Hada Confitada (Capítulo único)

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—¡Estoy impaciente! —replicó con una ancha sonrisa, y  afianzándose en sus hombros, se paró de puntitas para dejarle un beso en la mejilla; él dejó caer los párpados y disfrutó de la suave textura de sus labios en su piel, la calidez de su rostro tan cerca del suyo, y su aroma a cerezas que siempre lo transportaba a ese lugar en que solo existían ellos dos.

Salvador regresó sobre sus pasos admirando con mayor detenimiento las alegres macetas de nochebuenas y guirnaldas de pino, que decoradas con luces adornaban los interiores del Teatro Angela Peralta.

El maestro de ceremonias dio la tercera llamada y el espectáculo comenzó.

El telón se abrió y los decorados del primer acto recibieron al  cuerpo de baile que ejecutaba con gallarda precisión su coreografía, entreteniendo al público con su función navideña.

Cerca del momento en que ella saldría se colocó entre el telón desde donde tendría la mejor perspectiva.

Los acordes de la celeste dieron comienzo a la Danza del Hada de Azúcar y Emilia apareció en medio del escenario como la estrella más brillante del firmamento.

Ella sabía que él la observaba.

En un cambio de manecillas de reloj todo pareció detenerse, sus miradas se encontraron y él se sintió por completo abducido.

Ella entornó sus aterciopelados ojos hacia él, Salvador supo que los delicados y elegantes movimientos de Emilia eran para él. «¡Dios bendito!» gimió para sí cautivado en todos sus sentidos por ella y boquiabierto observó paralizado la sensual ejecución de su danza.

Sus azules ojos se volvieron vidriosos y recorrió la esculpida silueta de aquella belleza morena, que se entregaba con pasión al servicio de aquella magistral pieza de ballet.

Aquella hermosa criatura desapareció entonces tras bambalinas al terminar su interpretación, causando un poco de decepción en él por su ausencia. Su joven corazón saltó entusiasmado cuando la vio reaparecer entre otra docena de bailarinas, pero él no podía apartar sus ojos de aquella bella muchacha. Se mantuvo quieto, cautivo de un anhelo e ilusiones que solo ella le provocaban. Un llamado a su radio lo hizo moverse de aquel sitio y bajar hasta el foso para ayudar con un mecanismo que se había atascado y les impedía enviar al escenario el decorado del gran final.

Por encima de las tablas la función continuó su ejecución y él se afanó en que no hubiera retrasos, ni equívocos con la escenografía y las luces.

Al final, la representación de El Cascanueces concluyó sin ningún contratiempo, él se había asegurado de ello. Satisfecho asomó desde el foso hacia el escenario en el momento en que junto al reparto ella saludó al público. Le pareció aún más hermosa cuando extendió sus delgados brazos con elegancia e hizo una reverencia al auditorio. Cuando levantó de nuevo sus ojos de chocolate sus miradas se encontraron y él se quedó absorto en las pequeñas lágrimas que relucían entre sus espesas pestañas y contrastaban con su sonrisa de gratitud.

—Está navidad será dura, ¿cierto amigo? —le susurró con lástima uno de sus compañeros tramoyistas.

—Para nada, mi abuelita y yo nos tenemos uno al otro, estaremos bien —replicó con sinceridad y esbozó una franca sonrisa.

—Sí, pero seguramente no habrá regalos o caprichos —insistió su compañero.

—Hay cosas que el dinero no puede comprar pero que son más importantes precisamente por eso —concluyó satisfecho y de un salto se impulsó fuera del foso.

Navidad...eres tú.(Capítulo Único)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora