31. El peor recuerdo de Snape

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—Harry —llamó Lucy, y señaló al muchacho—. Harry, ¡es James! ¡Es tu padre!

Su amigo se volvió de inmediato, y en cuanto lo vio, salió corriendo con Lucy pisándole los talones, hasta llegar junto a el estudiante.

James empezó a enderezarse; dejó la pluma encima de la mesa, cogió la hoja de pergamino y se puso a releer lo que había escrito.

Harry se colocó frente a la mesa y miró a su padre a la edad de quince años. Era como un reflejo, pero con algunas diferencias: los ojos de James eran castaños, la nariz, un poco más larga que la de Harry, y no había ninguna cicatriz en la frente, pero ambos tenían la misma cara delgada, la misma boca, las mismas cejas; James tenía también el mismo remolino que Harry en la coronilla, las manos podrían haber sido las de su hijo, y Lucy estaba segura de que medirían más o menos lo mismo.

James dio un gran bostezo y se pasó la mano por el pelo, despeinándoselo aún más. Entonces, tras echar un vistazo hacia donde estaba el profesor Flitwick, giró la cabeza y sonrió a un muchacho que estaba sentado cuatro mesas más atrás.

Lucy sonrió con emoción al ver a un joven Sirius haciéndole a James una señal de aprobación con el pulgar. Sirius estaba cómodamente repantigado, y se mecía sobre las patas traseras de la silla. Era muy atractivo; el oscuro cabello le tapaba los ojos con una elegante naturalidad que ni James ni Harry habrían conseguido, y una chica que estaba sentada detrás de él lo miraba expectante, aunque Sirius no parecía haber reparado en ese detalle.

Si él y la tía Irma hubieran llegado a tener hijos, Lucy estuvo segura de que habría tenido primos guapísimos.

Y dos asientos más allá del de la chica estaba Remus. Estaba muy pálido (tal vez se acercaba la luna llena) y muy concentrado en el examen; mientras releía sus respuestas, se rascaba la barbilla con el extremo de la pluma, con el entrecejo ligeramente fruncido.

Harry no tardó en señalar dónde estaba Colagusano: un chico menudo con cabello castaño claro y nariz puntiaguda. Parecía nervioso, se mordía las uñas, tenía la vista fija en la hoja de pergamino y no paraba de mover los pies. De vez en cuando, miraba con ansiedad la hoja del examen de su vecino.

Lucy buscaba a su padre por todas partes, cuando Flitwick chilló:

—¡Dejad las plumas, por favor! —los alumnos obedecieron, pero entonces el profesor rodeó los ojos—. ¡Weasley, la pluma!

Por un momento Lucy se sobresaltó, pero luego siguió la mirada del profesor hasta una mesa cinco puestos por delante de James, y divisó una cabeza pelirroja.

—¡Sólo una palabra, profesor, por favor! Es lo único que me queda... Y... ¿qué? ¡No, mierda! ¡La tinta, se me ha acabado la tinta!

El muchacho se volvió en su asiento, y Lucy y Harry se quedaron con una sonriente boca abierta. El joven William parecía una versión masculina de Lucy: el pelo de un fuerte color anaranjado, las piernas largas y ágiles, la cara pecosa, con nariz delgada y alargada, y los ojos grandes y brillantes de un intenso color verde claro, al igual que el ojo izquierdo de Lucy. Sobre la mesa tenía tres pergaminos de por lo menos veinticinco centímetros escritos por ambas caras, cubiertas por su fina y pequeña letra. Nervioso, Will se mordía el labio, buscando ayuda con la mirada.

—¡Pilla, Comadreja! —gritó de pronto James.

Se puso de pie y le lanzó a Will su bote de tinta. Él lo atrapó al vuelo, mojó la punta de la pluma y terminó de escribir aquella palabra. Aliviado, dejó la pluma sobre la mesa. El profesor Flitwick negó con la cabeza.

—¡Por favor, quedaos sentados en vuestros sitios mientras yo recojo las hojas! ¡Accio!

Más de un centenar de rollos de pergamino salieron volando por los aires, se lanzaron hacia los extendidos brazos del profesor Flitwick y lo hicieron caer hacia atrás. Varios estudiantes rieron. Un par de alumnos de las primeras mesas se levantaron, sujetaron al profesor por los codos y lo ayudaron a levantarse.

Lucy Weasley y la Orden del Fénix ✔️ [Lucy Weasley III]Where stories live. Discover now