—¿Conoces algún modo de conseguir el suficiente dinero como para pagar los sueldos, la casa y todas nuestras deudas? —le arrojó Emma con disgusto—. Porque yo no.

—Debe haber un modo —aseveró Ami apenas por encima del sonido de la respiración agitada de su gemela.

Emma bufó.

—Yo digo que busquemos al traidor de Angus y lo hagamos pagar.

—Dudo que Angus tenga el capital —repuso Maia concisamente. Emma la miró con aire adusto.

—No digo pagar en el sentido estricto de la palabra, Maia. —Parpadeó, más confusa que antes con su aclaración y su hermana sonrió—. Digo que lo busquemos y le hagamos "pagar".

—¿Quieres golpear al primo Angus? —chillo Ami, horrorizada ante la sola enunciación del pensamiento.

Emma se cruzó de brazos, dándole una mirada petulante.

—Bueno, ¿es que piensas que no se merece un escarmiento?

—Pienso que prefiero no pasar el resto de mi vida en prisión —le espetó de regreso.

—Al menos tendríamos un techo y comida. —Emma deslizó sus inquietos ojos hacia ella—. ¿Qué crees, Maia? Le matamos y ganamos un nuevo hogar.

Maia puso los ojos en blanco, sacudiendo la cabeza ante la impertinencia de su joven hermana. Por mucho que le desagradaba su primo, ella todavía no estaba al punto en que buscara una venganza de ese tipo. No se ensuciaría las manos con un hombre de su calaña.

—Nosotras no podemos castigarlo, Emma —musitó Ami con arrobo—. Esa es la labor de Dios.

—Pues Dios se está demorando, ¿no lo crees?

—Basta de este absurdo —las acalló a ambas, alzando las manos con exasperación. Una vez que las gemelas comenzaban una discusión, podían mantenerla por semanas y ellas realmente no tenían tiempo para eso—. No vamos a matar a nadie. —Emma suspiró, echándose contra el respaldo del sofá dramáticamente—. Somos listas, somos tres, somos hermanas... podemos pensar una solución a este desastre que no involucre muertes.

Pero tras decir aquello, ninguna fue capaz de lanzar sobre la mesa un mísero plan. Eran listas, pero no eran capaces de sacarle dinero a las rocas. Y si debía guiarse por el pronóstico de su abogado —con quien también estaban en deuda— ellas se quedarían en la calle en alrededor de quince días , justo para la víspera de Navidad. Ese fue todo el tiempo de gracia que su casero estuvo dispuesto a otorgarles, quince días. No había mucho que ellas pudieran hacer en ese tiempo; ya habían vendido todo lo vendible, se habían movido de la casa donde habían nacido para instalarse en esa mucho más pequeña y menos práctica, habían renunciado a estrenar vestidos hacía casi dos años y las comidas estaban tan reducidas que Maia ya ni recordaba la última vez que habían comido carne. ¿Qué otra cosa podían sacrificar? No les quedaba nada.

Gimió, llevándose las manos a la cabeza.

Amira carraspeó.

—Y... —comenzó a decir, ganándose automáticamente la atención de las dos—. ¿Un marido?

¿Un marido? Reflexionó Maia para sus adentros. ¿Un marido adinerado que ignorara el detalle de sus faltas de dotes, las nulas conexiones y sus precarias posiciones en la sociedad? Por supuesto, rezongó para sus adentros, esos hombres sobraban en el mundo. Así como los sapos que con un beso se transformaban en príncipes.

—¿Y cómo esperas conseguir un marido aquí, Ami? —farfulló Emma, claramente ofendida. No había nada que fastidiara más a Emma que la falsa idea de que una mujer necesitaba de un hombre para subsistir, ella se consideraba lo bastante capacitada como para desdeñar cualquier posibilidad de matrimonio—. No es como si todos los caballeros elegibles de Andover no conocieran nuestra situación, ninguno estaría dispuesto a morder ese anzuelo.

—Tal vez...

—No —la silenció una molesta Emma, sacudiendo la cabeza enfáticamente—. Me niego a caer en esa trampa, prefiero ir a prisión.

Maia presionó los ojos con suspicacia, pero se ahorró el comentario. Nunca iba a entender a qué se debía la reticencia tan acérrima de Emma hacia los hombres, no es como si hubiese dejado a alguno acercársele lo suficiente como para que la lastimaran.

—En este caso estoy de acuerdo con Emma, cariño —susurró hacia su hermanita menor—. No tenemos tiempo ni dinero como para costearnos un pase en la temporada... ni siquiera para presentarnos en el baile de Andover.

—Por no mencionar que todavía falta un mes para que empiece —añadió Emma solícita.

—Ningún hombre sería capaz de cortejar y hacer una propuesta en quince días.

—A veces les lleva quince años —volvió a comentar su hermana.

—No ayudas.

Emma le obsequió un rápido guiño para una vez más ponerse de pie y pasearse por el pequeño despacho con las manos en las caderas. Maia se irguió, alerta, nada bueno venía cuando Emma adquiría esa postura, nada. Y en su desesperación temía no ser capaz de frenarla, o no querer hacerlo.

—Estuve pensando —comenzó ésta, deteniéndose para observarlas de hito en hito. Maia tragó con fuerza, allí iba—. El matrimonio no es una salida, matar a Angus tampoco... —hizo una pausa encogiéndose de hombros, resignando la opción a regañadientes—. Creo que la mejor manera es... tomar el dinero de alguien más.

Maia parpadeó, estupefacta, Ami dio un respingo que casi la hizo caer del sofá.

—¿Cómo dices? —instó, esperando, no, rogando haber oído mal.

—Piénsalo Maia. —Emma se situó frente a su silla, colocando ambas manos en los reposabrazos—. Podemos...

—¿Robar? —jadeó Ami desde su lugar, blanca como un papel. Emma la observó un segundo, para luego regresar su mirada a ella.

—No robar, pero si... "tomar prestado".

—¿Qué diferencia hay entre robar y "tomar prestado", Emma? ¿Acaso piensas devolver el dinero?

—Bueno... —Su hermana vaciló, mordiendo la esquina de su labio en un gesto de fingida inocencia—. Necesitamos dinero y lo necesitamos rápido. ¿Tienes una mejor idea?

—¿Una mejor idea que no implique un crimen? —le arrojó de regreso, obteniendo solo un fruncimiento del ceño por parte de su interlocutora.

—Nadie tendría que saberlo —continuó como si ella no la hubiese interrumpido—. Piensen... —Retrocedió unos pasos para que ambas la vieran—. En un solo golpe podríamos obtener lo suficiente como...

—¡Oh! Empiezas a hablar como una criminal —la acusó Ami, brincando de su asiento—. ¡Maia, detén esto!

Maia sacudió una mano hacia Amira y luego plantó su vista en Emma.

—¿Qué fue lo que pensaste?

Ami soltó un jadeo irregular, mirándola con la boca abierta de par en par mientras Emma esbozaba una pequeña sonrisa de victoria.

—No sería muy complicado, Maia, pienso que meternos en una casa sería arriesgado... sobre todo porque no sabemos dónde guarda la gente el dinero.

—¿Quieres robarle a nuestro vecinos? —exclamó Ami con horror.

—¡No! —la acalló su gemela al instante—. Es por eso que pienso que tenemos que trasladarnos a Londres, donde podremos tener mejor suerte.

—¿Para qué? —inquirió ella con tono monocorde. No quería sentirse tentada por la idea de Emma, pero en realidad ¿qué otra opciones tenían?

—Creoque nuestra mejor opción... —empezó a decir mirándolas con sus enormes ojosverdes, serios—. Es... secuestrar a alguien. 

__________________________

Como les dije era un cap cortito para ir metiéndonos en tema, ¿qué les parece? ¿Seguimos? 

Y como segunda pregunta importante, ¿hacemos dedicatorias en esta historia? 

Gracias por pasar ^_^

Proyecto "milord" (Serie: Acuerdos Matrimoniales 03)Where stories live. Discover now