I. Tormento

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"...Ojos de anhelo.
Luz de luna en tu rostro.
Canción en el violín de mi alma.
Quiera Allah llevar a tí la ternura de mi palabra, oh, mujer lejana,
Mi añoranza e ilusión..."

...

Ibrahim, seguridad personal de Su Majestad, El Sultán del Mundo, Sultán Suleyman el Magnífico, repasó la hoja de papel amarillento una y otra vez con la mirada. Con claridad recordaba los ojos azules de un fondo verdoso, la blanca piel con rosadas mejillas, los labios carnosos y la línea suave y ovalada de la barbilla, el rojo cabello de fuego...

Y lanzó el poema a la hoguera una vez más.

Aquello era traición. Traición directa.

Aleksandra era la favorita de Suleyman. Y según sus propias palabras, no era una concubina cualquiera. Se veía en la mirada del Sultán. Había fuego en ella. Fuego que la joven de Rutenia había encendido en él y que no se apagaría fácilmente.

Estaba arrepentido de haber sido él quien entregase a Aleksandra a Suleyman para ser su concubina. Estaba arrepentido de creer que Aleksandra sería su aliada por ser ortodoxa antes de su llegada al palacio.
Pero se arrepentía mucho más porque ya no podía ser suya.

Dejó el pensamiento de lado y se ajustó la bata de hilos de oro que Suleyman le regalase con motivo de su ascenso de chambelán de la cámara a encargado del harem o también conocido como guardia personal.

Además de los Aghas, Ibrahim también tenía acceso al harem y a hacer todo tipo de averiguaciones e investigaciones sobre cualquier cosa.

Debía conocer a cada muchacha y elegir a las que entrarían al Camino Dorado. Es decir, los aposentos privados de Su Majestad.

Aleksandra, sin embargo, le había parecido diferente. Más sonriente y desparpajada que las otras. Con una palpable falta de refinamiento pero también con una chispeante inteligencia y una belleza que equiparaba gratamente a su cerebro.

Podía ser una enemiga peligrosa si llegase al sitio adecuado dentro de la jerarquía del Imperio.

Desechando el tema de su mente, Ibrahim Paša salió de sus propios aposentos, los que había ganado gracias a su nueva posición como guardia personal de Su Majestad y se dirigió a los aposentos de éste, que, le había mandado llamar para mostrarle algo.

Esclavo del ImperioWhere stories live. Discover now