El ramillete de lirios mágicos

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   A Agneta no se le podía decir siquiera que era la sombra de su hermana, porque nadie le prestaba atención, era silenciosa, aburrida y sombría, tan distinta a la risueña eterna de Angelina, porque su palabra era ley. Dijo que no se casaría hasta cumplir los dieciocho, porque hasta esa edad finalizaría la fábula que comenzó a escribir a los catorce, la edad en que la querían casar con el príncipe Angel. Todos sentían curiosidad por la fábula, porque la joven acompañada de un pliego de papel y tinta, se adentraba al bosque en el atardecer y no salía hasta el anochecer.

   Agneta siguió recordando sentada en el sofá, cómo Angelina trataba al príncipe Angel, era como si supiera que Agneta lo quería, porque Angelina siempre cordial con Angel y nunca hacía alusión a su boda, como si no quisiera herirla. Aún así, esto llenaba de envidia a Agneta, y hasta el día de hoy sentía rencor mezclada con impotencia, porque con, o sin Angelina, el príncipe Angel nunca sería suyo.

   Sí, todavía viene a su mente cuando los reyes, acompañados del príncipe Angel llegaron a su modesto castillo para cenar y arreglar los detalles de la boda de Angelina y Angel, porque la bella cumpliría los dieciocho tres días después. Agneta tenía dieciséis, fueron los peores momentos para ella, pues realmente había conocido lo que era ser olvidado e ignorado. De modo que mientras todos ultimaban detalles en el salón, ella salió para ir a montar, al fin y al cabo su molestia nunca era requerida.

   No encontró problema en subirse al caballo de su hermana, que estaba mejor domesticado que el suyo, pero seguía siendo un poco terco con ella, pues solamente respondía al llamado de Angelina. Agneta se adentró en el bosque, cabalgando cuidadosamente, pues estaba anocheciendo. Hasta que se adentró tanto que se perdió, no conocía el peligroso bosque como su hermana, que era la única persona que lo conocía por completo. Transmitió su pánico al caballo, pero este se tranquilizó al escuchar una risilla coqueta que venía del bosque. Era la risa de su ama. La siguió hasta llegar a un claro del bosque, donde un lago reflejaba los últimos rayos del sol en el rostro de Angelina y un joven que Agneta no conocía. Se asomó al pliego de papel y estaba vacío, ¡Con que la fábula era un pretexto para encontrarse con el joven! Agneta no miró señas de algo inmoral, el joven estaba cerca de dos metros de Angelina, pero su mente inmadura no miró problema en decir lo que le conviniera a su padre. Todavía viene a su mente la alegría que sintió cuando, antes de marcharse, Angelina la miro con los ojos negros llenos de lágrimas y le dijo: «Hermana, cuando te enamores lo entenderás» ¡Ella sabía bien lo que era estar enamorada, pero su tormento era mayor! Memorizó bien el camino de regreso y contó a su padre lo que miró e inventó.

   Angelina y el joven seguían donde mismo, Angelina dijo que Agneta no conocía el bosque y sería difícil que recordara la ubicación del lago. Pero no contó con que Agneta había reunido toda su inteligencia para recordar la ruta utilizada. Los amantes se ocultaron atrás de las rocas, nunca se habían quedado en la noche, pero habían más posibilidades de ser encontrados si intentaban regresar a la aldea. Angelina sabía que existían tres lagos en el basto bosque, ellos estaban en el más pequeño, el mediano era conocido por todos, y el grande era el más oculto. Guió al joven al lago mediano, para zambullirse en él hasta que el caos terminara. Escucharon el sonido de los cascos de caballos, sus corazones agitados palpitaban hasta ensordecerlos, Angelina sintió equivocarse por primera vez en su vida, pues todavía les faltaba mucho para llegar al lago grande. Corrían, tropezaban, pero no se detenían, hasta que seis flechas atacaron el pecho del amante. Agneta lo miró todo, el príncipe Angel se había negado a participar, explicó que amaba tanto a Angelina, que si ella era feliz con otro, lo soportaría, su rostro era el símbolo del desamor, por eso Agneta sabía que su hermana tenía que pagárselas. Miró a las siete arqueros, preguntándose en donde estaría la séptima flecha, hasta que en el fondo del bosque, cercano a lo que vendría siendo el lago grande, iba corriendo Angelina con la séptima flecha clavada en su costado. Agneta siempre creyó que la historia de los tres lagos eran falsas, pero ahora no había tiempo de asombrarse, le llamó a su padre, exclamando:

Cuentos de Hadas (Vólumen II)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt