LA CARTA

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Era la noche después de navidad, yo seguía tocando la misma canción en el violín que hacía 20 minutos, con la misma alegría y entusiasmo que desde que empezara. De repente suena el repetido sonido del timbre, una y otra vez... Ordeno a Watson que abra la puerta se dirije a la colosal estructura de madera en vertical, la abre y mientras comía una de mis deliciosas galletas pregunta:

-¿Qué es lo que pasa?-dijo Watson enfadado

Una chica de aspecto pálido y pelo rubio cruza el pasillo pasa de largo de Watson y se acerca a mi. Dejo mi violín en la mesa y la miro a los ojos, parecía asustada, la sigo mirando y me atrevo a preguntar:

-¿Qué es lo que te pasa?-

Mete la mano en un bolsillo, me pongo alerta por si es un arma, pero no. Saca un papel arrugado, era una dirección y una carta. No dijo nada y se marchó, me fuí a mi despacho mientras Watson cerraba la puerta. El ruido del metal viejo de las bisagras se metía dentro de mi cabeza mientras me dirigía a mi despacho. Me siento y observo el papel con la dirección, me resultaba familiar, 54-56 Great Portland St, London W1W7NE, Reino Unido. Y tras un rato pensando recuerdo que era la oficina de correo de Great Portland. ¿Pero por qué esa dirección? Me dispongo a abrir la carta esta traía un sello de la oficina de correos de Portland y un nombre escrito en pluma por una de las caras. Escrito en tinta china y en una caligrafía excepcional distingo el nombre de Liam Cooper; era el nombre del gerente de la oficina. La abro y en su interior encuentro un texto en clave que dice:

"Los abuelos están en el nido dispuestos a volar"

Detrás del papel encuentro una nota que pone: Hola Sherlock mi nombre es Elizabeth y necesito que averigües que está pasando en la oficina de correos.Tan pronto como pude le pedí a Watson que entrara a mi despacho y que escribiera una carta para mi, y que la fuera a llevar la oficina de correos de Portland. Watson me respondió:

-¿Sherlock que se te ha subido a la cabeza?- dijo Watson con asombro.

-! Por una vez en la vida haz lo que te ordeno!- Grité

-¿Es por el champán de anoche verdad?- preguntó asustado Watson

-!No te lo repetiré!- grité

Watson se fue del despacho sin decir nada. La verdad es que no le debí gritar a Watson pero es que me puso de mal humor que me cogiera mis galletas, y aún encima que me pusiera excusas por una cosa que le ordeno. Estaba cansado y eran casi las doce y media, cerré los ojos un segundo y me quedé dormido en la silla del escritorio. Al día siguiente cuando me desperté eran las seis y media de la mañana, Watson seguiría dormido por que no se levanta hasta la diez, pero yo decidí irme a la oficina de correos a investigar. Como vivo a unas manzanas de allí me puse unas botas de agua y un chubasquero que me regalara Watson el año pasado. Tras una caminata ye estaba en la oficina de correos. Un local de pocas dimensiones y viejo. Decidí dar una vuelta por detrás pero no encontré nada. Justo enfrente había una cafetería la cual estába abierta veinticuatro horas. Me senté en la única silla que no estaba rota, me preguntaba cómo aquel asqueroso antro seguía en pie. Pedí un café acompañado de unas galletas bastante buenas a mi parecer. A las siete y media de la mañana llega un camión de correos y se dispone a descargar los productos en la parte posterior del local, es decir nada fuera de lo común por el momento. Pasan diez minutos y se vá el camión, pero cuando me disponía a salir rumbo a casa llega otro camión de correos al local. Que raro, dos camiones en menos de una hora? Me acerqué a preguntar si estaba abierto correos a lo que me respondieron:

-!Si quieres recoger algo espera a las nueve, y ahora vete!-

Me fuí a casa y le pregunté a Watson si había enviado la carta que le ordenara escribir a lo que el respondió que si. Durante el transcurso de la mañana hablamos sobre lo que podría haber pasado y de toda la información que había recopilado. Eran casi las cuatro de la tarde y decidimos ir a recoger la carta, llegamos a la oficina y lo primero en lo que me fijé fue en el uniforme que llevaban los trabajadores era muy diferente al que les había visto a los del camión. En ese momento supe que algo raro estaba pasando, recogimos la carta y nos fuímos a casa. Hable con un amigo de la zona llamado Arnold el cúal nos vigiló durante la semana la entrada y salida de vehículos del lugar. Todas la noches quedábamos en la cafetería de enfrente a la oficina, en la cual me informaba de todo lo que sucedía, siempre me decía lo mismo, dos camiones de correos uno llega quince minutos antes que el otro. No tenía lógica, dos camiones de correos para una oficina tan pequeña? No me sorprendería si estos fueran a los grandes almacenes que hay al lado, pero estaban en reformas. Nada tenía sentido... Watson preguntó a la dependienta de la cafetería si era normal lo de que vinieran dos camiones, a lo cual ella respondió que no. Solo desde hace uno mes. Esa noche me dispuse a entrar en la oficina. La oficina no estaba vigilada tan solo tenía una verja y un candado en la puerta trasera de carga y descarga. Me disfracé de repartidor y con mi vieja ganzúa abrí el gran candado de la puerta corredera. Al entrar tan solo encontré un montón de papeles y de paquetes. Nada sospechoso. Según me acercaba al despacho del gerente escuchaba un sonido, como si de una canción se tratase...Pasé sigilosamente por delante de la puerta y pude observar a un hombre de aspecto fuerte y robusto atándose los zapatos, y encima de la mesa un arma, pero no era una cualquiera, era como las que usan en la policía. ¿Que raro, un policía en correos? Me escondí tras unas cajas y esperé allí toda la noche. Me quedé dormido, pero un fuerte ruido me despertó. Era el camión! Cinco hombres vestidos de negro salieron del camión, en la espalda tres de ellos llevaban una ametralladora, un AK-47. Estaba seguro de que no eran de correos. Del camión sacaron unas grandes cajas de madera y las colocaron en un carro. Mientras las observaba el camión se marchaba y por un pequeño callejón que había al lado llegaba una furgoneta, se bajaron tres hombres y una mujer. Entre ellos hablaban otro idioma, creo que era húngaro. Cargaron las cajas en la furgoneta mientras uno de los hombres se acercaba al despacho del gerente. Escuchaba gritos y risas, mientras todos se marchaban aproveche para introducirme dentro de una de las cajas en las cual había un cuadro, en concreto uno de Salvador Abril. Noté que la caja se empezaba a mover y me metieron en la furgoneta. Salí de la caja y estaba encerrado. Aproveché para abrir algunas cajas y en todas había objetos de gran valor histórico, notaba como el vehículo se movía a gran rapidez y girando muy exageradamente. Tras unos minutos en el vehículo noté que se paraba se abrieron las puertas, dos hombres aparecieron y lo demás ya es historia...


Sherlock Holmes y la cartaWhere stories live. Discover now