Champagne & Limousines

Comenzar desde el principio
                                    

—Vamos Terry, ¿verme ha sido tan malo?

—En absoluto —consiguió decir tragando toda la impotencia que sentía —. Ha sido maravilloso.

Se separó de ella y la miró de cuerpo completo. El elegante vestido era de un rosa pálido casi blanco, los colores claros le favorecían. El cabello suelto, de abundantes rizos con un peinado algo distinto, toda ella la misma, pero en una versión más maternal.

—Deberías de visitarnos de vez en cuando —le dijo retrocediendo dos pasos.

Terry sonrió disimulando su nerviosismo ¿Cuánto había pasado? ¿No se completaban ya los cinco minutos que faltaban para que diera el discurso?

Ya había dado un paso enorme, huir era lo más apropiado, huir otra vez, fingir muchas ocupaciones y poco tiempo, eso había funcionado antes. Porque ese silencio que crecía abría un abismo donde no lo había hacía unos minutos, estaba ahí, tan cerca y tan poco suya, tan ajena, ya no le pertenecía, si es que alguna vez lo fue siendo él tan cobarde como para aferrarla a su lado.

—No pasa nada —aseguró ella, como si leyera sus pensamientos, como si compartiera sus sentimientos, no pasaba nada, quince años y no pasaba nada, no habían corrido uno a los brazos del otro para abrazarse con desesperación. ¿Era por Albert? ¿Por el amor que ambos le tenían al mismo hombre? ¿Era eso lo que impedía el glorioso reencuentro que se hubiera esperado?

Terry miró de soslayo, les habían dejado solos.

—Creo que cada día de mi vida me he arrepentido de dejarte ir esa anoche.

—Supuse que querrías hablar de eso.

—Espera, esa vez te quedaste con la última palabra, déjame decirte lo que no te dije. Susana es una buena mujer, y todos los años que estuvimos casados fue una esposa realmente maravillosa, con una paciencia infinita para todos mis defectos, los mismos que ni siquiera yo tolero. Se resignó a no saber nada de mi vida anterior a la compañía, aceptó mi renuencia a formar un hogar, la indiferencia de mi trato, me acompañó a la batalla contra un pasado que hubiera preferido ignorar como lo hice tanto tiempo, conoció lo peor de mi, lo que no le había dejado ver por pretender ser lo que ella esperaba como una mediocre retribución por todo lo que ella hizo para mi. Pero desde ese momento lo único que hice fue venderle una interpretación, la más profunda de mis actuaciones, el personaje más ideal, el que el público aplaudiría, el que la mantenía atada a una silla de ruedas para recordarse cuál era su deber, y cuál era su honor como caballero...

—Terry...

—Escucha, por favor. Algunas veces me imaginaba corriendo a tu puerta para pedirte perdón y que te casaras conmigo, que huyéramos a no sé donde, como debió de ser en San Pablo... y entiendo ahora que es imposible...

—Albert es un esposo maravilloso ¿Sabes? Me casé con él porque la tía abuela Elroy y los demás estaban poniendo demasiada presión, como me rehusé a casarme con Neal, y Archie se casó con Annie, insistían en que tenía que encontrar un esposo que fuera socialmente no menos que eso... ya sabes, como la heredera de los Ardley y siendo hija adoptiva, tuvieron miedo de que se... la tía abuela dijo, que toda la fortuna fuera a parar a manos de un vagabundo.

—Imagino que Albert te da demasiadas libertades.

—Sí, él es —Candy rio un poco —... es el príncipe de la colina, curiosamente mi primer amor. Extraño ¿No? Siempre pensé que era Anthony, pero solo resultaron ser muy parecidos.

—Realmente amas a Albert.

—Sí, tanto como tú. Yo también le debo demasiado, él ha cuidado siempre de mi, pero no me siento realmente comprometida por ello, yo quiero que sea feliz porque eso me haría feliz a mi, no porque piense que es mi obligación.

Terry bajó la mirada perdiéndose en sus pensamientos unos instantes, hasta que la suave mano de Candy tocó su mejilla.

—Estuviste tan preocupado por hacer feliz a Susana que te olvidaste de que tú mismo también tenías que serlo. De eso se trata toda la vida, Terry, de ser feliz, nada más.

—Suena tan sencillo...

—Y de verdad lo es. Yo también pensé mucho en esa noche en que nos despedimos, y lloré mucho, pero cada que lo pensaba, al mismo tiempo recordaba dos cosas que me detuvieron de tomar el tren y correr contigo, la primera: Susana en el borde de ese edificio dispuesta a morir solo para que no te sintieras comprometido y la segunda, es que esa noche, a mi regreso, me dieron la noticia de que Stear marchó a la guerra convencido de que tenía que pelear para proteger a las personas que quería. Yo nunca podría haber tomado una decisión así, y me avergüenza decirlo, pero incluso cuando se necesitó de mí para ir a atender a los heridos en el campo de batalla, fue más fuerte mi miedo. Para amar a alguien se necesita dejar eso de lado, Susana estaba dispuesta a hacerlo.

—Eso no es verdad, nadie tenía que morir por nadie, yo... yo...

—Si te hubieras marchado, si hubieras dejado a Susana y hubieras venido conmigo, ¿cómo sería nuestra vida? A veces lo pienso, pero no me pongo triste por ello, simplemente me siento feliz de haberte conocido, y la verdad me hubiera gustado que de vez en cuando nos viéramos. Albert sufrió mucho por tu ausencia, pero no tiene sentido llorar sobre el pasado ¿No? ¿Recuerdas la vez en que me obligaste a montar a Teodora para superar la muerte de Anthony? Se trata de eso Terry, sube a tu caballo aunque te mueras de miedo y entonces con seguridad encontrarás una nueva felicidad.

Terry levantó la cabeza, quería llorar de nuevo, era demasiado duro estar ahí, saber que los dos sentían lo mismo, que de verdad podrían haber estado juntos y, sin embargo, tomaron caminos tan distintos. Soltó un suspiro. Escuchó que lo llamaban, el brindis iba retrasado, solo esperaban por él.

—¿Señor Grandchester?

—Enseguida voy.

Se disculpó con Candy prometiéndole volver para seguir la conversación, y caminó entre los elegantes vestidos de sedas y chifones, trajes de gala, copas de champagne, diamantes, perlas y zafiros, bolsos caros, zapatos de tacón alto, relojes de oro, perfumes importados...

Sintió ganas de alejarse de eso, pero ya estaba cansado de huir.

El honor de un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora