| • Capítulo 6 • |

Comenzar desde el principio
                                    

—¿No es su madre?

Daniel comienza a hojear una carpeta de cuero negro y responde sin mirarme:

—No.

Dakota, que no ha dicho ni una palabra desde que Daniel nos llamó e hizo la presentación más rápida y absurda del universo, resopla con fastidio.

—No está tan desesperado.

—Dakota —Adacher canturrea su nombre amenazante.

—Al menos no todavía —añade la rubia.

—Dormirás en el diván. —La señala Daniel con un tono duro, pero, aunque su semblante parece irreprochable, en sus ojos hay una diversión innegable.

Dakota resopla y da media vuelta para marcharse.

—Muérdeme.

Su hermano, que ya no puede ocultar una sonrisa ladeada, vuelve al asunto de los papeles y yo tengo que hacer un esfuerzo por no reír bajito; no sé cómo pueda tomarlo mi nuevo verdugo, pero Dakota parece una chica simpática.

—Tu contrato. —Me acerca un grupo de cuatro hojas en una carpeta de piel con algún logo extraño en el centro—. Es un contrato de dos meses, en los que estarás a prueba. Si por alguna extraña razón sigues aquí para entonces y, si por alguna todavía más extraña razón, tu trabajo ha sido satisfactorio, se te ofrecerá un contrato por un año entero.

Leo el contrato e ignoro su evidente tono ofensivo. No cree que vaya a durar demasiado, pero justo ahora no estoy en posición de negociar o sacar las uñas. Subestima el poder de mi orgullo. Ya tendría tiempo para escupirle a su sopa después o algo por el estilo. Entre más gérmenes mejor.

—¡¿Ochenta dólares por hora?! ¡¿Es en serio?! —exploto cuando llego a la parte de la remuneración.

Este tipo está demente.

—¿Es muy poco?

—¡¿Qué si es poco?!

¡Estaba alucinando!

En cambio, él resopla.

—Está bien, serán noventa.

Toso luchando por no ahogarme con mi propia saliva y asesinarme antes de que el lupus lo haga.

—¡¿Noventa dólares?!

Pero de verdad que este hombre tiene algo duro en la cabeza.

—Está bien, serán cien, pero no más. Estás a prueba y si luego de eso sobrevi... Lo haces bien, podremos considerar un aumento, ¿está claro?

Lo miro petrificada. No tengo idea de cómo responder a la oferta. Apenas soy capaz de balbucear un cortado «claro» y firmar como si la tinta de la pluma tuviera cronómetro de uso.

—Listo. —Le entrego el contrato y no espero su respuesta. Salgo pitando antes de que cambie de opinión.

¡Cien dólares!

Menudo idiota.

****

Muy bien, me están pagando poco por esto.

El maldito pato pakistaní no ha dejado de caminar en guardia por toda la cocina. De vez en cuando nuestras miradas se cruzan, me lanza un graznido y vuelve a la acción hasta que yo ruedo los ojos y trato de concentrarme en mi misión: leer un poco del manual mientras Dakota se da un baño y el Cerebrito hace su tarea de matemáticas.

Se supone que debería ayudarle con las cuentas, pero ni de chiste voy a sacar adelante esa misión. Cuando fracasé en la primera cuenta, Dan me aseguró que podía hacerlo solo y me regaló un poco de paz.

El Café Moka de ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora