Emilio se estiró sobre el buró a un lado de su cama y sacó un pequeño botecito que tenía escrito: lubricante.

Sentí mis mejillas arder y no quise seguir mirando. Enserio esto iba pasar, él me iba a penetrar. Me pregunté en qué momento y lugar, Emilio fue a comprar eso.

Sentí mi prenda interior deslizarse por mis muslos hasta retirarse por completo. Volví a mirar a Emilio, tenía la mirada ennegrecida y estaba muy concentrado admirando mi desnudez. Tuve el impulso de taparme, pero él manoteó mis brazos.

-Me da pena- susurré avergonzado.

-¿Por qué?

-No lo sé. Nunca nadie me había visto con tanta atención y peor... Estando desnudo.

-Me gusta tanto escuchar eso-cerró los ojos por un momento y cuando los volvió abrir su mirada brillaba por la excitación- Nadie te ha visto de esta forma y nadie jamás lo hará. Tú cuerpo es mío desde este momento-acarició mi abdomen y me estremecí ante su tacto- Tienes que saber que... No comparto lo que es mío-le costaba respirar y a mí igual.

Su mano se aferró a mi pene y comenzó a masturbarlo. Yo cubrí mi boca para evitar que se escaparán mis gemidos, pero él paró de inmediato y me miró enfadado.

-¿Por qué te callas? Quiero oír tus gemidos. Saca tu mano-me rehusé- Joaquín...-amenazó.

Un golpe en mi muslo me hizo gritar.

-Hazme caso o seguiré pegándote, lo que no quiero hacer.

Obedecí y retiré mi mano. Emilio sonrió de una forma escalofriante y siguió masturbándome. Yo me odiaba y horrorizaba; sus golpes me excitaban.
Emilio se cernió sobre mí para besarme. Sus labios me reclamaban ansiosos y su lengua profanaba mi boca de muchas formas. Los sonidos de nuestras lenguas enredándose podían escucharse. Yo ya no podía controlar mis gemidos y sentía que en cualquier momento me vendría en su mano.

-Voy, ah, voy... Ah, a venir, venirmee-jadeaba en su boca.

-Córrete-gimió él encantado y solo eso necesité para descargarme.

Me aferré a sus brazos y estiré todo mi cuerpo sintiendo los calambres bajos. Eché la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y vi estrellas coloridas entrando por el techo y alumbrando el cuarto.

Mi respiración se escuchaba ruidosa y trataba de recuperarme de mi reciente orgasmo, cuando vi que Emilio sostenía en alto su mano con mis fluidos. Me llené de vergüenza. ¿Por qué hacía eso? Pronto supe la respuesta. Emilio se llevó los dedos a la boca y los saboreó. Yo abrí los ojos, sorprendido y encantado. Mi pene dio un brinco. Me estaba excitando de nuevo.

-Sabe dulce-ronroneó- Sabes muy dulce-sonrió con mis fluidos en su boca-Mucho mejor que el jugo de una mujer.

Eso me molestaba. ¿Por qué siempre tenía que compararme con una mujer?

-Joaco...-comenzó a masturbarse él mismo- Necesito que respires y te voltees ahora mismo. Estoy necesitado de ti. Rápido.

Tenía miedo, pero obedecí de inmediato. Me volteé rozando mi pene sensible con las sábanas.

-¡En cuatro!-ordenó demandante.

Yo tragué saliva y me preparé mentalmente para lo que se avecinaba. Me apoyé sobre mis codos y puse mis piernas en la posición que él me había ordenado. Mi trasero estaba perfectamente levantado y mi cabeza apoyada sobre la almohada. No quería mirar, no estaba listo, pero eso no le importaba a Emilio. Me forcé a mí mismo a relajarme y respirar, para así evitar que doliera más.

Deseo # 1Where stories live. Discover now