Tanjirou se había concentrado. Inosuke había tardado milésimas en descifrar el punto en el que había decidido enfocar la vista.

—¡Me estás mirando el hombro derecho!

Blanco y en botella.

—¡Has acertado!

Entonces los sintió. Insectos. En el estómago. Aleteando y sembrando picaduras internas a diestro y siniestro. Debía ser porque estaban en la Finca Mariposa, donde anidaban toda clase de bichos. Era la explicación más razonable, e Inosuke se sintió orgulloso de que se le hubiera ocurrido.

Había sido divertido.

Durante un tiempo.

Dos semanas después, la había percibido

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Dos semanas después, la había percibido.

Una comezón familiar.

Como la quemadura de unas brasas.

—¿Me estás mirando la nuca? —había preguntado, volviéndose hacia Tanjirou con aire triunfal.

Al otro lado de la habitación, Tanjirou se abotonaba la camisa. Terminando de vestirse para enfrentarse al entrenamiento matutino. Su complexión no era nada del otro jueves. La estatura de Tanjirou languidecía en comparación con la del pilar de la roca. Inosuke tenía más músculo que él, así que no entendía por qué la línea que dividía sus pectorales se marcaba como si quisiera que la recorriesen, misteriosa y elástica.

—Sí —había respondido después de unos segundos. La sonrisa parcialmente velada por las sombras azafranadas que el amanecer todavía no había devorado, y que dibujaban charcos de negrura en el lienzo de la estancia.

—Vuelvo a ganar.

La dinámica se había repetido durante unos cuantos meses, hasta que Tanjirou había introducido un cambio que le había pillado desprevenido.

—¿Me estás mirando la nariz, Gonpachirou?

Tanjirou no le había contestado de inmediato, así que Inosuke había desviado la atención de sus nichirin para insistir. Se había limpiado los restos de aceite vegetal en el pantalón bombacho, había arrugado el papel de arroz que estaba utilizando para sacar brillo a sus espadas y se lo había arrojado a Tanjirou, apuntando hacia su entrecejo.

El chico lo había interceptado al vuelo.

—¿Te molesta? —le había preguntado, sin ánimo de entrar en provocaciones.

Inosuke podía desconocer ciertos conceptos modernos, como la existencia de los trenes o el trato que debía mantener con la policía japonesa siempre que se cruzaran con ella, pero no era idiota. Entendía que si le respondía que sí a Tanjirou era probable que no volviese a jugar con él. Su consideración para con el bienestar de los demás se lo habría impedido.

¿Me molesta?

Había meditado sobre ello, volviendo a bajar la vista hasta las hojas de acero. Cubriéndolas con una delicadeza inusual de uchiko; unos polvos naturales no abrasivos. Le desconcertaba que Tanjirou lo mirase de frente porque de esa manera se lo ponía mucho más fácil, y la gracia del asunto radicaba en que lo observase desde ángulos más cerrados. El reto era mayor así.

Touch (InoTan / NezuZen)Where stories live. Discover now