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—¡ZELENA QUINN!—exclamó Tony, subiendo las escaleras que lo llevaban directo al living de la mansión. La pelinegra que depositaba cuidadosamente unas galletas que acaba de hornear soltó una maldición al dejar caer la bandeja haciendo que algunas galletas se quebraran.
—¡Tony!—reprochó—. Hiciste que las galletas se arruinaran.
Tony frunció el ceño al verla con una pijama, un delantal, el cabello atado en un moño desordenado y la cara con manchas de harina. Sonrió ladino y le regaló una mirada inocente.
—Ve a tomar una ducha, encuentra el mejor vestido que tengas y ponte más hermosa que nunca. Tenemos una alfombra roja que asistir—habló el ingeniero.
—Espera, ¿qué?—Zelena se quitó los aguantes para hornear y siguió a Tony—. ¿Que alfombra roja?
—Un evento para la familias de los bomberos—dijo lo que escuchó en la televisión minutos atrás cuando seguía en su taller—. No pierdas mas tiempo, preciosa.
Zelena soltó una risa.—Estas bromeando, ¿cierto?. ¿Te llegó una invitación? ¿Por qué siempre dejas todo para última hora, Anthony?
Tony caminó directo a su habitación. Giró el pomo.—No me invitaron. Todos piensan que no asistiré porque sufro de estrés postraumático, voy a probarles que no es cierto. Nadie espera verme esta noche... y menos acompañado de una bella mujer a mi lado.
—Mi plan era comer galletas hasta quedar llena e ir a la cama.
—Ahora asistirás con este galán a un evento de beneficencia—con su dedo índice Tony tocó juguetonamente la punta de la nariz de Zelena.
Zelena bufó y rodó los ojos.—Un día de estos, Tony Stark, pagaras mis galletas.
—¡Comprare todas las que quieras! ¡Comprare la bendita compañía!
—¡No vas a gastar un solo centavo, porque tú mismo las hornearás!
