| • Capítulo 6 • |

Start from the beginning
                                    

Entonces sucede algo inesperado: el pato suelta el zapato y huye, corre en dirección opuesta como si lo persiguiera un fantasma. Le permito escapar porque forcejear con el me ha dejado sin muchas ganas de seguir peleando. Estoy a punto de cantar victoria cuando entiendo por qué se ha marchado.

—Ah, es el pato pakistaní de mi hijo. Es inofensivo —advierte la voz de Adacher desde la entrada.

Maldigo entre dientes y me hago bolita bajo el escritorio. Quizá solo este ahí por un par de hojas blancas... ¡Tal vez olvidó el portafolio! Nunca se sabe.

Tranquila, Danya, solo serán unos minutos, me repito.

—Adelante, señor Bellasario, póngase cómodo —lo invita con un tono cordial, uno que jamás ha usado conmigo.

Comienzo a golpearme la frente contra el escritorio porque lo merezco por cabezota, pero luego recuerdo que hago ruido y me detengo. Ya habrá tiempo para la autoflagelación después.

Adacher se sienta detrás del escritorio y todo marcha bien, hasta que decide acercar la silla reclinable y me pega con la rodilla en la nariz.

Me trago un alarido de dolor y me llevo la mano a la nariz. No tarda mucho en comenzar a sangrar. Noto que Daniel se ha quedado muy quieto y siento la ola de tormenta venir después de la calma. Estoy en serios problemas.

Cuando Daniel inclina hacia atrás la cabeza y se hace algo de espacio para ver debajo del escritorio, me encuentra con la nariz sangrante, una sonrisa abierta y un decadente saludo con la mano libre en alto.

Adacher cierra los ojos y se reclina sobre el escritorio, como si buscara ocultarme ahí por horas. Quizá lo haga, sería un buen castigo.

—Y dígame, señor Adacher, ¿cómo piensa convencer a nuestra empresa de que usted es un hombre serio y profesional? —comienza el extraño frente al escritorio.

Conozco esa voz. Sé que la he escuchado en algún lugar, pero no recuerdo dónde.

La sangre corre hacia mi boca y empiezo a crear un plan de contingencia urgente. Todas mis ideas implican usar mi calcetín o el de Daniel Adacher para bloquear la hemorragia.

—Le aseguro, señor Bellasario, que nada me interesa más ahora que mi trabajo —asevera, pero, como quien no quiere la cosa, señala con leves golpecitos con el pie, un cajón del escritorio—. Puede estar seguro de que mi trabajo con la empresa PATEUR será impecable.

Meto la mano al cajón que Adacher me ha señalado y encuentro un rollo de papel higiénico que corto con cuidado antes de volver a meter la mano debajo.

No demoro mucho en formar un tapón con papel y ponérmelo en la nariz. Sé que no frenará la hemorragia de inmediato porque necesito mucho más con la dosis de corticosteroide que estoy tomando, pero al menos va a contenerla un buen rato.

Un minuto.

PATEUR.

¡PATEUR!

¡Maldita sea!

—Así que solo le interesa el trabajo —sopesa Bryan Bellasario como la víbora que es, antes de cazar a su presa.

—Estoy completamente enfocado en mi carrera profesional.

Bryan ríe con simpatía y yo tengo que cerrar mis manos en puños para no saltarme directo a la yugular como el pato con mi zapato.

Bryan fue el primer hombre en darle la espalda a mi padre cuando salió a la luz todo el asunto del fraude. Papá había cometido un error garrafal y se vio involucrado con algunas bandas criminales, lo sobornaron para hacer un par de movimientos de efectivo ilegal y ninguno de sus amigos hizo nada. La cabecilla del grupo de cobardes era Bryan.

El Café Moka de ParísWhere stories live. Discover now