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Historia:

Érase una vez un niño que tenía muchísimos juguetes. Uno de sus juegos preferidos era el de hacer la guerra con sus soldaditos de plomo. Cuando se los regalaron, se dio cuenta de que a uno de ellos le faltaba una pierna a causa de un defecto de fábrica. No obstante, mientras jugaba, colocaba siempre al soldado mutilado en primera línea, delante de todos, invitándolo a ser el más valiente.

Pero el niño no sabía que sus juguetes durante la noche cobraban vida y hablaban entre ellos, así fue como un día el soldadito pudo conocer a una gentil bailarina, también de plomo. Entre los dos se estableció una corriente de simpatía y, poco a poco, casi sin darse cuenta, el soldadito se enamoró de ella.

Las miradas insistentes y los suspiros del soldadito no pasaron inadvertidos por el travieso que estaba encerrado en una caja de sorpresas. Finalmente, una noche, el travieso estalló.

-¡Eh, tú, deja de mirar a la bailarina! -el pobre soldadito se ruborizó, pero la bailarina, muy gentil, lo consoló:

-No le hagas caso, es un envidioso. Yo estoy muy contenta de hablar contigo.

Y lo dijo ruborizándose. ¡Pobres estatuillas de plomo, tan tímidas, que no se atrevían a confesarse su mutuo amor!

El travieso al observar que el soldadito ignoraba todas sus peticiones decidió acercarse a la bailarina, quien era más fácil de persuadir.

-Ugh, bailarina, ¿Por qué te gusta ese soldado? Él no te puede ofrecer lo que los demás sí, tan solo míralo, no es suficiente para una dama tan bella como tú- le dijo persuasivamente el travieso.

-¿Por qué dices eso?- preguntó con tono molesto.

-Solo tiene una pierna, no tienes que pasar por todas las adversidades que implica estar con él, ¿en verdad quieres pasar el resto de tu vida amando a alguien incompleto?- exclamó el soldado.

-Entonces...¿Qué debo hacer?

Soldadito de plomoWhere stories live. Discover now