Capítulo 2

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     Lo había dado  todo por  su trabajo. Dedicación plena.  Cuando estaba encerrada en la zona estéril, con los ojos clavados en su BMS C2-220, no existían...  ni sus hijos. La  concentración y una mente   despejada  era  algo  esencial  para  poder  llegar  a   las conclusiones   acertadas   o,  como  por  desgracia    sucedía   la mayoría de las veces, poder llegar a algún tipo de conclusión.

      ¡Despedida sin  más! - pensó Maite, sumida  en  el desanimo-Lo  veía  venir.   Sus  compañeros  de   equipo  se  habían  ido  de manera gradual,  y  no  precisamente  por voluntad   propia. Ella era la última en abandonar el fuerte. 

     La investigación,  aquel  objetivo  en  el   que  había   centrado su  crecimiento  como  profesional,   se  archivaba; el  no   haber  obtenenido resultados  satisfactorios  durante cuatro  años,  y la falta  de  apoyo  económico,  propiciaron  que la junta  directiva  decidiese  dar  carpetazo  al  proyecto  y,  con  ello,  despedir    al equipo de investigación.

         El mundo de Maite se vino abajo. No tendrían problemas de dinero en casa, pero... además de no verse en ningún momento como  abnegada  ama  de  casa,   tampoco   se   encontraba   con fuerzas para buscar un nuevo empleo.  ¡Si es que lo encontraba! ¡Hablar  de  paro  estaba  al  orden  del día, encontrar trabajo era una quimera!  Ella  quería su independencia, la adoraba y temía perder esa parte de sí misma si centraba su vida en el hogar.

      Su hogar...  ese  habitáculo donde reinaba el silencio y la paz cada  vez  que  se asomaba al mismo,  o  al menos así lo percibía durante  las pocas  horas  que pasaba  en  él;  fueron  suficientes dos días en casa para  darse  cuenta de la escasez de momentos compartidos  ¿Cómo  hacer una  valoración exacta del ambiente imperante  en  ese hogar?  ¡Aunque  a  primera vista parecía que todo iba sobre ruedas!

      Maite,  disfrutó de  un merecido  mes  sabático después de su despido.  Cafés  con  amigas  que  llevaban  desatendidas  desde hacía  años,   mañanas  de  intrascendentales   compras  con   su madre,   recoger  a  sus  hijos  en  el   colegio,   ayudarles   con  el estudio...  Una  vida  que  siempre  había  entendido sencilla, sin agobios de  horarios,  pero  que ahora la axfisiaba. Sin embargo, por las noches,  cuando  hacía  recuento  de la productividad de su día, se venía abajo;  lo  más  lucrativo  era el momento en que ejercía de profesora sustituta de sus hijos;  lo demás se traducía en ir llenando espacios vacíos.

-----¿Sabes? -  En  su  dormitorio,  iluminado solo por  la  luz que entraba de la calle,  Nino la retenía entre sus brazos después de su  pequeño  juego  sexual-.  Me gusta encontrarte en casa cada vez que abro la puerta.

-----No  sé  cuánto  tiempo  aguantaré así. - "No tenía  que haber dicho eso", se recriminó enseguida,  al notar cómo el  cuerpo de su marido se tensaba-. Me falta algo, Nino.

-----No lo entiendo. -  La  soltó  y  se  acomodó  boca arriba en la cama  con  las  manos  entrelazadas  tras  su  cabeza- ¡Los niños están  felices  de,  por  fin,  poder  disfrutar  de  ti!  No te falta de nada... Me gusta esa sensación de tenerte solo para mí.

-----¡Un momento! - exclama  con enfado   Maite  comenzando a encararlo, pero Nino se apresura a acallarla.

-----No te falta de  nada.  Vives como una reina,  haces de tu vida lo que te da la gana. Tus horas son tuyas y de nadie más...

-----¡¡Por ahí  sí que no paso!!  Mis  horas  son mías,  de los niños, de mis  padres...  y tuyas, cuando  se  te  antoja. - Los decibelios subieron  en  la  habitación.  El  Nino  cromañón  había  salido  a defender lo que creía correcto. Ese personaje no era santo de su devoción-  Es más:  las mías,  las  que  se  supone  que  son mías, siempre  están  supeditadas  a  vuestras  necesidades. - Tras esta última acusación,  saltó de la cama para encaminarse hacia la puerta del dormitorio.

Más allá del sentimientoWhere stories live. Discover now