-¡Claro que me daré cuenta de que no estás, tontín!- le regañó cálidamente, ante aquella explosión de vida, varias personas se giraron a contemplarlos, sin tener nada mejor que hacer, pues los directivos aún no le daban el visto bueno al alumnado para ocupar sus lugares dentro del colectivo- ¿A quién voy a regañar por dejar su habitación hecha un desastre?- el muchacho simplemente rió- además, voy a extrañarte muchísimo- continuó liberándolo finalmente- prométeme que va a divertirte ¿sí?

- Voy a trabajar- se explicó el muchacho esbozando un deje de duda en sus palabras- no a divertirme, Gabriela- se mantuvo serio unos instantes, quería demostrar lo comprometido que se encontraba con aquel encargo tan pesado puesto sobre sus hombros.

-Solo no te quemes las pestañas con eso- le pidió nuevamente con paciencia, deslizando una de sus manos por el suave cabello negro del muchacho, que lacio como alguna vez fue el de su madre, parecía reacio a cortarlo- ¿Tienes todo?- preguntó con una voz preocupada mientras repasaba con la memoria aquella lista que había quedado sobre la mesada, un sinfín de ropa, mantas y cosas varias llenaban las valijas del muchacho que aunque no quisiera admitirlo, pesaban mucho como para llevar una en cada brazo... su padre hubiera podido hacerlo sin mucho esfuerzo, pero dado que no tenía interés en asistir a su despedida, el trabajo recaía sobre sus hombros.

-Claro, preparamos la valija juntos ¿no recuerdas?- respondió el muchacho antes de enseñarle una divina sonrisa juguetona que pasó a fundirse en una mueca de asco cuando el olor a un cigarrillo impregnó el aire, una muchacha de su edad decidió que la mejor manera de mitigar el estrés era fumar, el aroma a menta siguió aquel pobre intento antes de que el muchacho entrecerrara los ojos y suspirara- Que desubicada- sonrió nuevamente cuando la mujer le acomodó el flequillo con ayuda de sus manos- no va a desaparecer porque lo muevas de un lado a otro- dijo antes de dejar escapar una carcajada, ella odiaba como le quedaba el remolino que justo se le formaba en el centro de la cabeza, que ahora influía sobre un pequeño espacio de cabello sobre su frente- déjalo tranquilo.

-Está bien, pero no dudes que te lo cortaré cuando duermas- bromeó viendo como los ojos del muchacho reflejaban cierto aire de vacilación divertida- mi niño- murmuró la mujer acunando aquel joven rostro entre sus manos, realmente estaba dejando ir un pedazo de su alma montado sobre ese majestuoso colectivo de cristalinas ventanas. El sonido de un silbato alertó al menor de que ya era hora de cargar todas sus cosas dentro del colectivo y tomar su asiento al lado de la ventana, en el segundo piso, su lugar predilecto favorito, donde bendito sería por la vista privilegiada- ve- se limitó a decirle la mujer, palmeando su espalda y viéndolo alejarse en medio de los otros niños, quienes corrían de un lado a otro, empujando deliberadamente al pajarillo que poco a poco se alejaba aleteando fuera de sus manos aterciopeladas. Se cubrió la boca con un pañuelo antes de sonreír de forma débil, dejando que las lágrimas surcaran sus mejillas sin pena alguna, de aspecto impasible la mujer se despedía con la gracia de una madre, dejaba ir en medio del dolor y la añoranza, a cierto pajarillo de alas blancas- Ay Emanuel...- lloró la mujer mientras la alegría enfundaba su corazón tan lentamente que ni siquiera se dio cuenta- cuídate mucho.

El muchacho se sentía algo triste, realmente despedirse de aquella mujer que fungía el papel de su madre le había dejado levemente nostálgico ¿No fue tan dramática aquella vez con cuatro años cuando lo vio partir envuelto en un guardapolvos al jardín? ¿Mismas lágrimas de ensueño no cayeron por aquellas suaves mejillas de porcelana? ¿No había regresado él la mirada varias veces para contemplarla de pie en la vereda, sujetando uno de sus peluches y deshecha en llanto? Recordaba como si hubiera sido ayer, que ninguna lágrima había derramado de sus pueriles ojos, ella había llorado por los dos, había llorado suficiente. Sonrió cuando dejó su valija dentro del depósito del colectivo, recordaba tan vívidamente cuando salió de su primer día en el jardín, con una hermosa flor violeta entre sus pequeñas manos y una sonrisa de agradecimiento hacia la mujer que lo esperaba pintada de alegría, arrodillada esperando acunarlo en sus brazos. Él corrió a sus brazos y le entregó la flor que su maestra había facilitado, antes de recibir sus besos dulces. La flor quedó en el olvido, tintando de vida la vereda. Volvió la vista al presente mientras fijaba su mirada en la mujer, ella le saludaba con sus hermosos ojos inundados de lágrimas que se negaba a dejar ir, él le devolvió la sonrisa antes de comenzar a subir las escaleras del colectivo sin dar muchas vueltas. Una profesora le dio la mano para ayudarle a alcanzar los escalones complicados del segundo piso, evitando que por algún infortunio terminara por caer a la vereda y se hiciera daño de alguna manera.

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⏰ Last updated: Nov 10, 2019 ⏰

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