LXIII: El espectro al final del pasillo

258 12 0
                                    

Algo escrito en una biblioteca perdida acompañada por el dios en el que no creo:

Nada es lo que parece a pesar de intentar fingir que no es así. Que no es así como sucede día tras día sin importar nada. Nada es lo que ahora importa, lo que a nadie le interesa pensar, ni siquiera nombrar. Algo, nada. Nada es así. nada de nada quiero tener en mí cabeza. Nada anhelo aquí ni allá. Nada lo es todo, nada no es nada, pero a la vez soy yo.

Yo escribiendo esto sin pensar, sin pensar absolutamente nada. Solo escribiendo en una espacie de estado de ensoñazón infinito que presiento que nunca llegará a su fín. Porque esto es así, un estado de ensoñación infinito que nunca llegará a su fín ni logrará nada de nada. La nada es el vacío, una especie de vacío legal en el que intento engañar a mí cabeza en un intento de conseguir no pensar nada. Nada de nada es lo que quiero, anhelo y a la vez desprecio con toda mi alma. Nada de nada ahora escribo, escribo que la nada invade un cuerpo etéreo y lo trasforma en nada.

Una luz trasparente en medio de la oscuridad que vaga al igual que un espectro a lo largo de un valle perdido en mitad de la noche. Nada de nada, nada de nada lo es todo y no es nada. Nada de nada soy yo, soy yo en la mismísima nada.

De la nada personificada que alguien necesita y deseó alguna vez. Para escapar de nada te embarcas en la nada infinita. En un limbo impreciso y parpadeante, que no es constante, que tiembla ante la luz. El espectro tiembla ante la luz poco constante, ante la luz medio apagada y ya desvanecida. El espectro vuela y da vueltas. El espectro ansia vivir a pesar de estar desesperado por adentrarse en la nada, por sucumbir a la nada tan aclamada por muchos y despreciada por pocos ilusos que no conocen lo que de verdad algunos llaman y califican lo que se conoce como la máxima felicidad verdadera.

La nada es la nada, y siempre lo será.

La nada no es nada, y esto lo representa como tal. No podemos definir la nada, nunca lo lograremos ya que, al fin y al cabo, la nada no es nada; y esto siempre será así y nadie logrará cambiarlo jamás de los jamáses; la nada no es nada, y esto es así. La nada desaparece y vuelve cuando de verdad le place volver y centrarse en la nada, en devolverle al espectro marchito y poco constante algo de vida apagada. Quitada de toda translucidad en su cuerpo trasparente, en su cuerpo yacente en la interminable nada que luce como si nada; como si esta fuera la nada.

Porque la nada no es nada, es fruto de algún loco al intentar definirla. Es de auténticos dementes intentar definir algo que literalmente no existe. Pero es que, esto es profundamente hipócrita, porque si nos embarcamos en el barco de intentar definir la nada, ¿entonces no consideramos que la nada sí que existe? ¿Porque la nada no existe, ¿no? No entiendo nada. La nada no existe, pero logramos definirla, la nada es algo que realmente existe, si tomamos este criterio como fundamento de algo creíble en este mundo de espectros.

La nada eres tú, la nada soy yo al no serlo y a la vez conformarlo. Porque no soy nada y a la vez lo soy todo al tratar de describir que es lo que siento, que es lo que pasa por mí cabeza. Y es que tal vez solo soy un espectro, algo que no es nada pero que a la vez lo es todo. Un espectro yacente en este mundo indecente. Un espectro como otros que busca su lugar en esta existencia indecisa e impredecible.

En un mundo donde la nada se encuentra entre nosotros, donde la nada se siente junto a mí en personificación de otro espectro que me cuenta que lo llaman “trasparente” en las definiciones fallidas, en las disertaciones imprecisas y llenas de cavilaciones que albergan la esperanza de llegar a definirlo algún día. De llegar a definir algo que no existe, pero que por tomarlo como objeto de mira demostramos ante nuestra propia hipocresía que sí que existe. Que la nada está más viva que nunca y que se encuentra entre nosotros día tras día, siendo participe espectador de nuestra rutina tardía.

Como un espectro que ha perdido las ganas de seguir existiendo, pero que, a su vez, se encuentra condenado por él mismo y por las reglas de quién creó. Que regla tan estúpida que la nada no exista pero que a la vez sí. Que regla tan estúpida e imprecisa la da que el espectro se encuentre inmerso en un trance inestable que nunca más logrará contar a nadie, porque eso es lo que es, no es nada calificado por nadie.

Por nada, por nadie nunca existente en este mundo, en este aparador de sabios poco conocedores de lo que de verdad les aguarda en el mundo exterior de sus cavilaciones sin sentido intentando definir inmersos en un trance impreciso algo que no existe, algo que por sí mismo se conoce como la mismísima nada; como nada que existe pero que a la vez nos encontramos en una posición lo suficientemente privilegiada en este mundo de clases, o eso consideramos, como para llegar a decidir un día criticar algo que no existe, algo que carece de sentido por si solo y que solo te lleva a sumirte en cavilaciones mentales que no te llevan a ningún sitio interesante por descubrir en este mundo de ingenuos avariciosos y poco estables.

Envueltos de gente que no son nada, la nada se encuentra presente en ellos. El espectro los vigila y aguarda sus siguientes movimientos a seguir, de nombrar en este mundo autoproclamado como amador y conocedor de la “nada”. Cuándo la “nada” verdaderamente no es nada, no es nada conocedor hasta ahora que entendamos. La nada no es nada y a la vez lo es todo, es todo eso que deseamos y anhelamos algún día tener.

La nada es el fín y representa al unión el principio de algo indeciso y no conocedor de la propia nada, de lo propio inexistente que lo envuelve como si nada. Nada de nada, algo invisible que sabemos que está allí, que se encuentra junto nosotros pero que no vemos. Eso es la nada, algo que a la vez no es nada, pero posible y a la vez difícil de lograr definir. Eso es la nada, nada de nada perdido en esto que llamamos mundo o mera existencia que nos ha tocado soportar.

Nada de nada que no entendemos y que es perder el tiempo intentar comprender. Nada de nada es la nada que veo, nada de nada es el espectro que no existe pero que a su vez me confiesa al oído que observa expectante el transcurso y desarrollo de este escrito en una biblioteca perdida por ahí… Dime, espectro, ¿existes reamente? ¿porque te empeñas en intentar que los demás nieguen tu existencia en este mundo ciertamente cruel para algunos?

Dime, dime espectro algo que no se traduzca en nada, en la nada constante y difícil de definir de nuevo. En algo en que, seguro que muchos han perdido la cabeza al intentar definir o ni siquiera tratar de entender que eres, nada. Porque te haces llamar nada, pero el mero hecho de dirigirme a ti pone por testigo que existes, que realmente te encuentras entre nosotros o algo así.

Porque no eres nada, pero a su vez lo eres todo, eres todo lo que algunos perdieron, eres el espectro marchito, transparente y parpadeante de al final del pasillo oscuro y que nadie nunca ha conseguido llegar a su fín.

Porque, si llegásemos, si alguien en este mundo lo consiguiera, ¿te encontraría? ¿encontraría la nada? Esto es contradictorio a la vez que estúpido. No es nada, nada de nada.

Nada de nada es la nada, pero a la vez pierdo la cabeza una y otra vez por intentar definirla, por intentar lograr ponerte nombre, cara y algún recuerdo que me lleve a hasta donde estás. A la nada, a la nada que eres espectro yacente al final del pasillo esperando a que alguien lo cruce. Yo quiero llegar hasta tí, hasta la nada, hasta un estado donde ya nada de nada impora, que a su vez significa que te importa todo si entendemos que la nada lo es todo.

Es por eso por lo que ya no me importa nada, que ahora me importa todo en este mundo ya marchito por el espectro yacente al final del pasillo y que espera impaciente de nuevo, una y otra vez, a que algún buscador de la nada se embarque en un viaje en su allazgo perdido.

En una búsqueda de espectros trasparentes y parpadeantes. En una búsqueda que no le aportará nada, que le aportará todo lo que existe en este mundo de espectros al final de los pasillos oscuros. Espectros que se rigen por sus propias normas innombrables e inquebrantables por ellos mismos, por la propia nada pero que a su vez lo representa todo.

Y es por eso, que hoy considero que la propia nada inexistente; existe. Un hecho contradictorio, pero a su vez igual de valioso que la propia nada, que todo lo que no existe pero a la vez se puede definir, y por lo tanto se encuentra entre nosotros como si nada; como el mismo todo.

La nada es el Dios en el que no creo; pero que algunos afirman ciegamente amar. 

AnsiedadWhere stories live. Discover now