Una cita a cuatro manos

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— Pues hemos tardado, además de para recoger las entradas que TÚ misma te habías dejado en casa, para traerte una pequeña sorpresa. Una, que tiene sus contactos— aclaraba So al tiempo que sacaba varias tarjetas del bolsillo.

Todas concentraron la mirada en aquellos papeles, viendo estupefactas sus fotos impresas en el cartón plastificado. Irene se lanzó, esta vez sin que a nadie le diera tiempo a parar sus pasos, contra So, que sorprendida se echó un paso hacía atrás, para después sentir las tetas de Irene aplastarse contra las suyas.

— Queréis dejar el folleteo para más tarde, al final no veremos empezar el concierto de los cojones— decía Alicia separando a las rubias.

Las seis amigas, tras retocarse el maquillaje y colocarse las tarjetas identificativas en el pecho, con andares de mujer fatal y cuerpos enfundados en trajes ceñidos y sexys, se acercaron a la taquilla del auditorio. Al parecer, el adolescente que les atendió no tenía intención de poner ninguna objeción para que entraran fuera de hora.

Una vez estuvieron en la pista central, fueron empujando sin miramientos a todo aquel que se les ponía por delante, encabezando el grupo de féminas una Irene con cara de pocos amigos, a la que nadie le negó el paso por miedo a ser descuartizados cruelmente.

Llegaron a las vallas de contención en cuestión de minutos y justo cuando las luces atenuaron el local, ya estaban preparadas para ver el mejor y más esperado concierto, el del increíble guitarrista y cantante Jack White.

— No sé qué nos permitirán hacer estas tarjetas, pero yo a éste me lo como hoy.

So miró cómplice a Connie y le dijo al oído:

— No te lo vas a creer, pero me parece que Irene se ha puesto el tanga comestible que le regalé el otro día. 

Parte II    (Por Jordi M. Novas)

Irene alzó el cuello y se contorsionó mirando cada rincón del escenario. Alicia dijo:

— Tranquila, chica, ya estamos dentro...

— ¡Tssss! — Respondió Irene.

Las luces seguían apagadas y nadie salía al escenario. Pasaron unos tres minutos y las luces se volvieron a encender. Volvió la música ambiente.

— ¡Eeeeeeeh! — Gritó Irene con enfado, contagiando a las primeras filas.

Karol la rodeó con el brazo;

— Tranquila, será algún imprevisto, pero seguro que sale ya...

— Vaya nochecita con la rubia... — murmuró Alicia para sí misma.

Connie, So y Regina comentaban algo que Irene no podía oír, y sonreían. Hablaban de cualquier otro tema. Cualquier otra cosa que no tenía que ver con que Jack White seguía entre bastidores y no se sabía por qué aún no había salido. Irene se llevó las manos a la cara y notó cómo volvía el llanto.

— Ha pasado algo— le dijo a Karol—, ha pasado algo y van a suspender el concierto y...

— Nooooo — gritó Karol, sonriendo, intentando tranquilizarla—, ni que fuera tu primer concierto, nena..., a veces se retrasan, es así... No pasa nada, ya verás.

Los minutos pasaban y la gente comenzaba a inquietarse de verdad. Irene no podía dejar de llorar y nadie podía hacer nada por consolarla.  

Un chico de la primera fila se acercó a hablar con ella.

— ¿Por qué lloras? — Le preguntó, gritando por encima de la música ambiente y los silbidos indignados.

— ¡No lloro! — Gritó Irene.

Encuentro en taconesWhere stories live. Discover now