0.2

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--¿Qué hora es?—pregunté, desordenando aún más mi cabello. Thomas se quedó viéndome durante varios segundos.
--L-Lo siento, me desconcentré. ¿Qué decías?
--Sólo preguntaba qué hora es.
O’Brien se estiró sobre mí para alcanzar su teléfono.
--¡Apúrate!—pasó por encima y se encerró en el baño para bañarse.
--¿No me vas a decir qué hora es?—insistí, golpeando la puerta repetidas veces.
--Debimos haber entrado hace una hora atrás, son las diez de la mañana.
Cinco minutos después, Thomas abrió la puerta, cubriéndose sólo con una blanca toalla. Su pecho dejaba caer al suelo pequeñas gotitas de agua.
No había tiempo para bañarse. Me puse los pantalones y me cambié la camiseta del castaño a la del uniforme.
Thomas se cambió en frente de mí, sin importar que lo haya estado viendo. Desvié la vista hacia la calle, observando a las personas pasar por fuera de la casa.
--Anda al auto, bajo enseguida.
Hice lo que me dijo y lo esperé hasta que apareció un minuto después. Cerró las puertas con llave y subió al coche.
Me acomodé en el asiento del copiloto y echó a andar el vehículo.

--¿Van a explicar por qué llegaron a estas horas?—preguntó el recepcionista del colegio.
--Verá, tuvimos un percance…--comencé a decir.
--Un gatito… Estaba agonizando en mitad de la calle…--dijo Thomas--¿Sabe lo triste que es ver un gatito muriendo en la calle? Teníamos que hacer algo por él. Entonces Newt me dijo que llegaríamos tarde, pero él también se compadeció ante el pobre animal… Nos bajamos del auto y lo llevamos a un veterinario. Ya está más estable.
--¿Creen que voy a creerle ésa historia O’Brien?
--Claro, porque ésa es la verdad.
El recepcionista me observó con un dejo de decepción.
--¿Y usted, señor Sangster? No puedo creer que…
--ESA es la verdad—dije furioso. Estaba harto de que me trataran mejor que al resto sólo por tener un par de billetes más.
--Está bien. Pasen a clases.
Thomas me abrazó de la cintura con una mano y me dio las gracias.
Ahora mismo deberíamos estar en matemáticas.
Golpeé la puerta de nuestra sala y esperamos unos segundos a que el profesor nos abriera.
--O’Brien… Sangster… al parecer se tomaron muy en serio eso de estudiar. Tienen un aspecto terrible. Adelante…
Miré a Thomas antes de cruzar el marco de la puerta. Al menos él se había quitado el sudor de encima.
Todos nos miraron y rieron.
--¿Estuvo buena la cogida?—preguntó uno de nuestros compañeros. Zart le lanzó una bola de papel en la cabeza, obligándolo a callar. Le agradecí mentalmente y me senté en mi puesto, al fondo del aula.
Thomas se acomodó a mi lado y sacó su cuaderno de matemáticas para copiar los ejercicios que estaban en frente.
--Creo que pensaron que tuvimos una noche agitada… lo que no es del todo mentira—se puso a reír, haciéndome ruborizar las mejillas. Le golpeé el hombro en broma y saqué mi estuche.
--Y no lo decía por el hecho de que dormiste abrazado a mí. Ya sabes, el hombre Rata, la alarma del coche. ¡Qué locura de noche!
Intenté ignorarlo, dedicándome a copiar lo que estaba en el pizarrón, pero la última frase me dejó pensando durante todo el día. No me lograba concentrar en clases… ¡en ninguna!
“Me gustaría repetirlo”, había dicho finalmente.
Le pregunté si quería repetir las locuras o el hecho de pasar conmigo una noche, pero él no respondió.

Estábamos en Biología. Sí, con la profesora de grandes pechos.
--Me impresiona que no se caiga de boca al piso. Con tanta delantera que tiene—comentó Zart, sacándome de mis pensamientos.
--Claro—contesté sin darle demasiada importancia.
La rubia teñida se acercó a Thomas cuando él le dijo que tenía algunas dudas con respecto a la materia. Parecía coquetearle y mover las pestañas delicadamente cuando le hablaba y respondía a sus preguntas.
Thomas sólo miraba hacia abajo y no podía saber si observaba sus seños o su cuaderno.
Miré hacia la pared, con el rostro enrojecido de la rabia. No entendía tampoco por qué me sentía de ésta forma.
Estábamos viendo la función de cada uno de los órganos del cuerpo humano, para luego pasar a las células y neuronas. La vieja parecía disfrutar hablando de los órganos reproductores. Iba a lanzarle el cuaderno en su cara de depravada si no dejaba a Thomas en paz.
--O’Brien, ¿puedes venir a mi escritorio?—el castaño se puso de pie y caminó lentamente hasta ella. En el camino, nuestras miradas se encontraron y entonces me sonrió, pero sólo rodeé los ojos.
Sonó el timbre por el término de clases, eran las cinco de la tarde.
Thomas tomó el Libro de Clases y la cartera de la profesora Luciana y caminó atrás de ella, cargándole las cosas. Que basura era aquella mujer. Movía las caderas de un lado hacia el otro y caminaba por los pasillos como si estuviese en una pasarela.
--Buenas tardes, Newt—dijo Jorge, estacionándose justo en frente de mí. Ya estaba en sus manos Brenda, el auto de mi padre.
--Hola, Jorge. ¿Podemos hacer una parada antes de ir a la casa?
El hombre asintió y me dedicó una sonrisa.
Cuando estaba por echar a andar el coche, apareció Thomas a lo lejos, agitando los brazos y gritando mi apellido con fuerza.
--Sólo vámonos—le ordené a mi chofer.
Por el retrovisor pude ver la figura del castaño, que estaba con los brazos a los costados de su cuerpo y tenía su bolso colgando de la mano.

--¿Está seguro, señor? ¿No se habrá equivocado de dirección?—preguntó cuando nos detuvimos en un bar.
--Sí. Aquí es, Jorge. ¿No te gusta?
Jorge asintió con la cabeza y respondió: “Pero no es un lugar como para usted, señor”.
--¡Qué importa! Vamos a divertirnos nosotros dos.
Entré al sitio y me senté en la barra. Pedí dos whiskys y esperé a que lo sirvieran, le hice señas a Jorge de que se sentara a mi lado y así lo hizo.
--Su padre ayer preguntó por usted. No sabía qué decirle entonces le dije la verdad. Que usted estaba con un compañero de clases estudiando.
--¿Y qué te dijo cuando se lo dijiste?—pregunté, tomando un sorbo del pequeño vaso.
--Nada, sólo fue a su habitación y habló por teléfono durante tres horas con alguien.
--Obvio, él no se preocuparía más allá de eso por mí.
Jorge me frotó la espalda y pidió un vaso de refresco. Como estaba manejando, no podría tomar nada de alcohol.
Entonces tomé de su vaso cuando acabé el mío.

--Creo que debemos irnos. Ya ha pasado una hora—comentó. Negué con la cabeza y le dije que se fuera él solo. Yo iba a quedarme un rato más.

Eran aproximadamente las ocho de la noche y subieron el volumen de la música cuando comenzó a llenarse más el local. Un chico que estaba sentado en la barra, no dejaba de observarme.
Lucía de unos veinte años y vestía una chaqueta de cuero con jeans oscuros.
--¿Quieres bailar?—me preguntó cuando llegó a mi lado.
--Claro, por qué no.
--Pero vamos al piso de arriba, aquí es algo incómodo, ¿no?
Asentí con la cabeza y caminé detrás de él.
Mientras bailábamos, me contaba que estaba en la Universidad y que estudiaba algo relacionado con economía, por lo que sabía mucho sobre matemáticas. Entonces le dije que yo era pésimo para los números.
--Puedo enseñarte un día. No te ves como un chico idiota—comentó. Tomando un sorbo de su vaso mientras bailaba… miré su boca y me ofreció de su trago. Acepté y tomé un poco.
--Sería perfecto. ¿Dónde vives?
Como si fuera el destino, me dijo que vivía una comuna antes que la mía. Aproximadamente a quince minutos de mi casa.
--Podríamos vernos mañana, ya sabes, como es sábado.
--Me encantaría. ¿Tienes novia?—preguntó. Dejó el vaso en la barra y me tomó de la cintura. Bailando graciosamente. Dejé salir una risa y lo imité.
--No, no tengo. ¿Y tú? Seguramente tienes a miles de chicas haciendo fila por ti.
El chico, que se llamaba David sacó del bolsillo de su chaqueta un paquete de cigarros y encendió uno. Luego negó con la cabeza y respondió que no.
--¿Por qué no?—pregunté sorprendido. Lo creía de mí, pero él era bastante apuesto como para no tener pareja.
--No me gustan las chicas, Newt. Soy homosexual.
Me aparté unos pocos centímetros y sonreí inconscientemente.
--¿No estás mintiendo?—David negó con la cabeza—Porque creo que yo también lo soy. Aún no lo sé muy bien.
--No sabes cuánto me alegra que no te moleste. Mi familia me echó de la casa al enterarse, ahora vivo en un departamento cerca de aquí. Podemos ir… Bueno, sólo si quieres.
--Está bien, me da curiosidad saber dónde vives.
Bajamos las escaleras y salimos del bar. Eran las nueve de la noche, entonces. Ya se había oscurecido casi por completo, aún quedaban unos pequeños rayos de luz.

--Ponte esto—me entregó un casco y me lo coloqué sobre la cabeza. David me abrochó la correa por debajo del mentón… Sus ojos eran azules y tenía el pelo castaño. Recordé a Thomas y me pregunté qué diablos estaría haciendo él ahora mismo. Me senté en el asiento trasero de la moto y David se acomodó adelante.
El ojiazul manejó rápidamente, pero con cuidado, hacia el depto.
Quince minutos después, estábamos estacionando la moto en el estacionamiento.
David saludó al conserje y yo hice lo mismo.
Subimos al ascensor y apretó el número seis.
Una canción sonaba en la radio.
--Me gusta ésa. Me recuerda a mi infancia.
--¿Qué cosa de tu infancia exactamente?—le pregunté interesado en lo que iba a decir.
--Cuando vivía con mi familia. Aunque ahora no nos llevamos del todo bien, extraño a mi madre y a mi hermano chico.
--¿No los ves seguido? Mi madre murió cuando yo era pequeño y aunque veo siempre a mi padre, él nunca se preocupa por mí.
--Lo siento, Newt—me dio un abrazo de consuelo y salió del ascensor cuando llegamos arriba.
--Los veo sólo para la semana de Navidad. Solemos hacer una cena familiar.
Lo abracé desde atrás, apretando con suavidad su estómago.
--Newt, eres una de las mejores personas que he conocido. No puedo creer que llevemos sólo un poco más de dos horas hablando, ya siento que te quiero.
--Yo igual, David. Por cierto, me gustan tus ojos.
Me separé de él y le sonreí, sabiendo que él no podría verme.
--A mí me gusta tu sonrisa. Sé que estás sonriendo ahora mismo.
Dejé salir una risa. Era como si me conociera de toda la vida.
Abrió la puerta del departamento y tiró su bolso al sillón.
--Permiso—dije en voz baja.
--Pasa, siéntete como en tu casa—me dijo él, tomando mi mano y adentrándome a la sala.
--David, ¡estoy aquí! ¿Cómo se te ocurre traer a otro chico para cogértelo en frente de mí?
Era Thomas. Lo sabía por el tono de su voz.
--¿Qué haces aquí? Y por cierto, eres tú quien se acuesta con todos, no yo.
Reclamó David, quien se había cruzado de brazos, haciendo notar sus músculos y bien formado cuerpo.
El castaño se asomó de lado y se quedó congelado por varios segundos.
--Sangster, ¿qué haces aquí?—preguntó asombrado y con algo de enojo en su voz.
--Lo mismo me pregunto yo.
--Esperen, esperen unos segundos. ¿Ustedes se conocen?—David lucía confundido y sorprendido.
--Sí, somos compañeros de banco—respondí a su pregunta, sin dejar de mirar a Thomas.
--Bueno… Newt, él es mi primo.
--¡¿Qué?!—le grité a David.
--Me llamo David O’Brien. ¿Por qué se miran como si fueran perros y gatos?
Me senté sobre el sillón y analicé toda la situación. Había ido a aquel bar a olvidarme de los coqueteos entre O’Brien (Thomas) y la vieja Luciana, y al final termino encontrándome con él en un departamento.
--Por cierto, ¿por qué arrancaste de mí en la tarde?—preguntó Thomas, saliendo del escondite.
--No sé de lo que hablas, O’Brien.
Los dos miraron y puse los ojos en blanco.
--Thomas, Thomas O’Brien. Será mejor que me vaya de aquí. Podemos vernos mañana, entonces.
--David frunció el ceño y luego asintió con la cabeza.
--Newt, no tienes que irte. Seguramente Thomas ya se iba—intentó convencerme el ojiazul.
--La verdad es que no, acabo de llegar—Thomas soltó una risita y se sentó a mi lado, abrazándome de la cintura.
--¡Qué maravilla! Los tres juntos, ¿qué les parece?—quité su mano de encima y me eché hacia atrás.
--Thomas, por favor. No hables bobadas y dime por qué shuck estás aquí—preguntó David, dejando salir un suspiro de frustración.
--¿Por qué tendría que tener una razón? Vine a visitar a mi primo favorito para hablar de la vida.
--Ya, suéltalo. ¿Qué pasó ahora con tu profesorcita?—preguntó el ojiazul, separándome de Thomas. No podía creer que ahora mismo estuviera en medio de los dos, siendo tironeado de un lado hacia el otro. Y lo peor de todo es que se iban a poner a hablar de Luciana la Enana (como le decía yo y Zart).
--¿Dónde está el baño?—David me dirigió hacia allí y me dejó a solas. Cerré la puerta con pestillo y me lavé la cara.
Tenía las mejillas rojas por el alcohol, aunque no estaba borracho, sólo algo mareado. Me pregunté cómo diablos salir de aquí sin tener que lanzarme desde una ventana por el sexto piso.
Entonces alguien golpeó la puerta.
--¿Estás bien, Sangster? Llevas aquí dentro casi diez minutos.
--Sí, ya salgo.
Thomas giró la manilla, intentando abrir la puerta.
--Abre…
--No, estoy ocupado. Ya voy a salir—mentí.
--Sé que no estás precisamente haciendo plopus así que abre la jodida puerta y déjame entrar.
Rodeé los ojos y le quité el seguro a la puerta.
--¿Qué te pasa? Estás medio rarito desde hoy. ¿Hice algo malo?—preguntó el castaño, cerrando la puerta a sus espaldas. Retrocedí unos pasos, chocando contra el lava manos.
--Nada, qué va a pasarme. Déjame pasar, voy a despedirme de David.
--¿Y de mí? ¿No te despedirás de mí?—me tendió la mano y yo la acepté.
--Adiós. Nos vemos el lunes en clases—le dije y abrí la puerta del baño.
David estaba sentado en el sillón, mirando la televisión.
--¿Te vas?
--Sí, no quiero llegar tarde a mi casa. Gracias por invitarme de todas formas—le di la mano y el la cogió con suavidad.
--¿Vendrás mañana?—preguntó desde el marco de la puerta. Salí de su depto. y miré a Thomas, que estaba mirando todo desde adentro con el ceño fruncido.
--Seguro. Nos vemos.
El ojiazul cerró la puerta y bajé por el ascensor.
--Buenas noches—le dije al recepcionista, que estaba anotando unas cosas en un libro. Levantó la vista y me sonrió.
--Buenas noches, igualmente.
Salí del departamento, abrazándome a mí mismo por el frío que hacía. Corría un fuerte viento y yo andaba sin nada para abrigarme.
Pregunté algunas indicaciones para llegar a algún tipo de paradero y tomar el autobús.
Quería por una vez irme en una de esas cosas.
Cuando pasó el gran vehículo, subí y avancé hasta el último asiento, sentándome al lado de una señora.
Mientras más paradas hacia el hombre, más personas subían. En una ocasión subió una mujer embarazada, por lo que le ofrecí mi asiento y ella aceptó.
--Muchas gracias—me dijo cuando se sentó.
--Por nada.
Intenté moverme entre la gente, pero me era imposible hacerlo.
Una mano tocó mi espalda y avanzó lentamente hasta abajo. Creí que entre tantas personas era normal que pasaran éste tipo de cosas, así que sólo lo ignoré.
De pronto, aquella mano fue un cuerpo apegado a mi espalda y tocaba mucho más que antes. Iba a encararlo, pero era muy tímido para hacerlo.
--¿Te gusta?—preguntó el hombre en mi oreja. Sentí su horrible aliento y quise vomitar.
Apreté el timbre para bajar del autobús y el chofer se detuvo. Las personas se hicieron a un lado, dejándome pasar y bajé de ahí.
Me senté sobre uno de los asientos del paradero y lloré, como muy pocas veces lo había hecho. Solamente dejé caer las lágrimas y me tapé la boca para no ponerme a gritar de la frustración y el enojo que sentía.
Unas manos sobre mis hombros me hicieron sobresaltar. Empujé a aquella persona y la boté al suelo. Las lágrimas nublaban mi vista, por lo que no podía ver casi nada.
--Tranquilo, Newt. Soy yo… Thomas—se puso de pie y me abrazó de frente.
--¿Qué te pasó? ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar en tu casa.
Acarició mi espalda y me apretó contra su cuerpo. Oculté mi cara en su cuello y sollocé sobre él.
--Llévame contigo…
No pude decir nada más que eso.
Thomas se separó de mí e hizo parar un taxi, le dio la dirección de su casa y nos subimos en los asientos traseros.
--¿Qué hacías aquí?—logré pronunciar con mucha dificultad.
--Iba a tomar la locomoción hasta mi casa. Pero luego te vi aquí y me extrañó, ¿me vas a decir qué shuck hacías solo?
Negué con la cabeza y él no insistió más. Me dejó apoyarme sobre su hombro y me dormí.

Algo cálido y blando acariciaba mi cuerpo. Una cama.
Thomas me quitó los pantalones con cuidado y se acostó a mí lado.
--¿Qué hora es?—pregunté medio adormilado.
--Un poco más de las once de la noche. Te traje hasta aquí cuando llegamos en el taxi.
--Gracias.
El castaño me abrazó y me apegó a su cuerpo, haciéndome sentir que ya estaba seguro aquí con él.
--Esta vez puedes abrazarme. Sólo por hoy.
Dejé salir una suave risa y lo abracé de la cintura.

Examen de Recuperación (Thomas & Newt)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora