Volpina

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¿Quien podría culparla por querer vivir en una perpetua ilusión?, ¿Era acaso un delito poner algo de glamour a su insulsa vida?, siempre alejada por su familia, desdeñada por sus compañeros y subestimada por aquellas cuatro o más bien tres malditas arpías.

Su pulso no tembló cuando una vez más Hawk Moth la reclamó, de nuevo sería la mano izquierda de la verdadera justicia. Acabaría con aquellos que obstaculizaban la cruzada de su señor, ¿y por qué no?, entremedias se encargaría de las déspotas que tantas veces la habían humillado.

Desde pequeña comprendió que la verdadera manipulación no estaba en lo que se dice sino en lo que se escucha, hacerse de secretos inconfesables, de hechos bochornosos y verdades abrumantes era hacerse de un arsenal inconmensurable que en las manos adecuadas eran una poderosa bomba de relojería.

Tanto como Lila Rossi así como Volpina era una mujer enamorada, sentía un profundo amor por el poder, el lujo y ver su presencia en los tabloides internacionales. Amor por algún día hacer reales sus ilusiones y en sus manos fue a caer el instrumento para conseguirlo, Adrien Agreste.

El ligero impulso del coche al estacionarse la trajo de nuevo a la realidad dejando para otro momento los recuerdos del ayer.  Al ver por la ventanilla, frente a ella se alzaba la fachada del área de psiquiatría del hospital Sainte-Anne, mostrando una sutil sonrisa se despidió de su acompañante y bajó del vehículo.

Guiada por una enfermera recorría el mismo camino entre pasillos y pabellones que una vez al mes disfrutaba de hacer. La diligente enfermera se despidió de ella al dejarla frente a la puerta con el número 5341, como tantas veces retocó el carmín y comprobó que su imagen fuera perfecta y tomando el picaporte abrió la puerta.

Era una sencilla habitación limpia de todo, con una ventana enrejada que daba a un descuidado jardín, una cama de noventa, una mesa y una única silla de madera lacada en blanco ambas. Sentada a la orilla de la cama una mujer de rubios cabellos con la mirada extraviada y la espalda encorvada rompía en pequeños trozos una hoja de papel y que al parecer por la cantidad de trozos que había en el suelo llevaba todo el día haciéndolo.

- Hola Chloe. – solo en el saludo se mostraba su satisfacción – Que alegría ver que sigues como siempre.

La ausente mujer no prestaba atención a las palabras, ella seguía en su repetitiva labor, mientras que su visita se movía hasta quedar frente a ella.

- ¿Ahora ya no te importa Adrien?, tsk, tsk, tsk, nunca debiste interponerte entre nosotros, - le reclamaba socarrona – él siempre tan inocente y tú queriendo proteger a tu querido amigo de la infancia. ¿Y todo para qué?, para haber acabado aquí.

Una sonrisa sarcástica se mostró en sus rojos labios al recordar cómo había destruido el imperio de los Bourgeois, la caída de la carrera política de André Bourgeois al ser señalado por malversación de fondos públicos y cohecho. El devastador incendio del hotel Le Grand Paris provocado por culpa de uno de los tantos desplantes egoístas de Chloe y como colofón a este cúmulo de inexplicables desdichas la muerte de Sabrina Raincomprix a manos de su mejor amiga, esto último dejo a la hija de los Bourgeois en un perpetuo estado catatónico.

- Me tengo que ir Chloe, como siempre ha sido un placer verte. – se acercó a ella y con un desplante de arrogancia deposito un beso en la pálida mejilla, dejando marcado su carmín - Te veré el próximo mes.

November Evil Where stories live. Discover now