Capitulo I

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“El dolor puede ser algo que todos tenemos en común…Pero es diferente en cada uno.

No es sólo la muerte lo que debemos llorar; es la vida, es una pérdida, es un cambio.
Y cuando nos preguntamos por qué a veces es tan desagradable…Por qué duele tanto, lo que tenemos que recordar…Es que puede cambiar en un instante.
Así es como uno sigue vivo, cuando nos duele tanto que no podemos respirar, así sobrevivimos.
Recordando ese día, de algún modo, aunque sea imposible…No te sentirás así. No te dolerá tanto.

El dolor llega en su momento para todos. En su propia forma, lo mejor que podemos hacer…Lo mejor que cualquiera puede hacer, es tratar de ser honestos.
Lo más desagradable, lo peor del dolor, es que no podemos controlarlo, lo mejor que podemos hacer es permitirnos sentirlo cuando llega y dejarlo ir cuando podemos.

Lo peor es que cuando uno cree haberlo superado…Empieza de nuevo, y siempre, cada vez, nos deja sin aliento. “

 

 

 La alarma sonó como todos los días a las siete de la mañana, odiaba aquel ruido tan estrepitoso, era mucho mejor cuando Regina lo llamaba. Al acordarse de ella sintió una terrible tristeza, habían pasado dos largos años y aún no se acostumbraba a su ausencia. Perderla había sido algo muy doloroso, tanto para él como para las personas que lo rodeaban; su nana, sus hermanos.

Hizo una mueca tratando de alejar pensamientos tan amargos, y abrió los ojos, desesperado por apagar el despertador, al hacerlo esperó cinco minutos para estar lo suficientemente despierto e ir a la ducha.

Ese día se puso una camisa blanca sin corbata, chaqueta negra a juego con el pantalón del traje.

-Cariño que guapo estás- susurró Charlotte cuando lo vio entrando en la cocina.

-Hey nana buenos días, y gracias, tu estas tan hermosa como siempre- al pasar junto a ella le rozó la mejilla con sus labios y preguntó antes de sentarse en la mesa- Ya se levantó Andrew?

-Aún no, anoche llegó muy tarde- le pasó el desayuno y después se sentó a su lado.

Mientras desayunaban Andrew salió de la habitación recién levantado y bajó a la cocina, cuando iba llegando el guardia de turno le pasó el periódico, que había acabado de llegar

-Gracias- lo recibió y se sentó en una silla cercana, quería leerlo primero antes de que su hermano se lo quitará. Pasó y pasó las páginas hasta encontrar una noticia que particularmente le llamó la atención, al terminar de leer maldijo entre dientes- maldita sea, esto no puede estar pasando.

Se levantó y corrió hasta la cocina donde Alan terminaba de desayunar.

-Por qué no me lo dijiste?-preguntó enojado.

Charlotte observó a los dos hermanos en silencio y decidió no intervenir hasta que fuera necesario.

-Qué?- preguntó Alan sin interés, ni siquiera había levantado la vista.

-Decirme que Gabriella Bourgois murió esta madrugada- Le lanzó el periódico y después se sentó frente a él.

Charlotte dio un grito al escuchar la noticia, y Alan se quedó de piedra, estático en su silla, era imposible, había hablado con Gabriella la noche anterior y se encontraba en perfecto estado. Respiró profundo y tomó el periódico en sus manos, leyó con rapidez cada vez más sorprendido.

-No, no lo sabía- Soltó una maldición- No puedo creerlo.

Todos se quedaron en silencio, sorprendidos por la noticia. Alan conocía muy bien a Gabriella y a su esposo, el más que nadie sabía lo que era y quería estar allí para apoyar a Eric, sin pensarlo dos veces salió de su casa y condujo hasta la de Gabriella, vivían muy lejos y sólo había estado una o dos veces, pero quería estar con Eric, hacerle saber cuánto lamentaba su perdida.

Cuando llegó a la mansión Bourgois estacionó su BMW al lado de un Bugatti, buscó a Eric, pero la mansión se encontraba sola y tranquila. Caminó de regresar a su auto para irse cuando un extraño y estremecedor grito ahogado lo detuvo.

-Noo, no es verdad- gritó la chica cayendo de rodillas y sollozando incontrolablemente con la cabeza agachada.

Alan corrió hacia ella, y la sujetó con fuerza, dejándola llorar en sus brazos.

-Te llevo a algún lado?- preguntó preocupado pero ella no podía hablar a causa de los sollozos, por lo que la tomó en sus brazos ya que no era ni capaz de ponerse de pie y la llevó a una de las habitaciones, sintió como le apretaba el cuello con las yemas de los dedos. Se sentó y la acunó en su regazo, trató de verle el rostro pero ella lo tenía totalmente cubierto por su cabello, la meció en sus brazos sin saber muy bien qué hacer, no dijo nada, no se movió simplemente la abrazó hasta que sintió que dejó de llorar. Se había quedado dormida, por lo que la acomodó en la cama y salió de la habitación más confundido que nunca

Sintió un sonido familia y tomó su celular

-Dónde estás? –Preguntó Andrew

-En cada de los bourgois, por qué?- Frunció el ceño en dirección a la habitación

-Está bien, nada sólo quería avisarte que Elizabeth viene de camino con Sam y Sophie-Contestó

-De acuerdo, te veo más tarde.

Al caminar por el pasillo alguien susurró

-Señor Kreilovsky- murmuró Anabelle sorprendida de verlo

Era la ama de llaves de los Bourgois, y había sido la nana de Gabriella, tenía los ojos hinchados de tanto llorar y por supuesto estaba vestida de negro

-Buenos días Anabelle, mi más sentido pésame usted sabe cuánto apreciaba a Gabriella- se pasó una mano por el cabello

-Gracias-bajó la mirada para poder contener las lágrimas- a quién buscaba? Aquí no hay nadie, yo acabo de llegar para vestirme adecuadamente.

Alan entrecerró los ojos al verla

-Si hay alguien, no sé quién es pero cuando yo me iba la escuche y no ha dejado de llorar desde entonces- señaló la habitación.

La cara de Anabelle se contrajo de la tristeza al terror en menos de un segundo, era imposible que Rachel hubiera regresado tan rápido de su viaje, aún no le habían avisado porque Eric estaba desconsolado y querían esperar hasta qué entregarán el cuerpo.

-pasa algo?- preguntó Alan al notar su reacción.

-Si- Anabelle corrió a la habitación para ver a Rachel, y al verla hecha un ovillo en la cama, le salió un ronco gemido de lamento- mi niña, cuanto lo siento y siento mucho más que te hayas enterado de esa forma.

Alan las observó con curiosidad y después excusándose atropelladamente salió de la habitación sin hacer ruido, bajó las escaleras y al llegar al enorme salón se fijó en la foto de la entrada, donde se observaba a Eric y a Gabriella abrazados. Cerró los ojos un momento para no pensar en Regina, y al abrirlos caminó más tranquilo hasta su auto, pero mientras caminaba sintió que pisaba algo, al bajar la mirada se encontró con un hermoso colgante de oro donde se podía leer el nombre de “RACHEL”

Tres son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora