29. Adiós, Sirius

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-¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor!-le gritó el animago.

El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. No había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido. Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer, su cuerpo se curvó y en su caída hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco.

Harry vio la expresión de miedo y sorpresa del consumido rostro de su padrino, antes apuesto, mientras caía por el viejo arco y desaparecía detrás del velo.

Bellatrix gritó, contenta. El ojiverde esperaba que Sirius de un momento a otro volviese a aparecer al otro lado del velo.

-¡Sirius!¡Sirius!-gritó desesperado, mientras se dirigía hacia el arco.

Pero unos brazos lo detuvieron.

-No podemos hacer nada, Harry...-Remus estaba igual de afligido que él-se ha ido...-el hilo de su voz, le causó un inmenso dolor en el pecho.

Furioso, fue detrás de la desquiciada bruja, que se había dado a la fuga. Le dio caza, pero apareció Voldemort. Éste y Dumbledore se enfrentaron. Hasta que el mago tenebroso entró en el cuerpo del más joven, para que el anciano director lo matase. Pero los fuertes sentimientos del chico, provocaron que Voldemort saliera de él y que al llegar el ministro y los aurores, lo vieran.

Compungido, y enfadado con Dumbledore, Harry acabó en Hogwarts, donde ambos mantuvieron una charla. De la que el ojiverde dedujo que o él o Voldemort tenían que morir para que el otro pudiera vivir y que el adorable anciano le tenía en gran estima. Pero no podía evitar la culpa por la muerte de su padrino.

Todo el mundo mágico, por fin creyó a Potter y a Albus. Y Dolores Umbridge fue expulsada de la escuela sin miramientos. Los mortífagos, capturados por Dumbledore, fueron enviados a Azkaban. McGonagall regresó por fin de San Mungo. Y en la mente de todos solo cabía pensar en los duros tiempos que les esperaban vivir de ahora en adelante.

Un par de días después, Harry tenía una extraña sensación. Cuando estaba solo, ansiaba estar con gente. Y cuando estaba con gente, quería estar solo. Una persona, en todo su mundo, era la única que le calmaba ese desasosiego. Draco Malfoy. Éste andaba decaído, porque su padre estaba en prisión, pero no culpaba al moreno por lo ocurrido, al fin y al cabo, su padre era dueño de sus actos y tampoco pensaba que fuera a estar en Azkaban mucho tiempo, ahora que los dementores estaban con el Señor Tenebroso.

La noche del último día del curso, no tenía mucho apetito y se quedó más tiempo en el dormitorio. Aún no había preparado el baúl, y cogió un par de cosas para acomodarlas en su interior, cuando vio un pequeño paquete, que antes de salir de Grimmauld Place, Sirius le había dado y él no abrió en el momento. Resultó ser un espejo para mantenerse en contacto, pero el moreno, rabioso por la pérdida, lo rompió. Salió de su cuarto, rumbo a su lugar preferido y se encontró con Luna, que buscaba sus pertenencias.

Llegó a la habitación y sintió un vuelco en el corazón. Parecía que siempre que terminaba un nuevo curso, había una muerte. No le daban tregua. Y eso se sumaba al hecho de que él también tenía muchas papeletas para morir. Mientras contemplaba los oscuros jardines de la escuela, a través de la ventana, pensó en Remus. Había perdido al amor de su vida. El dolor que debía estar sintiendo él, seguro que superaba el suyo con creces. Por un momento pensó que sentiría si Draco alguna vez...no lo soportaría. Estaba convencido. Se iría con él.

Malfoy llegó. A él también le parecía familiar la escena. Harry afligido. Superado por las circunstancias. Y él a su lado. Soportando su carga, todo lo que éste le permitiese. Se sentaron sobre las mantas. Hablaron de cosas sin importancia. El Profeta. Lo rara que era Luna. La alegría por la marcha de Umbridge. Sus ánimos mejoraron ligeramente y el moreno sacó la cámara de fotos que Remus le había regalado y se fotografiaron juntos. Teniendo Harry que jurar y perjurar que no las vería absolutamente nadie. No mentía. Puesto que los Dursley nunca entraban en su dormitorio. Se besaron algunas veces a lo largo de la velada, pero no pasaron de ahí. No lo necesitaban. Como siempre, les bastaba con estar cerca. Con verse.

Se despidieron afectuosamente antes de que el sol alcanzara su plenitud y volvieron a sus respectivas casas.

El trayecto en el expreso transcurrió como era habitual. Con mucha gente en su compartimento. Comentando los últimos acontecimientos de sus inusitadas vidas. En la estación, tuvieron un comité de bienvenida. Moody, Tonks, los señores Weasley, Fred, George y Lupin, al que Harry se alegró de ver más que a ninguno y abrazó con cariño.

-¿Cómo estás Harry?-el licántropo parecía más desvalido que de costumbre, y no se lo criticaba.

-¿Yo?-era increíble el gran corazón que tenía ese hombre-mejor dime como te encuentras tú Remus- sintió ganas de llorar.

-Estoy bien-saltaba a la vista que lo decía para no preocuparle, pero no lo tuvo en cuenta-hemos venido a hablar con tus tíos para que te traten mejor.

-No era necesario...estoy acostumbrado...

-Harry- dijo Lupin, inclinándose a su altura-quiero que sepas que si pudiera, te llevaría conmigo, me haría cargo de ti, porque Sirius era tu padrino y James uno de mis mejores amigos-se le veía emocionado y el moreno ardió en deseos de abrazarle nuevamente-eres como un hijo para mi, y siempre que me necesites acudiré Harry, no te quepa duda, pero ahora que el mundo sabe que Voldemort ha vuelto, ya no se quedará de brazos cruzados, ni la Orden tampoco-le revolvió el rebelde cabello con ternura, y al chico de gafas se le aguaron los ojos.

Continuará...

Te odio...amor (Harco-Slash)Where stories live. Discover now