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Geewen bajó del transporte destartalado que le había llevado dando tumbos por la carretera hasta la ciudad de Saxana, un lugar olvidado por las leyes, donde los negocios turbios tenían su edén, nadie más se bajó allí.

Saltó a tierra golpeando con sus botas militares sobre el polvo de la carretera. Negó con la cabeza al ver lo manchadas que estaban, pero su ropa no andaba mucho mejor.

Sus pantalones también estaban llenos de polvo, los sacudió con sus manos y se ajustó las gafas sobre el puente de su nariz con el dedo índice que asomaba por sus guantes de cuero negros. Se colocó bien la mochila en su espalda antes de comenzar a caminar en busca de algún lugar donde poder pasar la noche.

El sol estaba alto todavía y el sudor comenzaba a empapar el pañuelo de color rojo con dibujos blancos que llevaba en la cabeza  y que cubría su pelo solo hasta la nuca.

Una cascada de ondulado pelo castaño oscuro caía sobre su espalda cubriendo la parte de ella que dejaba al descubierto el top de tirantes negro.

La calle comenzaba unos pocos metros por delante de ella y tenía edificios a ambos lados. Una acera con baldosas grises bordeaba todos los edificios y Geewen se apresuró a subirse a una de ellas, mientras el tráfico era fluido.

Comenzó a caminar lentamente por la acera, mientras sus ojos no perdían detalle de todo lo que veían a su alrededor, protegida bajo los cristales oscuros de sus gafas, sobre todo estaba atenta a las personas con las que se cruzaba en su camino.

Por el aspecto de esta gente, Geewen sabía que se encontraba en uno de los barrios bajos de la ciudad.

"Estupendo" –pensó- "Dixie tenía que haber previsto esto. No puede ser que alguien como Don Lasiter frecuente un lugar como este, pero al menos, aquí podré mantenerme oculta"

Alrededor de la puerta de uno de los locales, pudo ver a unos hombres apoyados contra la fachada del edificio, bebiendo unas latas de cerveza mientras charlaban y se reían.

Un letrero sobresalía por encima de sus cabezas, en el que se podía leer "Club Coletos, comidas y alojamientos".

Geewen se detuvo delante de la puerta. Estaba abierta, y a ambos lados los hombres que se apoyaban contra la fachada dejaron de charlar y se quedaron mirándola.

Fue una mirada que la recorrió de arriba a bajo, al igual que el sentimiento de repulsión que le provocó.

-¿Estas solita, preciosa?

Le preguntó uno de ellos sonriendo y mostrando una dentadura en la que faltaba una pieza, mientras el resto rompían a reír a carcajadas.

Geewen les ignoró y cruzó el umbral esperando que alguno se atreviera a tocarla, podía jurar que se arrepentiría de ello todo el día, pero no sucedió.

Una vez dentro del local observó todo a su alrededor. La planta baja del edificio, tenía los techos altos y las paredes forradas de madera, a la derecha había una barra en la que un barman estaba sirviendo bebidas a varios clientes que se apoyaban sobre la superficie de granito negro. A la izquierda, el local estaba lleno de mesas en las que se sentaban algunas personas, muchos de ellos estaban comiendo, aunque también había algunos que solo bebían y jugaban al asesino, un juego de cartas que ella conocía muy bien y que se había convertido en un clásico para los amantes de los juegos de azar.

Rápidamente ojeó las perneras de todos los pantalones que encontró en la sala, así como también las cinturas y las camisas en busca de armas. Hizo un recuento de todos los que había armados. "Sí" –pensó- "sin duda este antro puede dejarte seco a la menor ocasión"

Fight BackWhere stories live. Discover now