| • Capítulo 13 • |

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—¿Quién eres y qué le hiciste a mi estirado jefe?

No lo sé, quizá sea el alquitrán.

Pues pásenme seis latas de alquitrán. Necesitaba un poco de eso en casa.

—Volveré, usaré los lentes y tú estarás calladito en tu auto interviniendo solo cuando sea necesario, ¿de acuerdo?

—¿Algo más, jefa? —tienta.

—Te sienta bien el negro. —Sonrío aunque sé que no puede verme. Mi propósito era sencillamente desencajarlo un rato, pero olvidé que Adacher no era un hombre sencillo de  encrucijar.

Te sienta bien ese traje de negocios —Suelta como quien habla del clima—. No tenía idea de que tenías esas curvas.

No respondo.

Me ha pillado con la guardia baja.

Sé que debo estar cambiando mi cara al color de un tomate y agradezco que no pueda verme porque estaba hecha un lío.

Pero algo viene y roba mi atención. Algo que tiene forma de cinco dioses griegos con más angel que Miguel y se abren paso entre el gentío con abrumadora elegancia.

—¡Oh, por Dios! —grito como una fan empedernida.

Tengo ese efecto en las personas...

—¡The Masks! ¡Están aquí! ¡No me dijiste que estarían aquí!

Caminan en cámara lenta y se abren paso hacia la tarima. Siento las piernas como gelatina y tengo que sostenerme de la barra para estabilizarme.

Estoy ofendido.

Soy la única que parece estar hiperventilando. Noto como algunas personas comienzan a sonrojarse y algunas otras se codean para anunciar la presencia de esos cuatro bombones, pero todos son demasiado estirados como para hacer un show al respecto. Como yo. El lado bueno es que me he alejado lo suficiente del público y solo un par de personas me miran ceñudas.

—¿Podrías dejar de mirarle el culo a Andrés? —gruñe—. Tendré pesadillas todo el mes.

Carajo. Me ha pillado.

—Estoy viendo el panorama en general, no todos somos tan pervertidos como tú.

Por favor, te queda justo al centro, en serio, gira a la derecha.

—Si sigues molestando me acercaré más.

Un hombre conducía a una mujer hacia la barrera de cristal, parecía a punto de dar pie a una de esas escenas románticas dónde el hombre se pone todo sensiblero y le confiesa su amor a una bella mujer, pero al verme refunfuñando hacia la nada, la tomó y se la llevó a otro lado.

—Estás haciéndome quedar como una loca.

Bufa.

Tercera Fila, eso lo haces bien tú sola.

Bueno, tiene un punto e iba a rebatirlo, pero The Masks toma el escenario y las palmas del público me vuelven la vista al frente. Ya tienen mi atención, es imposible dar marcha atrás.

—¡Amo esa canción! —chillo y escucho el gruñido de Daniel.

Tú y cinco millones de personas más —añade como el ogro aburrido que es.

Me acerco al centro, necesito estar cerca de.la banda. Sé que seguramente mi puesto de trabajo me permitirá verlos después y en privado, pero un concierto gratis de tus ídolos, es un concierto gratis y quién diablos perdería la oportunidad de acercarse a ellos si pudiera.

El Café Moka de ParísWhere stories live. Discover now