Capítulo 24: Verdad

Comenzar desde el principio
                                    

(...)

Era evidente que el herido había mejorado, ¡y cómo! La última vez que lo había visto había sido todavía en coma, en el hospital. Incluso a ella, habituada a escenas dantescas, el pitido de la máquina que reflejaba sus constantes vitales la estaba sacando de quicio. Su propia respiración, sibilante y estrangulada a causa de las costillas machacadas, la estaba sacando de quicio. Y si echaba cuentas acerca de qué debía de dolerle a aquel hombre, de haber estado consciente, estaba segura de que acabaría antes si empezaba por dónde no le dolía.

Pero nada de eso manifestó cuando por fin accedió a la habitación donde él estaba convaleciente. Debía haber estado esperándola, porque le devolvió la mirada con calma.

- Señor Trent. – se presentó – Soy la inspectora Weller. No cabe duda de que ya le han hablado de mí, particularmente su hija.

Él hizo un leve gesto de asentimiento, sin cortesía ni grosería, y no emitió sonido alguno. La inspectora mantuvo las distancias, sentándose en una silla colocada cerca de la chimenea. El hombre todavía parecía levemente demacrado, aunque no mucho más podía adivinarse bajo las pesadas mantas que lo cubrían, salvo el gotero de medicación en el brazo sano. Probablemente medicamento para el dolor.

- Sé que todavía está usted convaleciente, de modo que intentaré no agotarlo.- continuó ella, y reanudó su ritual de hojear dentro de su carpeta, aunque en realidad era poco más que un tic. No lo necesitaba – Me gustaría zanjar la investigación acerca de lo sucedido aquella noche en la biblioteca de esta mansión. Y permítame aclararle que las declaraciones de su hija han sido, cómo decirlo, perturbadoras.

Si esperaba alguna intervención por parte del herido, se quedó con las ganas. Él se quedó mirándola con una inexpresividad que desafiaría cualquier polígrafo. Éste va a ser duro, pensó ella. De los que no era nada fácil interrogar, puesto que ninguna de sus emociones se traslucía a su rostro. Es más, la inspectora había hecho sus deberes y venía bien informada: ya sabía, y no por canales precisamente oficiales, que ni siquiera la tortura había quebrado en el pasado a aquel hombre.

Menos mal que ella no era ninguna torturadora.

- Señor Trent, - carraspeó – su hija ha afirmado que la noche en cuestión, usted intentó suicidarse arrojándose por la ventana de la biblioteca. ¿Es esto verdad?

- Sí.- contestó él, sin parpadear.

(...)

- Ay, pero qué dices.- Anna se llevó las manos a las mejillas, atribulada. – Es un horror. Papá, me siento fatal, yo...

Kurtis la silenció alzando la mano con un gesto calmo.

- Al contrario, era poco más lo que podías decir. De hecho, era lo único que podías decir. Nada más tiene sentido en ese contexto y con las pruebas que encontrarán. Nada más, salvo la verdad... y la verdad es imposible aquí, Anna.

Ella suspiró de nuevo y bajó la cabeza. Un mechón de cabello castaño dorado, el cabello su madre, colgó frente a su rostro.

- Pero ahora tendrás problemas. Por mi culpa.

- Déjame a mí manejar a la policía. No es la primera vez que lo hago.

- ¿Tienes un plan?

- No hace falta ningún plan para esto, Anna.

- ¿Qué vas a hacer?

- Decir la verdad, por supuesto.

Tomb Raider: El LegadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora