Extra 1

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Otabek tenía dos cosas muy claras.

La primera, es que era un iluso y un pedazo de mierda.

La segunda, es que sabía que había perdido a la única persona que lo amaba de verdad.

Sabía que la petición que le había hecho Mila era tonta, también sabía que haber accedido a ella era mucho más que estúpido, pero...una cosa había llevado a la otra, y termino envuelto en un embrollo del que no sabía cómo salir.

Mila se había acercado a él un día después de práctica, tal vez aprovechando que Yuuri se había quedado un poco más a perfeccionar sus saltos. Si bien cuando le dijo que tenía que pedirle un favor no la tomo en cuenta, si se dignó a escuchar cuando en una misma oración dijo "engaño" y "Yuuri". Entonces comprendió que el favor, no era más que un chantaje de hacer lo que ella quería que hiciera.

Otabek sabe bien que fue un estúpido, lo sabe porque pudo verlo con sus propios ojos, así como también pudo sentirlo cuando los ojos que él amaba lo veían sin el mismo brillo de antes. Lo sabe por la mirada que le dio Yuri cuando fue a su casa y ni siquiera lo dejó entrar. Lo sabe porque Victor se lo dijo con todas sus letras. Y lo sabe porque Mila le envió una foto.

El tono que no marca, el teléfono que envía directo a buzón de voz. La foto que sigue viendo en su teléfono, y la foto en la mesa de centro con un Yuuri y un Otabek rebozando felicidad en la playa. Sabe que no lo va a recuperar, que no tiene el derecho de reclamarlo.

Pero quiere hacerlo. ¡Por Dios, que quiere hacerlo!

Tira la botella de vidrio vacío que estaba bebiendo a la pared, y la escucha romperse en mil pedazos. Ve los restos de vidrio en el suelo con gotas de licor en su interior y piensa que tal vez así se veía el corazón de Yuuri la última vez que lo vio.

Y se arrepiente. Se arrepiente tanto de no haberlo detenido cuando pudo, de no haberlo tomado a la fuerza y hacerlo escuchar miles de explicaciones que tenía. De haberle dicho una y otra vez que lo amaba...de haberle dicho a Mila que se fuera a la mierda con sus chantajes.

De no haber confiado en Yuuri.

Y lo decide, siendo las dos de la mañana, se levanta del frío suelo en el que está, toma su chaqueta, esa de cuero que no quita nada el frío de Rusia, y sale de esa oscura y fría casa que antes solía llamar hogar. Camina tambaleando, porque no recuerda cuantas botellas ha bebido, ni cuando fue la última vez que comió. Solo piensa en que se ha comunicado con todo el mundo y nadie sabe donde Yuuri está. Lo esconden de él...pero ya no. Mila con burla en sus labios le ha dicho donde está, y no sabe si odiarla en silencio o haberla asfixiado en ese momento.

Pero sabe que nada de eso importa, porque todo es culpa de él.

Camina a mitad de la noche, en el silencio que sólo esas horas del día permiten, y extraña la brisa de Japón de sus vacaciones, y los delgados brazos que le rodean apenas la cintura cuando caminan. Extraña la risa de Yuuri, y sus labios y sus sonrisas. Extraña las mañanas con deliciosos desayunos, y las cenas inventadas que cocinaban. Extraña las citas de los sábados y las noches de calor que no vuelven. Extraña a Yuuri, y no sabe que hacer para volver a verlo.

No sabe como llega, pero lo hace. Sube ese edificio y golpea con fuerza la puerta del departamento. No le importa si el recepcionista llama a la policía, o si se va preso otra vez. Ya no. Sólo quiere ver a Yuuri y decirle que lo ama, que lo siente, y que vuelva.

La puerta se abre con gritos del rubio que apenas viste un pantalón de pijama gris. Entra, aún cuando ni siquiera le permiten el paso, pero entra de todas maneras. Porque tiene que verlo con sus propios ojos, porque no quiere verlo y quiere que solo sea una mentira. Pero su mochila está ahí, y ve dos tazas en la mesa del comedor y le pide a Dios que sea alguien más.

Escucha al rubio gritar y pedirle que se largue. Hasta que de una habitación sale quien solía ser la luz de sus ojos.

Su piel ha ganado color, pero sigue igual de delgado como la última vez que lo vio, lleva los lentes mientras se friega un ojo bajo ellos, esa mala costumbre que ha amado desde que la vio, la primera vez que pasaron la noche juntos, pero entonces lo ve y queda petrificado ante la imagen que Otabek le muestra.

- Yuuri – dice, aguantándose las lágrimas y las ganas de correr hacia él -. Yuuri – solloza.

Porque pidió a todos los dioses que por favor fuera mentira. Que por favor no lo dejaran ver usando sólo la polera del pijama gris que es demasiado grande para él. Con sus piernas desnudas y su hombro que pide atención.

Y cree que lo ha perdido, lo ha perdido para siempre porque es un cobarde que no pudo decirle que cuando niño solía hacer estupideces, porque no quería ver el rostro de decepción cuando supiera había estado en la cárcel por malas decisiones, porque no quería que pensara que nada de esto era real. Y cree que muere cuando ve que Yuuri se aguanta las lágrimas mientras sus labios tiemblan como suelen hacerlo cuando intenta ser fuerte, como el solía besarlo para tranquilizarlo. Y también cree que Yuuri piensa lo mismo, pidiendo ese beso y ese abrazo cuando solían discutir y terminaban con un Yuuri que quería ser fuerte, así que da un paso, pero Yuri se entromete, y se acerca a su Yuuri tomándolo por los hombros pidiéndole que regrese a la habitación...pidiéndole que lo espere ahí.

Y cree que ha muerto en vida cuando ve a Yuuri asentir.

- Yuuri, no – dice Otabek, y los ojos castaños lo miran con temor y no falta nada para que la primera lágrima caiga -. Yuuri, por favor – dice apenas.

- Es mejor que te vayas – dice Yuri, y Otabek no sabe si odiarlo, callarlo o decirle que se vaya él a la mierda.

- Sólo quiero hablar con él...necesito hablar con él – se corrige.

- Di lo que tengas que decir y vete – escupe Yuri, y de alguna manera lo admira otra vez, porque Yuri es honesto y no se anda con nimiedades como él suele hacerlo, porque es correcto y es real.

Y no sabe que decir, porque no ha preparado nada, y parece que el alcohol se le fue a la cabeza porque no logra conectar ideas. Los ojos castaños lo miran expectantes, esperando eso que sabe debe decir, pero no lo recuerda, porque ya nada importa.

- Vuelve a casa – llora, y las lágrimas que se ha aguantado desde hace más de tres meses desde que Yuuri se fue, caen patéticamente por su rostro. Porque el gran Otabek Altin, héroe kazajo está rogándole, implorándole al amor de su vida que vuelva, porque no hay manera en que pueda vivir sin él. – Vuelve a casa. Por favor, vuelve a casa.

Y ve las lágrimas caer de Yuuri, y no le importa la molestia de Yura en sus ojos. Sólo quiere a Yuuri, lo necesita para respirar, para caminar...para seguir.

- Yuuri, vuelve a casa, por favor – implora, cae de rodillas al suelo, apenas sosteniéndose, llorando su alma y vida por él -. Lo arreglaré todo... haré lo que sea, pero... vuelve. Sólo vuelve.

Pero Yuuri no vuelve, sólo lo mira llorando igual o más que él. Con sus hombros tensos tratando de evitar el temblor en su cuerpo. Viéndolo con dolor, decepción y tal vez...sólo tal vez, una pizca de amor.

- ¿Dónde es casa, Otabek? – dice de repente, con la nariz congestionada, la voz temblorosa, y ese hermoso hombro temblando.

Lo mira a los ojos, porque sabe su respuesta, pero no la de Yuuri. Y el miedo le gana si ambas no son iguales.

Ignora todo. Ignora a Yuri que lo ve con odio, y un leve temor al ver a Yuuri. Ignora la ropa que traen ambos. Ignora lo que pudo haber pasado en esa habitación. Ignora todo aquello que no sea más que lo que sus ojos quieren ver.

- Donde sea que estés tú – dice al fin.

Y entre las lágrimas y el temblor, ve una pequeña sonrisa.

Broken Heart (Yuri on ice)Where stories live. Discover now