—Eres peligrosa —había dicho él, y ella tuvo que jurarle que lo había destruido y sus datos volvían a estar a salvo.

Cuando se hizo tarde, en vez de volver a casa entraron a un restaurante y volvieron a comer. Ella estaba con un apetito voraz, y aunque descartaba el estar embarazada, él empezó a anhelar el verla en estado. Afortunadamente, le encantaba hacer lo que tenía que hacer para embarazarla.


—Estoy tan feliz de que volviera con ella —dijo Mabel a Susana— Volvió a ser nuestro Carlitos de buen humor y sumiso. Estaba insoportable ya—. Susana no dignificó ese comentario haciendo otro, y sólo siguió revisando los papeles que tenía en la mano y pasándoselos a ella—. Espero que se casen y tengan muchos hijos —siguió Mabel con voz soñadora—. Se merece todo mi respeto porque eligió muy bien. Tenía mucho miedo de que se enamorara de alguna de esas arpías que usualmente vienen a coquetearle... Hablando de arpías...

Mabel bajó la voz cuando Andrea Domínguez, una de las ejecutivas de alto rango de Texticol, se acercó con paso elástico, y se detuvo frente a la puerta de la oficina de Carlos.

—¿Está dentro? —fue lo que preguntó.

—Sí, pero se molestará si no la... anuncio... —susurró cuando a mitad de frase Andrea entró—. Pero, ¿qué se cree? —Mabel la siguió, esperando tal vez explicarse con su jefe, y no supo qué cara hacer cuando Carlos la miró interrogante.

—Te traigo el bosquejo que me pediste —dijo Andrea ignorando a Mabel e impidiéndole que hablara, caminando directo al escritorio de Carlos, sentándose como si nada y cruzando la pierna. Mabel salió furiosa. Seguro se llevaría una regañina y sería culpa de ella.

Carlos miró a Andrea sin expresión alguna y recibió de sus manos el papel que le tendía. Ella siguió hablando, y él no se sintió con el ánimo de hacer la observación que cabía por haber entrado sin anunciarse primero. Cuando ella terminó de hablar, él simplemente le puso una cita para discutir el tema más tarde y zanjó la cuestión. Andrea, viéndose despachada sin muchas ceremonias, se removió en su silla. Tenía bonitas piernas, así que se sentó en el ángulo que más la favoreciera.

—No fuiste al concierto de Jazz el otro día... —empezó con voz suave.

—No, no pude... —contestó él, sin mirarla— Tampoco recuerdo haberte dicho que iría.

—No, no lo dijiste... —Carlos no agregó nada, y Andrea empezó a sentirse inquieta—. El sábado en la noche estarán en el bar de un amigo.

—¿Este sábado?

—Sí. ¿Irías? —Carlos la miró al fin, prestándole atención. Pensó inmediatamente en Ana. No sabía si la música jazz le gustaba, pero intuyó que, si le gustaba la poesía, de seguro le gustaría el jazz, y aquello sería una buena forma de averiguarlo. Hizo una mueca con los labios cuando a la mente se le vinieron varias alternativas para aprovechar la velada.

—Me interesa —dijo con una sonrisa que Andrea malinterpretó.

—¡Genial! —exclamó. Se puso en pie y dio la vuelta al escritorio, inclinándose cerca de él para tomar un papel y apuntar la dirección del bar. Carlos tuvo que alejarse un poco, pues la chica casi se le había echado encima.

—Mira, es aquí. Harán un show a eso de las ocho...

—¿Un show?

—Claro, tienen un buen repertorio.

—Parece entretenido.

—¡Lo es! —exclamó Andrea, feliz por el interés que él estaba mostrando—. Entonces, ¿esta vez sí irás?

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora