Parte XIV: LA REINA DE MEDIONEMETON - CAPÍTULO 71

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—Me temo que sí, Lobela —respondió Merianis—, y no hace mucho, hubiese estado feliz de regresarle el trono, pero pasaron ciertas cosas en el otro mundo, cosas que ponen en duda la lealtad de Morgana para con las de nuestra raza, para con el Círculo. Pero dejemos eso para después, lo que me urge ahora es saber qué pasó con Anhidra y Clarisa.

—Desde luego —hizo una respetuosa inclinación de cabeza Lobela—, seguidme.

Lobela sacó un bolso de cuero escondido detrás de una roca y se lo colgó al hombro, parecía pesado. Luego emprendió un vuelo bajo, entre los árboles, hacia el oeste. Merianis la siguió de cerca.

—¿Qué hay en el bolso? —preguntó Merianis.

—Víveres —respondió Lobela—. Morgana hizo construir jaulas de balmoral en un lugar apartado en un claro hacia el oeste y recluyó a Clarisa y a Anhidra allí. No les ha hecho daño, pero no las alimenta, así que yo me encargo de llevarles comida y agua para que no perezcan.

—¿Cuánto tiempo llevan enjauladas?

—Tres días, desde la llegada de Morgana.

—¿Sabe Morgana que las estáis ayudando?

—No, si lo supiera, yo estaría en problemas.

—¿Cómo hacéis para burlar a los guardias?

—No hay guardias —respondió Lobela.

—¿No hay guardias? ¿Por qué?

—Supongo que porque nadie sabe que están allí y los barrotes son lo suficientemente gruesos como para que no escapen —se encogió de hombros Lobela.

—Pero vos las encontrasteis.

—Así es.

—¿Y no habéis logrado que nadie más que os ayude a liberarlas?

—Sí, Cariea está con nosotros. La veréis en la guardia real de Morgana, pero solo está simulando que le es leal para estar cerca y conocer sus planes, así que podéis confiar en ella.

—No la vi en el palacio cuando fui escoltada a ver a Morgana —comentó Merianis.

—Encontró una excusa para no estar allí. Temió que os acercarais a hablarle, delatando su verdadera lealtad y arruinando su puesto como espía.

—Ya veo. ¿Quién más se opone a Morgana en nuestro favor?

—Por ahora, Delina y también Arelia.

—¿Arelia? —trató de ubicarla Merianis. Recordaba bien a Delina, quien había estado bajo el mando de Zenir en la guerra contra los Antiguos, pero Arelia escapaba a su memoria.

—Sí, ella es la que os dio el mensaje en la ciudadela.

—Oh, sí, la recuerdo —dijo Merianis—, solía estar asignada a las patrullas.

—Así es —asintió Lobela.

—Así que sois cuatro.

—Por ahora, sí. Creemos que debe haber más disidentes, pero todavía no han tenido la oportunidad de demostrarlo.

—Y esperemos que no lo demuestren públicamente —opinó Merianis—, o perecerán a manos de Morgana.

—Hasta ahora no ha hablado de pena de muerte —dijo Lobela.

—Pero lo hará —musitó Merianis.

Lobela suspiró con preocupación.

—Decidme, Lobela —continuó Merianis—, ¿cómo es que entre vosotras cuatro no habéis podido liberar a Anhidra y Clarisa de esas jaulas?

—No ha sido falta de voluntad o capacidad —aclaró Lobela—. Anhidra no quiere saber nada con escapar.

—Su escape ameritaría una sentencia de culpabilidad automática según nuestras leyes —comprendió Merianis—. Tal vez Morgana le puso las cosas fáciles para que escapara y así se ahorraría un juicio por traición en el que las cosas podrían darse vuelta y favorecer a Anhidra. En tres días no debe haber podido consolidar su poder de forma tan irrefutable como para tener a toda la comunidad a su favor y asegurar una condena para Anhidra.

—Sí, ese es el razonamiento de Anhidra. Si escapa, será para siempre una fugitiva y una paria para Medionemeton. No quiere eso. Prefiere arriesgarse a un juicio por traición —dijo Lobela.

—¿Y Clarisa? Ella no está sujeta a nuestras leyes, podría tranquilamente escapar, y estoy segura de que Lug le daría asilo en las Marismas o donde ella quisiera. Medionemeton no la perseguiría.

—Clarisa abjuró públicamente su lealtad a Morgana, incluso le escupió en la cara —dijo Lobela—. Nunca había visto tal falta de respeto a una reina en su propio palacio, y creo que Morgana tampoco esperaba un comportamiento tan intempestivo por parte de su amiga humana. Os juro que por un momento creí que Morgana la mataría allí mismo por tal ofensa, pero solo ordenó que la subyugaran y se la llevaran de su presencia. Cuando encontré las jaulas, le rogué a esa chica que aceptara ser liberada, que escapara lejos antes de que Morgana cambiara de parecer y la ejecutara, pero se negó. Dijo que no se iría de Medionemeton hasta no asegurarse de que tanto Anhidra como vos estuvierais a salvo y fuerais restauradas a vuestras funciones originales dentro de la comunidad de Medionemeton.

—Sí, eso suena como la Clarisa que conozco —dijo Merianis—. Se toma muy en serio la protección de las mitríades.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora