Capítulo 15

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El hombre con dos caras

     Harry estaba en el suelo, inconsciente. Sus brazos desparramados de una forma extraña y una piedra roja en la mano. 

     Delante de él, el profesor Quirrell. Con manchas de quemaduras en la cara y los brazos, sin su típico turbante y jadeante. Estaba medio muerto.

     -Tiene muy mal aspecto profesor -le llamé la atención. 

     -Lilianne -sonrió-. No esperaba verte por aquí. 

     -Pues ya ves -me encogí de hombros-. Hubiera sido extraño si me hubiera esperado.  

     -¿Es ella? -una voz espeluznante parecía salir del mismo, pero era extraño. Quirrel no había abierto la boca.

     -Si maestro -su voz tenía un deje de miedo. 

     -Quiero hablar con ella -y Quirrell se giró enseñándome una cosa bastante desagradable-. Me has impresionado Lilianne, nunca pensé que un alumno descubriera todo antes que los propios maestros. Aunque Snape es un caso a parte.

     Era una cara... una maldita cara pegada en la parte posterior de la calva del otro profesor. Los ojos, rojos, me miraban penetrantes con sus pupilas rasgadas, y sus dientes puntiagudos y afilados brillaban con la poca iluminación que se presentaba.

     -Admito que tu interpretación era muy buena -agaché la varita-. Nadie sospecharía del pobre y tartamudo profesor, echarle las culpas al murciélago era muy oportuno para tu teatro. 

    -Demasiado, diría yo -se puso serio-. ¿Cómo lo descubriste?

     -Snape no era el único murmurando cuando Potter casi cae de su escoba, esa fue la pista principal de todo esto. Luego las continuas discusiones entre vosotros -lo miré a los ojos, brillaban como rubíes-, si Snape era el bueno y se peleaba con alguien, el otro debía ser el malo. Donde más metiste la pata fue cuando a tu alimaña se le olvidó tartamudear, y por último era un profesor horrible. Pero no supe que eras tu realmente hasta nuestro encuentro en el bosque oscuro. Debes estar desesperado si te atreves a matar y beber la sangre de un unicornio.

     -Es un sacrificio necesario -se justificó enfadado-. Vivir como un parásito me mantenía maldito toda la vida, me arriesgué a que fuera solo media vida. 

     -No juzgo tus razones, pero aún no entiendo una cosa de todo esto -me levanté la manga, donde la marca de la mordida ya era prácticamente invisible- ¿Por qué me mordiste?

     En ese momento su sonrisa se ensanchó. 

     -Necesitaba tu sangre para comprobar una cosa.

     -¿Que cosa exactamente?

     -Si eras sangre pura o una simple huérfana -cuando más hablaba, más eufórico estaba- Me alegra comprobar de que mis sospechas eran ciertas. 

     -¿Crees que me importa quienes son mis padres? -me miró con el ceño fruncido. Yo me encontraba bien, tal vez feliz no fuera la palabra pero era un sentimiento parecido a la alegría- Fueran quienes fuesen, me dejaron abandonada en un mugriento orfanato, me da igual quienes sean mis progenitores, y es mejor así. Yo no los odio, pero tampoco les quiero dar la oportunidad de quererlos, ellos no me la dieron a mi. 

     -Eres una persona muy peculiar Lilianne -se enderezó- todo el año con una cara aburrida e indiferente... inmóvil, y en situaciones como esta estás con una sonrisa en tu rostro y tu pelo empezando a cambiar de color. Debe ser difícil reprimir tus sentimientos para que no sepan todos que eres una metamorfomaga. Un bicho raro entre los propios magos, no encajas en ningún sitio. 

Lilianne y la Piedra filosofalWhere stories live. Discover now