Capítulo 1: "Cuando la vida te da limones..."

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El despertador la sobresaltó más de lo usual. Probablemente no habría sido el caso si no se hubiese quedado hasta las cuatro de la mañana la noche anterior practicando una pieza que le habían dado en clase. Pero, siendo de otra forma, allí estaba: un lunes y ya quería que volviera a llegar el fin de semana. Podía dormir una pequeña siesta más tarde, ¿verdad?

A paso rápido y evitando intencionalmente el espejo para no ver sus ojeras, se preparó para llegar a la universidad. Afortunadamente vivía cerca, de caso contrario, la media hora de anticipación de la alarma no le alcanzaría. Se trenzó el cabello, alimentó a Luna y pasó el café demasiado caliente a una velocidad poco aconsejable; tomó su mochila, la bolsa de sus runas y su teclado, y partió hacia su primera clase de la mañana. Algo le decía que el día no sería demasiado tranquilo.

Llegó -algo agitada- cinco minutos antes de que comenzara la clase, lo cual apenas le dio tiempo suficiente para armar el instrumento y colocar las partituras en su soporte antes de que el profesor ingresara al salón con un ceño fruncido y una expresión de pocos amigos. Nunca creyó que la universidad de música le diese más miedo que la de medicina, pero allí estaba. Los artistas solían ser más temperamentales, ¿no?

Lo positivo de las clases en la Universidad de Música de Bucarest era que cada uno estaba demasiado inmerso en su propio trabajo y no abundaba el tiempo para conversar en medio de clases. Las ventajas que eso suponía para Liv eran principalmente dos: no evidenciar lo poco fluida que seguía siendo en el rumano y no demostrar su carencia de amigos en la segunda semana de clases. Ambas cosas resultaban un poco tristes.

Finalmente, varias horas más tarde, un zumbido en los oídos y un poco de tendinitis después, las clases se dieron por finalizadas. No quería sonar delicada pero consideraba que un descanso cada tres horas al menos era una buena técnica de pedagogía. Pero ciertamente no sería ella quien se lo dijera al profesor Ionesco, no quería ponerse del lado malo de esa mirada intimidante.

Reprimió un bostezo mientras guardaba sus partituras, necesitaba unas horas de sueño, un café o un baldazo de agua fría, lo que fuese que estuviese más a la mano. Adoraba haber vuelto a la rutina de veinteañera normal pero era muy poco estimulante y parecía como si toda la adrenalina hubiese abandonado su cuerpo para no volver. Necesitaba encontrar un hobbie, o tal vez un trabajo, para variar.

En medio de sus cavilaciones, tardó en notar al muchacho que se encontraba parado frente a ella con una sonrisa agradable. Peter, su nombre era Peter. Se había presentado con ella el primer día y casi no se había reído de sus tentativas de hablar en rumano. Peter le caía bien. Probablemente hablar con alguien sería fructífero para mejorar su fluidez, considerando que la alternativa era volver a hacer sobre abuso de las runas. Y no quería tener que ceder ante su madre de esa forma.

—Hola —tardó en hablar. Al menos estaba un cien por ciento segura de que esa palabra la había dicho bien— ¿Qué sucede? —preguntó un tanto brusca pero, en su defensa, las únicas dos neuronas que tenía despiertas estaban esforzándose demasiado en aparentar que hablaba el idioma

¿Cómo se pedía café en rumano?

El muchacho pasó una mano por su corto cabello. Estaba algo nervioso, Liv no necesitaba estar demasiado despierta para notarlo. Pasó la lengua por sus labios en un gesto ansioso y luego volvió a guardar la mano en su jean. La pelirroja estaba comenzando a reconocer el patrón y no le agradaba lo que vendría.

—Quería saber si tenias planes para el almuerzo —comenzó, comprobando la teoría de Liv, eso era un pedido para una cita en sueco, en inglés o en rumano—, y si no, invitarte a comer algo en mi departamento —y ahí estaba el remate. Liv tuvo que poner todo su esfuerzo en no dejar que su descontento se viera reflejado en su expresión. El pobre Peter no tenía la culpa de nada.

No era que no le pareciera atractivo ni nada por el estilo. Tal vez solo un poco egocéntrico, pero ella no estaba libre de pecado. La Liv de principio de año no habría dudado en aceptar la invitación y probablemente hubiera pasado un muy buen rato con él. Pero la Liv que estaba allí, la de septiembre, la que había atravesado todos los sucesos de Sokovia, aún tenía algunas reservas respecto a volver al mercado. No quería involucrarse con nadie más, no cuando todavía despertaba sobresaltada por el sonido de las balas impactando contra Pietro en sus sueños. No estaba lista para avanzar sin volver a abrir la herida.

—Gracias Peter —dijo con la expresión más amable y el tono de voz más suave del que fue capaz—, pero acabo de salir de una relación y terminó muy mal —en realidad no estaba mintiendo, pero estaba segura de que los pensamientos del muchacho no irían directo a que habían acribillado a su novio—. No creo estar lista para involucrarme con nadie más. Lo lamento —puso una mano sobre el brazo del muchacho con intención de suavizar el rechazo. Después de todo, era su compañero y debería seguirlo viéndolo al menos por lo que restaba del semestre.

—No puedes culparme por intentar, ¿verdad? —afortunadamente, Peter sabía lidiar con el rechazo con mucha clase. Eso volvería toda la situación menos incómoda en los días venideros, o eso esperaba Liv—. Nos vemos en clase —la saludó con un gesto de su mano antes de salir del lugar y permitir que la chica expulsara el aire que estaba conteniendo en sus pulmones.

En serio se estaba oxidando en el tema de las relaciones humanas.

Empacó sus cosas y salió del edificio, rumbo a su casa nuevamente. Apenas se encontró en la calle, el tema de Peter abandonó su mente y Liv redirigió sus pensamientos hacia un problema más real, más práctico y, probablemente, más fácil de solucionar: conseguir un trabajo. Sí, su pequeño truco de la alquimia con rocas para convertirlas en oro era bastante eficiente y la ayudaba a salir del paso, pero seguía sintiéndose como si su madre le pasara una mensualidad para sobrevivir y no le gustaba el sentimiento de dependencia.

Si planeaba continuar con todo el numerito de «chica normal con una vida normal» tendría que comenzar a actuar como una. Y, por otro lado, un trabajo se oía como la perfecta oportunidad para interrelacionarse con las personas del lugar y conseguir un mejor dominio del idioma. Y si conseguía trabajo tocando el piano, también sería práctica para la universidad. Era ganancia por todos lados y no sonaba como algo imposible.

Además, siempre podía mentir con la experiencia laboral gracias a Stark Industries.

Llegó a su edificio en medio de aquellos pensamientos que la ayudaban a organizarse y a integrarse en la vida adulta sin morir en el intento. Pero lo que en realidad la mataría sería el incómodo teclado que debía cargar todos los días como si fuese una tortuga ¿Era tan difícil poner casilleros para que los guardaran? Colocó un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja antes de comenzar con los malabares diarios para encontrar la llave dentro de su mochila ¿Cuando aprendería que debía ponerla en el bolsillo externo para evitar esas complicaciones? Aparentemente la respuesta era nunca.

Pero, antes de que ella pudiese dar con su llave, alguien más abrió la puerta y la sostuvo para que Liv pudiese pasar, atrayendo la atención de la chica, quien pudo jurar haberse quedado con la boca abierta un segundo más de lo necesario para que fuese vergonzoso. En su defensa, el hombre que tenía en frente lo había provocado.

Su gorra parecía un intento por pasar desapercibido, pero era uno muy infructuoso. Aún debajo de ella, Liv pudo distinguir los brillantes ojos azules que la observaban fijamente. Demonios, mentiría si dijera que alguna vez había visto unos ojos más hermosos. Sentía la necesidad de llevárselo a casa e identificar cada uno de los tonos que los componían. Por suerte sus pensamientos no rozaban lo obsesivo.

La expresión seria del hombre hizo que se le secara la boca. No hacía más que resaltar su mandíbula, la cual ya era bastante definida sin ayuda. Liv amaba las buenas mandíbulas. Su barba de un par de días completaba la imagen de una forma perfecta. Alguien necesitaba hacer un retrato de ese tipo para que Liv lo comprara y colgara en su habitación.

—Adelante —apenas reconoció la palabra que el extraño había dicho en rumano por haberse quedado contemplandolo demasiado ensimismada.

En su defensa, el atractivo de aquel hombre no se detenía en su rostro. Su espalda instaba a Liv a tomar una siesta sobre ella, pero la chica ya había perdido cualquier rastro del sopor que la había dominado toda la mañana. Y los pensamientos respecto a sus brazos no podían considerarse comentarios aptos para todo público.

¿Qué había sucedido con su decisión de permanecer fuera del mercado? La última vez que lo había revisado, Liv no era tan hipócrita.

Warzone Lover || Bucky Barnes (Warzone Legacy 2)Where stories live. Discover now