Capítulo XIX

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Es difícil intentar guardar las cosas en tu mochila cuando tus manos tiemblan. Teníamos que apresurarnos a tener todo listo para salir en cualquier momento; no nos quedaríamos más tiempo del indispensable para organizar un plan. ¿Cuánto tiempo teníamos antes de que el hechicero fuera a la casa de Elainne?

El libro de relatos infantiles cayó de mis manos y Kalen lo recogió. Cuando lo vi, parecía haber envejecido años en solo unos minutos. Elainne y Sarah eran las únicas personas que eran realmente importantes para él; bueno, esperaba haberme unido a esa categoría, pero no iba al caso.

¿Qué planeaba hacer el rey con ellas? Lo más probable era que las tomara como rehenes. Estaba cien por ciento segura de que se refería a ellas.

Me puse la capa porque ya había empezado a atardecer y el frío iba en aumento. El príncipe William caminaba nervioso de un lado a otro, mascullando algo. Ese era otro problema; no era conveniente que permaneciera en este lugar. Ezran y el hechicero ya conocían su ubicación, ya que debía de haberla visto en mi mente.

—Tal vez podrías pedir... asilo político, en la corte del rey Sivan—sugerí. El príncipe negó con la cabeza.

—Es demasiado peligroso que me vean ahí. Padre no está tan aislado del reino Este como todo el mundo piensa. No me extrañaría que tenga uno o dos infiltrados— vi que sus dedos empezaban a jugar nerviosamente con la empuñadura de su espada—. Quizá pueda encontrar algún pueblo donde alojarme, pero...

... el rey lo volvería a encontrar. Tarde o temprano lo haría. Ya no había lugar seguro para el príncipe en Aden.

Lo que nos dejaba solo una opción.

—No. Absolutamente no.

—Vamos, Kalen. Los dos sabemos que es la única posibilidad de que esté seguro— El bosque estaba rodeado por una espesa niebla, y el tono verde de las hojas de las plantas parecía haberse oscurecido. Kalen se apoyó contra un árbol lleno de musgo. Por la posición de sus hombros, se veía que estaba sufriendo una gran tensión.

—¿Pero llevarlo allí? ¿A la Tierra? Es el príncipe, Arleen. El reino Oeste lo necesita.

—Por supuesto que lo necesita; necesita que esté a salvo. Es la única esperanza que nos queda. Si William muere, el rey Ezran no tendrá un heredero, y vaya a saber uno a quien elija para remplazarlo.

Se mantuvo en silencio unos segundos, con los ojos cerrados.

—Creo que tienes razón. Ezran no esperará eso.

Juntos caminamos a la casa. Antes de entrar Kalen me detuvo.

—Arleen, yo no sabía lo que se sentía— lo miré interrogante—. Tener a tu familia en peligro. Y que tú seas de alguna manera el causante de que se encuentren en esa situación. Es... horrible. Una mezcla de impotencia, miedo y odio—recordé que mi padre seguía prisionero en algún lado, Dios sabe si vivo o muerto, y sentí una punzada de angustia en el pecho.

—Y desearía que nunca lo hubieses conocido. Pero, de igual modo, no les va a pasar nada; nosotros nos estamos por adelantar.

—¿Siempre eres así de optimista? — sonrió.

—Sabes que no.

Antes que pudiera decir nada más, el príncipe salió por la puerta. Llevaba cargada su bolsa al hombro.

—¿Nos vamos?

—Un segundo, tú no vienes a ningún lado. — lo cortó Kalen—. Te quedarás aquí a esperar que regresemos y te llevaré a la Tierra. —sus ojos se abrieron como platos; luego, su rostro reflejó enojo. Daba miedo lo mucho que se parecía a su padre.

Los Reinos de Aden: Oráculo © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora