Capítulo 8.

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Hola y muchas gracias por entrar a leer!El capítulo de hoy lo narra nuestro pequeño omega Mafuyu.Espero que sea de su agrado.Y gracias otra vez!

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Irremediablemente llega el amanecer.

No había perdón entre los rayos de ese sol; era abrumador y resplandeciente, no obstante, por culpa de Yuki el perdón ya no era una opción. Me culpaba. Lo culpaba a él. A los dos. Lo pienso de manera constante; las palabras correctas que pude haberle entregado, la manera en que le pude haber dado la mano para evitar que se fuera, los te amo que nunca le dije y los besos que le debí entregar. Debí haberlo detenido. ¿Por qué no lo hice? Hay cosas de las que siempre me arrepentiré, dicen que ese es el mayor pecado. Arrepentimiento. Porque cuando se fue, dos días después la muerte lo clamó, y lo único que quedó en aquel apartamento fue una guitarra y una triste mordida sobre el cuello de un omega, su dueño lo había abandonado y con él le había sido arrebatada el alma. Ahora tenía que vivir con un agujero dentro del corazón, sin importar el tiempo que pasará este agujero nunca cicatrizaría. Un agujero y una mordida. Era agotador. Pensé que en él moriría, estaba resignado a hacerlo, no obstante.

"Mafuyu" Él me encontró "Sino te apresuras no vamos a llegar a la película" En una habitación del tamaño de una caja de fósforos, con un beta terco y malhumorado "Además estas yendo demasiado desabrigado" A veces me recordaba a él. En sus ojos, en su voz, en esa preocupación, en la pasión.

"Si me da frío me puedes prestar tu chaqueta" El rostro de Uenoyama se tiño de un ligero escarlata, sus cejas se arquearon, sus ojos me evitaron para regresar a los míos. A veces no se parecían en nada.

"No lo haré si lo podemos evitar" Aquel hombre sacó de mi maleta una bufanda para rodearme el cuello con ella, sus manos fueron un dulce tacto a mi alrededor "Yo" Su rostro estaba cerca, él parecía apenado "Mentí"

"¿En qué?" Sus palmas se acomodaron sobre mis hombros, una mirada fue difícil de sostener en aquella habitación, era pequeña y estaba caliente.

"Sí te prestaré mi chaqueta si te da frío" Sonreí. Uenoyama era lindo.

"¿Entonces vamos a la película?" El más alto asintió, guardando la llave de aquella pieza arrendada. Aquel era nuestro último día en la playa.

Desde que lo había perdido vivir se había tornado incómodo y extraño. No sabía como respirar sin aquel alfa; su voz retumbaba entre mis pesadillas, su aroma entre sus camisas, sus tactos en las fotografías, cada primera vez usurpada ahora era lamentada, porque él ya no estaba para hacerse responsable y yo odiaba eso. Lo odiaba a él; odiaba que él me hubiese dejado, odiaba que no hubiese hablado conmigo más, odiaba extrañar sus abrazos y necesitar de lindas palabras, lo odiaba por construir un futuro conmigo y tirarlo, odiaba a Yuki Yoshida, no obstante, la peor parte de ese odio era continuarlo amando. Había pasado toda una historia a su lado, y que él se esfumase, tener que aceptarlo era algo que no podía, trataba pero fallaba, era doloroso y me hería. Aquella marca no me dejaba, y yo habría muerto del aislamiento y la soledad. Me habría marchitado. Pero él me salvó. Con un rasgueó Uenoyama tocó una parte que perjuraba muerta. Una que era mía y de él. Nuestras manos se deslizaron de manera torpe y nerviosa, mi corazón tenía dentro una rara sensación; era diferente y ansiosa, era un intenso palpitar. Lo creía perdido. Estaba encontrado.

"Al menos ahora conocemos el camino para llegar" Él no me miró cuando dijo aquellas palabras.

"¿Creíste en algo de lo que dijo la adivina el otro día?" La brisa olía a sal, sus pasos eran endebles entre la humedad y los adoquines de aquel rustico pueblo. Ahora era familiar.

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⏰ Last updated: Jan 11, 2020 ⏰

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Invierno sin nieve.Where stories live. Discover now