El pasado

131 9 0
                                    

Sanosuke regresaba de acompañar a Megumi y las niñas a casa del doctor Gensai. Caminaba con las manos en los bolsillos, masticando una pajita, pensando en la cena que lo esperaba en casa. De pronto, vio venir por el mismo camino una sombra cabizbaja. Sanosuke paró en seco. Reconoció a Kenshin y sonrió. Sabía que el muchacho regresaría tarde o temprano, aunque nunca se imaginó la tristeza que en esos momentos invadía el corazón y el alma de Kenshin. Lo saludó alegremente. El joven lo recibió con una sonrisa amarga. Siguieron camino a casa en silencio.

Yahiko corrió hacia los jóvenes, seguido por Kaoru. Ella quiso preguntar dónde se habían metido, pero la mirada perdida de Kenshin la hizo desistir. Entraron en la casa y se prepararon para cenar.

—Siento haber salido sin aviso —se disculpó Kenshin. Kaoru lo contempló preocupada. Fue entonces cuando descubrió manchas de sangre en el pantalón y la manga derecha de Kenshin.
—¿Estás herido, Kenshin? —preguntó algo temerosa. El joven miró sus ropas sorprendido. Se levantó y caminó hacia su habitación. Volvió a los pocos minutos con ropa limpia y el rostro más despejado. Tomó el tazón de arroz y continuó comiendo, mientras sonreía por los comentarios de Yahiko. Pero Kaoru presintió que algo grave había sucedido.

Más tarde, un poco antes de acostarse, Kaoru recordó la carta y el paquetito. Corrió hacia el cuarto de Kenshin. Lo encontró sentado en medio de la estancia, con su espada frente a él. Kaoru lo llamó en voz baja, él respondió sonriendo. Ella le indicó el recado y le dio las buenas noches. Kenshin le agradeció, pero continuó en la misma posición. "Kenshin", pensó Kaoru, mientras caminaba hacia su habitación.

Cuando toda la casa dormía, Kenshin abrió la carta. Era de Yamira.

"Mi amado Kenshin:

Tal vez no esperabas esta carta, pero supongo que estará en tus manos cuando yo me haya ido de Tokio. Muchos recuerdos permanecen aún frescos en mi mente, recuerdos de nuestros años como dos niños armados con espadas frente al enemigo y recuerdos de nuestros planes una vez que toda esa violencia terminara. Por diez años seguí tu rastro a través de todo el Japón, recopilando las noticias de un espadachín errante de extraordinario talento, cuya cicatriz en la mejilla y la espada sin filo lo diferenciaban de cualquiera.

Hace unas semanas escuché por casualidad que decían tu nombre. No me cabía duda de que eras tú y me alegré que aún estuvieras vivo. Seguí a quien hablaba y ella me llevó hasta ti. El corazón se me apretó en el pecho al verte, pero me contuve hasta saber dónde vivías. Así estuve días observando a los habitantes del dojo Kamiya y comprendí que la tranquilidad había favorecido tu vida. Decidí irme sin hablar contigo, pero mis sentimientos me empujaron hacia ti. Así entré de noche a tu habitación y dejé esa nota, que espero con todo el corazón que tu respuesta sea buena.

Si no deseas verme, lo entenderé, y mis bendiciones se quedarán contigo y esa hermosa joven que has escogido, a la que creo que amas tanto como una vez me amaste.

Dejo mis recuerdos contigo, mis tesoros están en el cofrecillo junto a esta carta.

Te ama,

                                                                                Yamira."

No podía creerlo. Esa carta era la despedida anticipada de la joven. La leyó por segunda vez, pero las lágrimas no le permitieron continuar. Las secó con rabia y dejó la hoja de papel a un lado. Tomó la bolsa que contenía el cofrecillo. Una pequeña llave colgaba de él. Lo abrió y descubrió algunos pequeños lazos de su pasado.

Allí estaban una cinta con la que ella amarraba sus cabellos cuando practicaban el estilo hiten mitsurugi, un collar hecho de las piedras de colores que él había regalado, el sello de la familia de Yamira, una tacita en la que ambos compartían el té y la mitad de un tallado en barro cocido que tenía escrito su nombre. Kenshin buscó entre sus pertenencias y encontró la otra mitad, que guardaba con sumo esmero. Unió las dos partes y recordó el día en que se rompió.

Era un día de verano. Todo estaba tranquilo. Él estaba bañándose en el río, cuando ella apareció corriendo. Se miraron sorprendidos y sonrojados. Kenshin se lanzó de cabeza al agua, escondiéndose, mientras ella le daba la espalda, tapándose los ojos. Él reapareció luego de un rato, salió del agua y se vistió lo más rápido que pudo. Ella esperó sin mirarlo.

Se sentaron en las rocas, mientras almorzaban. Yamira aún continuaba sonrojada, mirando la corriente del río. Él se sentía algo incómodo, pero estaba feliz que ella estuviera allí acompañándolo.

—Kenshin —se atrevió a decir— te traje un regalo... no es mucho, pero lo hice con todo cariño —continuó, tendiéndole un tallado en barro cocido con sus nombres escritos. Él sonrió.
—Es hermoso —dijo él. Luego, agregó— yo también tengo algo para ti —de una bolsita sacó unas piedras de colores que había encontrado en el río. Rieron alegres,mientras terminaban de comer. Cuando ya era hora de volver, al levantarse, inconcientemente Kenshin dejó caer el tallado, que se rompió justo en la mitad.Ambos se sintieron muy mal, pero él halló la mejor solución. Cada uno conservó la mitad que tenía el nombre del otro, como una manera de recordar los fuertes sentimientos que los unían. Kenshin se durmió con los tesoros junto a su pecho.

Un amor del pasado (fanfic Rurouni Kenshin)Where stories live. Discover now