En las noches, los dedos crujen, como si dentro de su piel hay cientos de fósforos. se mueven impacientes buscando algo tocar, un cigarrillo quizá , una tecla o el lapicero que cae de la mesa. Los dedos como las de un calamar se retuercen lejos de sus fisiología, estos van apagándose sin dejar de retorcerse, sin embargo ese fuego va a entran a la cabeza, están inflamadas de ideas de ira de impaciencia y de sobriedad. El fondo de la mente se incendia se levanta y se retuerce impaciente, una burbuja que no deja pasar, una marrulla que no se le permite saltar, un dolor de brazos, que sigue con una extraña sensación de culpa.
Los sonidos de los ladrillos con ella dentro aun retumban como un eco maligno el centro de mi vida, ella dormía mientras yo levantaba ese pequeño muro , no la deje pasar, no le permití una explicación, dormía bien plácidamente mientras el sonido del cemento insertándose por los poros del ladrillo iban aumentando su tamañano. No me deja dormir. Mi memoria no puede ir en rienda suelta debe controlarse. La amarre por que la mañana iniciaba y pronto despertaría. Allí estuvo halando las cuerdas, mordiendo como animal endemoniado echando espuma envuelto en saliva.
Finalmente cuando finalice, mi odio termino, la quería ver y de alguna manera su lengua volvió a ser suya, grito todo el día, grito en la tarde y se canso en la noche, la madrugada fue aun peor por que empezó a cantar algo que sabia que me enloquecía, soporte las primeras horas pero ella gano, su la la la y su magistral voz cruzaban con facilidad el muro y mi cabeza, tome un martillo y comencé a golpear la pared, al abrir un agujero grande la voz aumento y aumento, lance la luz de mi linterna. escuchaba aun mejor los agudos de su voz pero el destello de luz revelo que su boca seguía cerrada y su cuerpo tieso asfixiado.
