Quebrándose

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Xue Yang se reía a carcajadas mientras acompañaba a la ciega de vuelta a casa, ella no podía dejar de refunfuñar mientras se avergonzaba de haber sido descubierta en el acto. El mayor solo se detenía para tomar más aire y seguir burlándose.

—¡Bueno, ya para!

—Sí, claro. ¡Robando! ¡No me vuelvas a reclamar nada de nuevo! Pequeña ciega, no puedo creer qué clase de pilla eras y no lo sabía. Tienes más dinero entre tus solapas que pecho —dijo y rompió en risas de nuevo.

—Al menos... Al menos yo sí me preocupo por el futuro del hijo de daozhang.

—¿Qué insinúas? ¿Acaso yo no me preocupo? —soltó con voz de víctima—. Como si no me estuviera rompiendo el lomo para conseguir cosas sin matar a nadie en el proceso. Hasta, a veces, pago lo que me llevo —finalizó con lágrimas en los ojos de la risa que le dio.

—Maldito... —refunfuñó ella.

—Ah... ¿Sabes qué? Me alegra que el único idiota entre nosotros solo sea daozhang porque tienes unas buenas habilidades allí.

—Ahora me estás alabando, ¿qué está pasando?

—Solo digo que podría enseñarte, aunque no sé cómo logras ser tan precisa siendo ciega... —susurró, pero antes de empezar una de sus muchas otras peligrosas pruebas para asegurarse de que la niña no viera nada, otra cosa captó su atención.

Ella esbozó una sonrisa y se giró hacia él para agradecerle de todas maneras, pero al verlo, se dio cuenta de que se había detenido y miraba hacia varias direcciones, murmurando.

—¿Ocurre algo? —indagó pero el otro no le prestó atención hasta que tuvo que fingir que lo buscaba con su mano hasta tomarlo de la manga y tirar de él.

—¿Qué quieres? —soltó con violencia.

—¿Qué pasa?

—No, no es nada. Es... Quizás... —Xue Yang volvió a girar la cabeza, preocupado y luego le entregó la canasta a la niña—. Adelántate, hay monstruos peligrosos en los alrededores, no puedo irme de aquí sin matarlos.

—¿Ah, era eso? ¿Pero no te dijo el daozhang que no quería que fueras solo?

—Lo que no le digas, no le va a preocupar. ¡Vete de una vez que aquí solo estorbas!

La niña bufó y siguió su camino a mayor velocidad mientras se preguntaba qué clase de criatura aterradora podría haber aparecido por ahí para que hasta ese sujeto tan peligroso mostrara tal expresión de miedo.

Una vez que la ciega se alejó lo suficiente, Xue Yang dejó escapar un suspiro de alivio, pero no dejó de mantener la mano cerca de la empuñadura de su cuchillo.

—Pero, aparte de ser difícil encontrarte, ¿también debo esperar a que estés solo?

La voz suave llegó a sus oídos como si se tratara de una amenaza de muerte en sí misma. Entrecerró los ojos y dos personas avanzaron hacia él desde una curva en el camino. Jing GuangYao estaba reluciente, con sus ropas doradas ondeando levemente mientras Su She mantenía una expresión de ira contenida hacia él.

—No era necesario, eres tú el que prefiere esperar entre los matorrales para salir.

—Es que soy más perceptivo, eso es todo... —empezó alegremente hasta llegar a él—. He tenido unos días muy difíciles por tu causa. Siempre tengo que enmendar tus errores, Chengmei.

Si la expresión anterior ya reflejaba cierto nivel de peligrosidad en él, la que puso en ese momento aseguraba una muerte próxima. Desenfundó unos centímetros de la hoja de su arma hasta que Jin GuangYao se echó a reír ante él.

La espera en la decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora