Capítulo 23: Frágil

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Lara se limpió el rostro húmedo con un par de manotazos bruscos y, tomando su cabeza entre las manos, lo besó en la boca, dulce, sentidamente, entregada.

No, pensó Kurtis, un pensamiento estúpido, obnubilado. No hagas eso. Se sentía sucio. Era lo que más odiaba de los hospitales, estar desnudo bajo una fina sábana, titiritando de frío, lleno de tubos en lugares molestos, sin poder lavarse. Seguro que olía fatal, a enfermedad, a herida. Ella olía a gloria bendita. Y sus labios, Dios mío, su sabor. La humedad de su saliva era el primer líquido que saboreaba en semanas.

Pero a Lara parecía no importarle. Por la forma en que lo besaba, no había puesto la boca jamás sobre nada más limpio, más delicioso. Él no tenía fuerzas para moverse, así que se dejó besar. Por un momento, casi lograba distraerle del dolor.

Por fin, ella se apartó y lo escrutó, ya más calmada.

- Has estado en coma tres semanas. – le dijo – Te lo indujeron para evitarte el dolor, aunque luego te quedaste comatoso igualmente. ¿Cómo estás?

¿Cómo estaba? Le dolía todo. Las piernas, por la forma en que chillaban, debían estar rotas: él nunca se había roto nada antes. El brazo izquierdo chillaba menos, pero lo tenía inmovilizado en una carcasa de yeso. Pero lo que más dolía...

Kurtis movió la mano del brazo que no tenía roto y tiró débilmente de la sábana que le cubría. Entendiendo su intención, Lara la retiró suavemente, destapando el lado izquierdo de su tórax. Todavía hinchado y ennegrecido, lo recorría una nueva línea de gruesos puntos.

- Te reventaste el bazo al caer. – le informó. – Lo han tenido que extirpar. – movió la mano, sin tocarlo, sobre el pecho, entre los músculos pectorales, donde había una cicatriz menor.- Esto es el neumotórax. Al romperte las costillas se te clavaron en el pulmón. Te han extraído un litro de sangre de ahí dentro.

Los hombros desnudos de Kurtis se estremecieron levemente.

- He...estado...peor. – cerró los ojos.

Desde luego, pensó Lara. Boaz. Pero ella no había estado allí entonces. No le había visto en su inmensa debilidad. El dudoso honor había correspondido a los monjes de Meteora, y más tarde, a Selma. Incluso el hombre torturado que Lara había sostenido en sus brazos y llorado con rabia hacía años seguía siendo fuerte, espléndido, digno en su dolor y capaz, como siempre, de curarse rápidamente de sus heridas.

Ahora tenía delante a un hombre mortal. Derrotado, frágil.

No, derrotado no, se corrigió. Victorioso.

Vio que Kurtis movía de nuevo los labios. Se inclinó sobre él.

- Anna. – lo oyó sisear.

- Ella está bien.- le indicó – Furiosa, triste, culpable, pero bien. Sólo con media cara hinchada y un diente desprendido que le están fijando ahora. – le acarició el rostro – No puedes evitarlo, ¿verdad? Tenías que ser el héroe una vez más.

Él abrió los ojos y la escrutó, pero Lara sonreía con tristeza. Intentó sonreírle de nuevo, aunque probablemente le salió otra mueca. Luego estiró la mano e, inconscientemente, le acarició la mano, cuidando de no desenganchar ningún tubo. Ella no hizo más preguntas, pero seguía dándole vueltas en la cabeza a la escasísima información dada por Anna.

Un íncubo.

Por fin me lo he cargado.

Un íncubo.

A ese hijo de puta.

Un... íncubo.

Yo lo atraje. Venía a por mí.

Tomb Raider: El LegadoWhere stories live. Discover now