El Pilar de la Roca

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Tus manos ensangrentadas descansaban sobre tus muslos, las mirabas pero en realidad no, aun no caías en lo que había ocurrido: Un monstruo irrumpió en tu casa y ataco a tu madre y hermana, cuando llego hasta ti una furia inundó tu cuerpo y empezaste a golpear con puño cerrado a ese monstruo, pero cuando le rompiste la cara esta volvía a regenerarse, entonces continuaste golpeándolo sin parar, no te importo que te dañara a ti también, solo seguiste golpeando hasta que salió el sol y el monstruo se desintegro. Solo cuando una enorme figura se colocó en la puerta bloqueando la luz tu alzaste la vista, era un hombre muy alto que estaba entrando... Ya no tenías fuerzas para luchar, agachaste la cabeza lista para recibir el castigo: nadie que vea esa escena te creería: pensaran que tú las mataste. Pero los minutos pasaron y nada ocurrió, levantaste la vista y el gran hombre estaba arrodillado frente a ti, llorando.

- Lamento no haber llegado a tiempo. Debió haber sido muy duro para ti. – acaricio tu cabeza con su enorme mano- Has hecho bien en sobrevivir...

Sin más caíste al suelo y rompiste en llanto. El extraño solo se limitó a acompañarte en tu llanto desconsolado. A tus espaldas descansaban los cuerpos de tu madre y hermana pequeña...

Pasaron los años y decidiste convertirte en una cazadora de demonios, como tu maestro, Himejima Gyomei, él era el Pilar de la Roca, un cazador muy respetado por todos en la asociación, a pesar de ser ciego este hombre poseía una gran habilidad en batalla y una fuerza descomunal. Aun no podías entender como un hombre con tal reputación tomara como discípula a una chica como tú, sin nada en especial, pero estabas feliz de poder estar a su lado y aprender. El entrenamiento era duro, llevaba tu cuerpo a los limites, no tenía contemplaciones por el hecho de ser mujer, y se lo agradecías, no querías que te tengan lastima, en pocos meses fortaleciste músculos que ni siquiera sabias que tenías y ganaste fuerza, enfrentaste la selección final y saliste victoriosa, te ganaste tu espada Nichirin y ahora ya eras una digna cazadora de demonios que podía acompañar a su maestro a las misiones más peligrosas.

En un principio pensaste que tu maestro necesitaba ayuda en el campo de batalla para identificar al enemigo, pero pronto descubriste que eras más bien un estorbo, su manejo del hacha, la bola de hierro y la cadena eran impecables, no había demonio que durara más de unos segundos frente a él. Pero aun así descubriste que era un hombre sensible, que empatizaba con el dolor ajeno y lloraba muy a menudo por ello. Eso te gustaba, era alguien con el que se podía confiar y a su vez comprensivo y amable. Pronto no supiste si lo que sentías seguía siendo admiración, parecía ser algo más.

Cierto día llego un cuervo con una solicitud, Oyakata-sama mando a llamar a Himejima, solo. Te ordeno que lo esperaras en la finca de la mariposa y eso hiciste. Pasaron las horas y ya caminabas por las paredes, pensando que le pudiese ocurrir algo, pero luego te regañabas mentalmente ya que no había hombre sobre la faz de la tierra que sea más fuerte que él y te calmabas. Cuando volvió lo notaste mas callado de lo normal, estaba con el rostro serio y no te comento nada de lo que hablo con el señor Oyakata, pero podías notar que no era nada bueno. Esa noche lo viste solitario sentado en el patio de la finca y decidiste hacerle compañía.

- Sensei, ¿lo puedo acompañar?

- Adelante.

Te sentaste a su lado, pero dándole espacio. Normalmente el silencio te resultaba relajante pero desde que empezaste a estar consciente de lo que sentías por él te ponías nerviosa con facilidad. De repente Himejima rompió el silencio:

- Puedo oír tu agitado corazón desde hace rato,-eso hizo que te sonrojaras, habías olvidado el increíble oído de tu maestro- No estés tan ansiosa, todo pronto acabara.

Sueño de una noche- Himejima GyomeiOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz