no podía vivir más fingiendo en el teléfono que tenía una novia cuando había diferencias biológicas pertinentes que aclarar. Odiaba las mentiras y los secretos. En Día de Acción de Gracias, voló a Shelbyville con la firme intención de salir del clóset, acompañado de Bucky quien ya lo había hecho el año pasado, motivo por el cual lo habían echado de casa. Sarah se quedó muda como Joseph, por varios minutos largos y tortuosos hasta que Grant preguntó si no iban a comer postre. Todos se carcajearon, su madre le abrazó besando su frente mientras que su padre habló con él a solas, para asegurarse de que estaba siendo serio con el asunto y luego, abrazándole con fuerza antes de susurrarle que no quería volverlo a verlo en casa. Fue un disgusto que no duró mucho, solo unos meses que necesitó su padre para adaptarse a la idea.

—Y bien, ¿cuándo conoceremos a tu... em... novio? —le preguntó una noche por teléfono.

—Pronto, papá, y descuida, no te avergonzaremos.

La cuestión estuvo en que Tony nunca pudo ir a Shelbyville, un detalle insignificante que lentamente fue convirtiéndose en el molino de viento de Steve. Entre otras cosas que comenzaron a brotar en su relación. Con el estrés de la universidad y los proyectos finales que necesitaban patrocinadores para la gran exposición de su graduación, el rubio no prestó mucha atención a su figura. Comía cuando podía, trabajaba todo el tiempo, dormía apenas porque sacrificaba ciertas horas de sueño por hablar con Tony por videollamada. Eso hizo que ganara unos cuantos kilos de peso que prometió al castaño bajar en cuanto estuviera más libre de tiempo. Lo cierto era que solo Tony era quien tuvo problemas con ello cuando le envió fotos en esos intercambios tontos. Para los demás era la típica figura del artista realizado.

Otro pequeño detalle fue la familia de Tony. Los Stark eran descendientes de una adinerada familia italiana que había fundado Manhattan junto con otras familias de rancio abolengo. Como buenos italianos americanos eran religiosos si bien no extremistas sus creencias estaban en oposición a la homosexualidad. La primera vez que Steve pisó ese infame penthouse lujosísimo en Manhattan, se dio cuenta que tanto Howard como María Stark adoraban a su único hijo al que le daban todo lo que pedía mientras no se tocaran los tabúes familiares entre los que se encontraban conductas escandalosas como tener un chico por novio y no una linda jovencita de sociedad. Esas contrariedades tan típicas de los millonarios que por un lado aparentaban ser los más normales, pero luego resultaba una oveja negra por ahí.

—Steve —Tony le sonrió, mirando a sus padres que subían las escaleras, bajando su voz— Lo siento, en casa no podemos.

—¿No podemos?

—Ya sabes, se pueden enterar.

Tampoco en la calle, porque algún paparazi podría reconocer a Tony Stark y fotografiarlo cuando estaba de vacaciones en Nueva York paseando por la Quinta Avenida con Steve a quien le compraba ropa, lo llevaba a sesiones de gimnasio, spa, estética e incluso un diseñador de imagen porque no podía seguir luciendo como un artista provinciano. Para los Stark, era una bondad de su hijo el patrocinar al rubio de esa manera sabiendo que era jodidamente pobre frente a ellos. Tony ya estaba haciendo otro doctorado porque su mente no tenía control ni sabía de descansos, era hermoso escucharlo hablar de fórmulas que Steve no sabía que existían o para qué servían. Adoraba ver esos ojos caoba brillar con sus manos señalando por todos lados al mismo tiempo que exigía a la empleada de la tienda una camisa de varios miles de dólares.

Siempre juntosWhere stories live. Discover now