Tienes los ojos de Dios (Tens os olhos de deus)

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Poco a poco, el Capitán comenzó a ganarse el corazón de madre e hijo con sus detalles. Steve no faltaba ni un solo día al burdel para oír a su cantante, que le llenaba la mente y el alma de fantasías eróticas, pero las tardes jugando al baseball con Dimitri le permitieron descubrir a una Natalia completamente diferente. Al inicio la comparaba inconscientemente con Peggy, pero dejó hacerlo porque se daba cuenta que Natalia superaba a su ex esposa en cada aspecto de la vida doméstica. Era una gran cocinera y ella y Dimitri solía tener sus "miércoles de misterio" , a los que Steve estaba invitado, donde inventaban recetas con cualquier cosa que se encontraran en la alacena. Eso era otra cosa que lo tenía enamorado, como era en su faceta de madre: Natalia era igualmente estricta y divertida, jugando y enseñándole cosas nuevas a su hijo pero reprendiéndolo cuando no cumplía con sus obligaciones. Se estaba enamorando hasta de su forma de caminar: tan sexy, tan segura. En definitiva, estaba loco por esa mujer.

Tens os olhos de Deus

E os teus lábios nos meus

São duas pétalas vivas

E os abraços que dás

São rasgos de luz e de paz

Num céu de asas feridas

Una tarde caminaba por la calle, dirigiéndose al burdel, cuando vió a Natalia cruzar la calle. Estaba por acercarse a ella cuando escuchó un comentario que le hizo hervir la sangre.

— Solo deja que salga sola y esa zorra va a ser mía — dijo un hombre señalando a Natalia.

Steve se detuvo en seco y volvió a mirar al hombre que había hablado.

—¿Qué has dicho?

— Que me voy a follar a la puta rusa. No es justo que solo contigo abra las piernas.

— No te metas con ella – amenazó Steve entre dientes.

— ¿O qué? Se compartido soldadito, es más, entre los tres ... — señaló a su amigo y a él mismo — podríamos darle a la ramera.

Steve, entonces, soltó el primer golpe directo a la cara de quien había osado hablar así de su Natalia. Porque, sí, era suya a un nivel mucho más espiritual que poseer o no su cuerpo. Y Steve Rogers iba a pelear por ella.

Eran un amasijo de puños y aunque Steve era mucho más grande, el otro hombre había logrado darle unos buenos golpes. La multitud comenzaba a rodearlos y, a lo lejos, escucho como empezaba otra pelea, pero no le importó, solo quería matar a ese hombre para que no se acercara a su Natalia. La policía llegó y comenzó a dispersar a la multitud amenazando con llevarse preso a cualquiera que estuviera involucrado en la pelea. Steve quedó en el suelo, con varios hematomas en la cara. Estaba por levantarse cuando vio a otro cuerpecito a su lado, contorsionándose de dolor, ¡Dimitri! El soldado se acercó a él y lo abrazó por los hombros.

— ¿Qué hiciste Dim?

— Escuché lo que decían de mamá y no podía no hacer nada — tenía la respiración acelerada — Además, no podía dejarte solo, los hombres deben apoyarse.

Ambos se vieron a los ojos y se echaron a reír por lo absurdo de la situación. Se sostenían los estómagos cuando vieron una sombra encima de ellos. Natalia.

— Natalia... verás.

— Mamá ... ellos decían cosas.

— Escuché todo lo que decían, Dimitri Alexandrevich, pero sabes bien que la violencia no soluciona nada — dijo inclinándose frente a ambos varones para revisar sus heridas.

El soldado y la espía // ONE SHOTS ROMANOGERS.Where stories live. Discover now