Monkey Hours

331 35 53
                                    

Habían pasado ya dos semanas desde el incidente en California y la posterior confesión en tierras francesas. Goemon se acababa de marchar a otra de sus prácticas espirituales, a las que tanto él como Jigen ya estaban acostumbrados. Durante las dos semanas que habían estado juntos, todo había sido muy normal. Los tres habían respetado sus turnos tanto de limpieza como de cocina, habían jugado a las cartas cuando el aburrimiento les sobrecogía y, en general, todo había ido bien. Ni una sola mención a la confesión, ni un solo comportamiento raro por parte de su compañero.

Él, como hombre experimentado que era o creía ser, también había mantenido un comportamiento perfectamente normal para con Jigen, pero no podía evitar pensar en que le odiaba. Que le guardaba algún tipo de rencor. Y estaba en todo el derecho de hacerlo, a decir verdad. ¿Pero la realidad? La realidad era que él quería, deseaba, necesitaba que Jigen le odiase para poder tener la consciencia tranquila. Le había rechazado semanas atrás, había rechazado sus sentimientos, aquellos que tantos años le había costado admitir. Se consideraba una mala persona, ya que él mismo aborrecía ser rechazado.

Pero durante aquellas semanas, con Goemon en casa, había tratado de olvidar el tema. Las conversaciones eran más fluidas y para nada incómodas con él allí, pero ahora se había marchado, y allí estaban solos. Jigen y él, a solas, en pleno verano, medio desnudos en el mismo salón. ¿Pero por qué le debía parecer raro ahora, si llevaban diez años haciéndolo? No lo era para nada...¿no? ¿En qué estaría pensando su compañero mientras leía el periódico con las noticias de hoy? ¿Estaría pensando en él? ¿Acaso había estado pensando en él durante esas dos semanas, o realmente todo había terminado?

Mientras pensaba todo aquello, se dio cuenta de que estaba mirando fijamente al moreno, y acabó apartando la mirada. Muchas veces había hecho comentarios más que despectivos sobre el aspecto de su amigo, y se moría de ganas por saber si eso le molestaba, y si lo hacía, de disculparse. Nunca había sido su intención ofenderle, ¿pero cómo narices se supone que podría preguntarle algo así sin que sonase demasiado...extraño?

- Oye, Jigen.

- ¿Hm? -murmuró él sin separar siquiera el periódico de su rostro, por lo que seguía tapado a ojos del francés-.

- Uhm, no hemos tenido tiempo de hablar de esto pero... -el estadounidense bajó rápidamente el periódico y alzó una ceja tras levantarse el fedora con uno de los dedos, con obvio gesto de sorpresa- ¡Tampoco te asustes! Solo quería disculparme por si alguna vez crees que te he faltado al respeto al meterme con tu físico o algo...

- ¿Quién eres tú y qué has hecho con Lupin? Venga, no digas tonterías, si ya sé que tienes envidia porque suelo atraer a las mujeres más guapas -volvió a colocarse el periódico frente al rostro, sin querer darle más importancia que la que realmente tenía al asunto-.

- Uhm, bueno.

Le mosqueaba. Le mosqueaba que Jigen ahora no quisiese hablar de sus sentimientos. De los verdaderos, claro. Seguro que le odiaba, tenía que hacerlo. Siempre había vejado su físico, ¿por qué no se lo recriminaba? ¿por qué no le chillaba, por qué no estaba enfadado con él? Debía, TENÍA que estarlo. La presión en el pecho comenzaba a crecer, hasta el punto de que notaba el corazón latiendo a una velocidad que no debía. ¿Por qué no se marchaba de allí? ¿Por qué no le dejaba solo? Ah, claro, no irse era el verdadero castigo. Algo que pesaría en su consciencia al verle las veinticuatro horas allí, sentado, con esa cara de póker que se gastaba. Finalmente, harto de ver cómo el moreno le ignoraba, se incorporó y volvió a decir su nombre, esta vez con una entonación más infantil, de queja.

- Jigeeeen -mientras lo decía, se iba acercando al chico con los brazos en jarra, las piernas medio abiertas y la sonrisa torcida- ¡Jigen! Hazme caso -y antes de que Dai pudiese siquiera bajar el periódico, ya tenía a Lupin subido sobre su vientre con los brazos cruzados, dándole golpecitos al papel. Seguía sin saber lo que era el espacio personal-.

Partners (FINALIZADO)Where stories live. Discover now