Capítulo 17

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Jaime volvió luego de perderse por más de cuatro horas. El silencio de la madrugada lo tranquilizaba y menguaba su malestar. Subía discretamente las escaleras pensando en qué le diría a su invitado en cuanto lo tuviera enfrente. Avanzó escalafón a escalafón reflexionando con cada paso las palabras exactas que no se citaran a más malos entendidos o a entradas que empeoraran la situación. Deliberó arrepentido, sofocado por la culpa y la vergüenza que sentía, avanzó cabizbajo todo el trayecto de camino a su apartamento, no le quedaba de otra.

Llegó a su puerta más triste que nunca. Entró encontrando todo en silencio, como si nadie estuviera en casa. Jaime agachó la mirada pensando que Bart ya se había dormido.

-Por supuesto. Por el momento no quiere saber nada de mí... Pero... -Se murmuró a sí mismo encaminándose de todas formas a la habitación-.

Arribó a su cuarto descubriéndolo abierto y vacío. Su cabeza comenzó a hundirse entre malos presentimientos, así como su pecho, que empezó a dolerle extrañamente.

-¿Bart? –Llamó revisando cada rincón de su cuarto-.

Al no hallarlo, se dirigió al baño, luego a la estancia pasando por la cocina. Concluyó que sólo faltaba la habitación de Khaji, por lo que no dudó en echar un vistazo y quedar sin aliento en cuanto la descubrió igual de vacía.

-Bart... -Repitió repasando cada instante antes de salir del departamento-.

Reflexionó en su expresión al confesar su sentir, en el rostro que puso Bart al escucharlo, en la decisión que tomó alejándose para darle un poco de espacio. Recordó que salió corriendo, que lo escuchó llamarlo, que lo ignoró y siguió huyendo. Por su memoria pasó todo el recorrido que hizo para alejarse lo más que pudo de su hogar. Lo escuchó momentos antes de abandonar el edificio, pero ya no más allá. Por lo que Jaime concluyó que el pelirrojo se había quedado en casa, pero no.

-Acaso... -Murmuró temiendo lo peor-.

Regresó rápidamente a su habitación, cogió su teléfono y marcó el contacto del pelirrojo. Más tardó en virar y localizar el aparato que escuchar la alerta de llamadas.

-No se lo llevó... -Se dijo tomando el teléfono en sus manos-.

Salió a la estancia, revisó el perchero, vio que ninguna de las chaquetas faltaba, pero sus zapatos no estaban. Fue entonces que su mundo se le vino encima. Corrió apresurado a la puerta, tomó sus llaves y abandonó otra vez el edificio. Hizo el mismo recorrido anterior llamando a Bart a cada segundo. Incluso, empezó a hiperventilarse pensando en todas las posibilidades que pudieron haberle ocurrido al pelirrojo para no haber regresado al apartamento.

"Me siguió. ¿Cómo no me di cuenta?" Se dijo yendo cada vez más aprisa en su búsqueda. "Salió tan rápido que no se llevó un suéter ni el teléfono. ¡Dios, si algo le ocurrió jamás me lo perdonaré!" Así anduvo hasta que el Sol se asomó en la línea celeste.

Quiso darse un respiro y volver a la casa, probablemente, su amigo había regresado. Subió esperanzado las escaleras, nuevamente teniendo en cuenta aquellas palabras que le diría en cuanto lo viera, pero al cruzar la puerta y revisar cada rincón del apartamento llamándolo, su temple se desmoronó en miles de millones de pedazos. Sintió a su cordura morir, su alma desquebrajarse y su culpa ahogarlo. Se hundió en tan pocos minutos pensando en lo peor, en teorías que posiblemente explicarían por qué Bart no aparecía. No lo soportó más. Volvió a tomar su abrigo y sus llaves para reiteradamente salir a buscarlo.

Así pasaron tres noches con sus días. Jaime intercalaba sus estancias entre la calle y el apartamento. Preguntaba una y otra vez a los transeúntes, en los comercios, en los lugares públicos. Recorría las avenidas, las callejuelas, los parques, todos los sitios que quizá el menor pudo visitar. Indagó con cuanta persona se cruzara en su camino dando la descripción del muchacho. Sus ojos ámbar eran un rastro inconfundible, hecho que aún le daba esperanzas para que alguien lo hubiese visto.

No sueltes mi mano [BluePulse]Where stories live. Discover now