Parte XIII: NUEVOS COMIENZOS - CAPÍTULO 68

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—No sé por qué no puedo hacer desaparecer esa cicatriz —comentó Lug.

—No va a desaparecer —le dijo Lyanna—, porque es la marca de tu conexión con otros mundos. ¿Quieres que te enseñe cómo funciona?

Lug asintió, intrigado.

—Cierra los ojos —le indicó ella—. ¿Recuerdas lo que pasó cuando Lorcaster logró su transformación?

—Sí —dijo Lug con los ojos cerrados—. Me encontré en una esfera que contenía miles de mundos. Podía elegirlos y verlos como a través de una ventana.

—Bien. Evoca ese recuerdo, concéntrate —lo instruyó ella, tomándolo del brazo.

Lug lo hizo.

—Oh —suspiró, fascinado al descubrir que la esfera se hacía real a su alrededor.

—Usa el dedo de la cicatriz. Toca un mundo —le dijo Lyanna.

Lug lo hizo, y de repente, una de las pequeñas esferas se agrandó y Lug pudo ver una ventana que mostraba una playa de arenas blancas, lamidas por las incesantes olas de un mar azul oscuro.

—Agranda la ventana —le dijo Lyanna.

—¿Tú puedes verlo? ¿Puedes ver la playa? —preguntó Lug.

—Mientras esté sosteniendo tu brazo, comparto tu experiencia, sí —respondió ella.

—¿Cómo la agrando?

—Haz un gesto con tu mano, da la orden, usa tu instinto.

Lug hizo un gesto de barrido con su mano y la ventana se agrandó para convertirse en una amplia puerta.

—Muy bien —aprobó Lyanna—. Ahora solo tienes que dar un paso hacia adelante y atravesar el portal, entrar en la playa.

Lug lo hizo, arrastrando a Lyanna con él.

—Abre los ojos, papá —le susurró ella al oído.

Lug abrió los ojos, y al hacerlo, sus otros sentidos se abrieron también a este nuevo mundo: respiró el aire salado, sintió una brisa fresca que venía del mar erizar su piel, escuchó el sonido de gaviotas lejanas. Miró hacia atrás, pero el portal que lo había depositado en la arena de esa paradisíaca playa ya no estaba, se había cerrado y había desaparecido.

—Ly... —llamó con preocupación.

—Aquí estoy —respondió ella—. Estoy a tu lado —le apretó el brazo para darle seguridad.

—El portal ya no está —señaló Lug, nervioso—. ¿Cómo vamos a volver?

—De la misma forma que vinimos aquí —explicó ella con naturalidad.

Lug volvió a cerrar los ojos e invocó la esfera nuevamente. Vio la cuadrícula llena de pequeñas bolas que eran los mundos.

—Ly... —volvió a llamar Lug a su hija—. ¿Cuál de todos estos mundos es el Círculo? ¡Hay miles!

—Tranquilo. Solo visualiza el estanque en los jardines de la escuela, tal como lo hiciste con el Tiamerin para viajar desde el otro mundo. El principio es el mismo que para la teletransportación.

Lug respiró hondo e imaginó el estanque, el sendero, el banco, las plantas verdes del jardín, las flores... Levantó su mano izquierda y apuntó con el dedo de la marca. La enorme esfera rotó hasta que el mundo que él buscaba estuvo a su alcance y se abrió otra vez una ventana. Lug descubrió con alivio que mostraba el jardín de la escuela. Agrandó la ventana como Lyanna le había enseñado y dio un paso hacia adelante. Lyanna lo siguió sin soltarse de su brazo. Al abrir los ojos, se encontró con su hija otra vez en el Círculo.

—Eso fue increíble —murmuró Lug, con la adrenalina todavía fluyendo tumultuosa por su cuerpo.

Ella sonrió complacida. Los dos se volvieron a sentar junto al estanque.

—¿Puedo preguntarte algo, Ly?

—Claro, lo que sea.

—¿Desde cuándo lo supiste?

—¿Qué cosa?

—Todo, lo de Lorcaster, lo de Avalon y el Ojo Verde, lo que iba a sucederme cuando me apoyaron el Tiamerin en el pecho... —enumeró Lug.

—La unión con la Tríada me devolvió mi identidad, mi conexión con Lorcaster, y con ella, tuve acceso a toda la información necesaria para poder llevar a cabo el plan que podría beneficiar a todos, incluido Lorcaster. A la única que no pude salvar fue a Nemain.

—Lo siento.

—No, está bien —dijo ella—. La forma en que yo pretendía salvarla no era la correcta de todas formas. Ella atrajo el fuego de su purificación, y yo aprendí una valiosa lección.

—¿Qué lección?

—Que las líneas de tiempo nunca se pueden controlar en su totalidad y está bien que así sea. El destino puede romperse con actos de libre albedrío. De otra forma...

—Volveríamos al Círculo viciado de Wonur —completó Lug—, en vez de avanzar por la libertad del Espiral.

—Así es —confirmó ella.

—¿Cómo sabías que volverme la Llave de los Mundos cumpliría uno de mis anhelos más preciados?

—No hacen falta poderes especiales para eso —sonrió ella—. Toda tu vida, desde que entraste al Círculo por primera vez, has estado pendiente de distintos portales. El tránsito entre el Círculo y el otro mundo siempre ha sido tortuoso y complicado, dependiendo de cúpulas de energía e innumerables variables restrictivas. Ahora todo eso es obsoleto, pues puedes trasladarte cuando y desde dónde quieras, llevando a quien quieras contigo. Ni siquiera necesitas un instrumento que te ayude a hacer el traspaso de un mundo a otro. Y no solo eso, ahora tienes acceso a muchos mundos más. Es el poder de tu padre, multiplicado.

—Mi herencia, sí —asintió Lug—. Gracias, Ly.

—Fue un placer —lo abrazó ella con cariño.

LORCASTER - Libro VII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora