Fue en ese momento de distracción que Yue Qingyuan logró su cometido. Reemplazando el objeto por una de sus propias manos, Shen Jiu entrelazó sus dedos de forma inconsciente. Incluso alguien como él...

—No, Qingge no tienes que contestar eso.

—¡Claro que sí! Cualquiera que no se haya dado cuenta de lo que siente es un...

—No. Eso no es asunto mío —prefirió decir con la poca paciencia que le quedaba, no había probado ni una gota todavía pero ya podía sentir un indescriptible ardor que le recorría desde la garganta hasta el fondo del estómago.

Entonces Shen Jiu se ríe, como si de verdad hubiera dicho algo divertido. Esos ojos color jade le miraban de arriba a abajo, la burla clara en esas delicadas facciones. Eran tan parecidos pero...

—Patético.

Yue Qingyuan le mira con algo que Liu Qingge de verdad no quiere interpretar como lástima.

—Xiao Jiu, quizás deberíamos retirarnos. Estoy seguro de que si hablamos con A-Yuan entenderá.

Shen Jiu chasquea la lengua, parándose precipitadamente del banquillo.

—Ciertamente...No soportaría estar aquí ni un rato más.

Yue Qingyuan se despidió con cordialidad, mientras que Shen Jiu tiraba de su mano en dirección a la salida más cercana, como si estuviera guiando a un perro y sin siquiera volverse a mirar a Liu Qingge por última vez.

Cuando le fue entregado su cóctel, le dio un largo sorbo. Mas, seguía con un mal sabor de boca.

De cualquier modo, no tuvo mucho tiempo para concentrarse en eso, porque en cuestión de minutos el asiento en que previamente estaba Shen Jiu había sido ocupado.

El hombre pidió una simple copa de vino tinto con una voz armoniosa, exudando carisma. El timbre no le era para nada familiar. Buscando una distracción, Liu Qingge se permitió mirarlo por el rabillo del ojo.

El perfil del sujeto era atractivo. Con la nariz recta y la mandíbula marcada por los años, pero con las cejas arqueadas de tal forma que hacían resaltar a sus ojos oscuros, dándoles una vitalidad juvenil. Se le hacía algo familiar, tenía el cabello rizado y oscuro, la sonrisa galante. Liu Qingge no se imaginaba de dónde podría conocer a un hombre así. De repente, aquellos ojos se fijaron en él con un destello inquietante. Tuvo que morder la bombilla que traía entre los labios con tal de evitar poner una expresión culpable al ser pillado mirando tan fijamente al extraño.

—A ti no te conozco, jovencito —esta vez el tono era algo juguetón, como si pudiera leer sus pensamientos y supiera que por dentro sentía vergüenza—. Pero eso no es problema, podemos compartir un rato. Dime Tianlang.

Quizás era el alcohol haciendo su magia, pero Liu Qingge podía sentir como su corazón palpitaba con fuerza. Bueno, ¿por qué no? La resignación de Mingyan y la mofa de Shen Jiu seguían frescas en su mente. Iba a demostrarles que podía ser distinto.

—Liu Qingge —contesta, girando el banco en su eje, dándole la cara al otro. La acción hizo que este levantara una ceja, apreciativo, su mirada recorriéndolo furtivamente a medida que ensanchaba la sonrisa. Un escalofrío recorrió su espina, tener los ojos del otro encima no era para nada algo desagradable.

—Ya veo, ¿puedo llamarte simplemente Qingge? Creo que es lo justo —ante su afirmación silenciosa, Tianlang se ve más que complacido—. Excelente, ahora cuéntame, ¿qué haces aquí?

El hombre era realmente encantador, Liu Qingge sentía como de a poco se dejaba llevar por él y era atrapado en su aura. No pasaron muchos segundos en silencio hasta que se decidió a contestar:

EfervescenciaWhere stories live. Discover now