CAPÍTULO 4.

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Cuidar de Anne ha resultado una tarea fácil e incluso algo aburrida, la chica se ha pasado los últimos días llorando en su habitación, sin salir, apenas ha probado bocado. Fuera de preocuparse, Mihael absorto en sí mismo no ha dejado de pensar en su encuentro con aquel demonio, si no estaba mal, por sus característica, ha de ser la diosa del infierno, Ziba, cuya existencia ha causado desastres y muertes por milenios.

Debió matarla en cuanto se dio cuenta de que era ella, pero, aunque no quisiera aceptarlo, Mihael no sentía culpa ni arrepentimiento, ni siquiera era capaz de explicar sus sentimientos, no les hablaban de eso en el entrenamiento por lo tanto no estaba seguro de lo que debía hacer.

¿Tendría razón ella? ¿Le había gustado el beso? Ese calor abrasar sus labios lo había cautivado, ¿era eso lo que sentían los humanos? Mihael nunca fue como los demás ángeles, ¿podría vivir en el mundo terrenal? Hizo inmediatamente a un lado esa absurda idea, deshacerse de sus alas y vivir condenado no es una posibilidad, está era su naturaleza, había hecho un juramento, no podía convertirse en uno de los caídos.

Ver a Anne llorar era la evidencia de que lo estaba haciendo mal, la joven veía la pantalla de algo que proyectaba a seres humanos haciendo cosas ridículas, Anne a veces sonreía y luego cualquier escena la hacía llorar nuevamente, ¿Qué podía hacer para verla feliz?

Como respuesta a su pregunta el teléfono de Anne sonó, del otro lado de la línea una voz femenina la invitaba a salir a un parque de diversiones, la chica se negaba.

—Vamos, acepta— le sugirió Mihael al oído.

Salir y distraerse seguro le haría bien, no quería verla llorar, allá de seguro se divertiría, además, él también quería conocer más acerca del mundo humano.

Anne se duchó, al salir del baño tenía el cabello húmedo y los mejillas sonrojadas, se supone que los ángeles no sienten curiosidad ¿Por qué él sí? Mihael miraba a Anne con asombro, le parecía tan hermosa y frágil, ¿Debería salir del lugar? Los ángeles no sentían estas clases de sentimientos ¿qué estaba mal en él?

La chica dejó su cuerpo al descubierto para luego cubrirlo con diminutas prendas color rosa, finalmente lucía como siempre, de pantalón oscuro y una blusa blanca. Anne se miraba al espejo, con la mirada perdida, como si estuviera tratando de encontrarse a sí misma, peinó su cabello y cuando terminó puso algo en sus mejillas y labios que la hacían ver aún más hermosa.

Cuando Anne se dispuso a salir todos en sus casas se sorprendieron, en los últimos días Mihael había aprendido algunas cosas acerca de la familia de Anne, al parecer todas eran buenas personas, por lo tanto un ángel de la guarda cuidaba de cada uno de ellos, Mihael no podía verlos porque los ángeles son invisibles entre ellos en el mundo de los humanos, solo era posible ver a los seres de luz que iban por el mundo repartiendo milagros.

La amiga de Anne era mucho más baja, tenía el cabello rubio y rizado y unos ojos oscuros, sin duda eran las dos muy diferentes, junto a ella esperaba también un chico.

—Él es Moisés — dijo a la vez que entrelaza sus dedos con los del chico.

Los tres caminaron hasta el parque de diversiones, a veces Anne se mostraba incomoda ante las muestras de afecto de su amiga con el chico, Mihael sintió culpa, no ha sido bueno idea hacerla venir.

El parque de diversiones era un lugar lleno de personas de todo tipo, buenas y malas, felices y tristes, Anne era una de estas últimas.

Mihael quedó sorprendido ante las atracciones que se alzaban ante él, trataba de comprender porque los humanos gritaban y reían cada que usaban una de ellas.

La pareja decidió subir a una enorme esfera, a Anne no le agradaba la idea de subir sola y dijo que los esperaría abajo pues no tenía compañía, solo podían ir dos personas por asiento. Mihael quería experimentar lo que sentían los humanos y aunque estaría violando muchas leyes había un sentimiento que lo impulsaba a hacerlo.

Tomo entonces la forma de un chico que se asemejara en edad a Anne y como si de dos desconocidos que se topan por casualidad o por algún imprevisto logró cruzar palabras con ella.

—Soy Anne— le dijo regalándole una hermosa sonrisa luego de disculparse por tropezar y soltar uno que otro chiste sobre lo torpe que era.

Esa acción le agradó a Mihael que no pudiendo revelar su verdadero nombre tuvo que recurrir a la mentira.

—Hael.

La sonrisa de Anne era amable y sincera.

—¿Por qué no suben los dos? — Interrumpió la amiga de Anne — ¡Vamos! Será divertido, yo invito— les animó.

Justo lo que Mihael deseaba.

Algo tímida Anne aceptó.

La atracción daba una vuelta lentamente, mostrando un panorama de luces que a Mihael no le sorprendía pues había visto infinidades de paisajes muchos más hermosos que este. Pero, al ver el rostro de su compañera de asiento sí que le pareció que el panorama valía la pena.

A Anne le hacía ilusión, se le veía más calmada y menos triste, sus ojos verdes brillaban con la oscuridad de la noche.

—Es fantástico ¿verdad? — habló ella rompiendo el silencio.

Mihael asintió.

—Realmente lo es.

El rostro de la chica entristeció de nuevo y como Mihael sabía que a veces hablar aliviaba los males del corazón le preguntó.

—¿Te pasa algo?

Para su sorpresa Anne le respondió contándole todo pues se sentía cómoda y segura al lado suyo, no podía explicarlo pero hablar con él le hacía sentir bien.

Mihael la escuchaba como si no conocería al pie de la letra la historia, la chica no mintió en ninguna de sus palabras, incluso en la descripción del hombre que la había salvado y los detalles de todo.

Anne terminó llorando y Mihael brindándole consuelo, de alguna manera había logrado aliviar el corazón de la chica, era eso lo que un buen ángel de la guarda hacía, entre lágrimas, ella le pidió un favor.

—¿Puedes besarme?

Los ojos del ángel se abrieron ante la sorpresa, pero ¿Qué está diciendo?

La chica se movió con timidez en su puesto.

—Es que— dijo dudosa y algo nerviosa — si besas a alguien nuevo después de un mal beso toda la mala energía se va, y pues, aunque no te conozco pareces una buena persona, y además no creo tener algún amigo al que pedirlo, está bien si te parece raro y no quieres, lo entenderé — finalizó, nerviosa agacho la mirada y trató de poner un mechón de su cabello detrás de la oreja pero esto volvió a caer cubriéndole el rostro.

Mihael sonrió, le parecía tierna y algo tonta, ¿eran así de tontas las jóvenes humanas?

Anne hizo silencio, Mihael tomó un mechón de castaño cabello y lo ubicó detrás de la oreja de la chica, sonrojada ella lo miró y sin siquiera pensárselo dos veces él la besó.

Su beso era diferente al de Zabi, era cálido pero ese peculiar cosquilleo que había experimentado no se sentía esta vez, Anne era dulce y frágil, cálida pero no lo suficiente, separándose del beso Mihael sonrío y ella se mostraba apenada, era sin duda una chica muy guapa, pero su beso no era fuente de pecado y eso estaba bien.

Su curiosidad era a causa de la tentación de un demonio, nada estaba mal con él, de alguna forma el beso de Anne le hizo recordar que había sido débil y que su confusión solo era la causa de un engaño, no había pecado ni faltado a su juramento, al menos de eso quería convencerse.

Si hubiera estado más concentrado en lo que de verdad importa, se habría percatado de que no muy lejos de donde estaba, Zabi, un demonio mayor, miraba la escena con una mueca indescifrable en su rostro.

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