Retroexcabadora

300 29 14
                                    

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.Este escrito surge por petición de Jazmin, la idea de Luisa.

_________________________________________________

–En serio hermano, no sé qué mierdas hago acá, además, un idiota me acaba de criticar... El imbécil dijo que estaba bien vestido, pero mis brazos parecieran de un recluso, ¡me llamo pandillero el muy infeliz!

–Bro, te lo advertí, Japón no es precisamente tolerante con eso.

–Jipin ni is tilirinti, ¡bah!, que se metan su moral por...

–¡Taiga!

El silencio tras la advertencia fue roto por una carcajada estruendosa de parte del quejante.

–Oh hermano, ese tipo trabaja para la constructora.

–¿Debo prepararme legalmente?

–Naa, el sujeto me divertirá la suficiente hasta que papá venga.

Y si Lucifer tuviera un hijo, Kagami Taiga sería digno de llevar la sangre de aquel ángel caído.

No obstante, regresemos unas horas atrás en el día, principalmente en el aeropuerto donde arribaba un muy fastidiado Taiga. El hombre de veintinueve años daba el ancho para un hombre que pertenecía al mundo bajo o era algún deportista, su metro setenta y seis, músculos trabajados, piel trigueña, cabello rojo rebelde, ojos animales y, para adornar el pastel de tal espécimen, unos increíbles tatuajes situados a lo largo del cuerpo, eran toda una obra de arte de la masculinidad en carne; tal que posiblemente Bernini o Miguel Ángel estarían encantados por tallar en el mármol.

Taiga se encontraba no sólo fastidiado, sino hastiado y muy cansando ante tal vuelo, sin contar con las miradas de desagrado por sus tatuajes. Bien, quizá eran extraños, pero eso no les daba el derecho a verlo, bien podían observarlo o simplemente ignorarlo, pero oh no, las personas con su maldita morbosidad le seguían como las abejas a las flores. El agente de migración le pregunto lo mismo durante una hora, ¿qué si era japonés? ¿Qué si entraba por cuestiones ilícitas o laborales? ¿Qué si su nombre era realmente el que decía sus documentos?

Varias veces estuvo tentado a decirle, no, cómo cree, vengo a Japón a matar mujeres, comprar droga y armas.

Afortunadamente alguien de allá arriba se apiado de él, pues el agente le dejó libre por cambio de turno. Sus maletas fueron otro cantar así como el taxi.

Ahora estaba ahí, fastidiado, vestido con un traje a medio vestir porque el calor era terrible en aquella época del año en la ciudad. Necesitaba con urgencia una cerveza o un baño, se sentía mierda. Con maletas en mano se encaminó a recepción, donde agradeció que la estancia tuviera clima, desabrocho un botón más; el calor era impresionante, ni siquiera en Texas sentía tal subidón.

Tierra trágame y escúpeme en alguna playa tropical.

Taiga se encontraba en sus lamentos que no noto que de una puerta salían varios hombres, quienes vestían pantalones y camisas de mezclilla con manchas de tierra en ellas, acompañados por botas y cascos. Algunos discutiendo, otros riendo por la jornada laboral pasada. Ni siquiera noto como todos los presentes se le quedaban viendo.

­–Quiero una cerveza.

–Puedo ayudarte con eso.

–¡Puta mierda!

Aomine Daiki era un hombre tranquilo, pocas veces se alteraba, pero ver aquella belleza exhibida en la recepción pudo con él. Saliendo de una jornada larga con algunos contratiempos en la obra, fue un bálsamo ver aquel ser ahí, postrado como si la estancia fuera hecha exclusivamente para él. Recargado en sus antebrazos, sus piernas levemente abiertas siendo marcadas por el pantalón de vestir, la camisa tinta y el chaleco resaltando su pecho y caderas, babeo.

ConstructoraWhere stories live. Discover now