- Te lo prometo.- Sentenció con tal seguridad, que el rubio no dudó de su palabra.

***

Tras la conversación con Malfoy –el cual continuaba consumiéndose de preocupación en su celda- Harry Potter entró en el Hospital San Mungo, seguido de los señores Granger.

La preocupación se reflejaba perfectamente en la cara del matrimonio, los cuales no acababan de creerse que su hija se encontrara en estado grave, a causa de un embarazo del cual no habían tenido noticia alguna hasta hace apenas una hora atrás.

- Su hija está en esta habitación.- Informó el pelinegro, señalándoles la puerta.

- ¿Podemos entrar a verla?- Preguntó Jane con tono de súplica y los ojos cargados de lágrimas que de vez en cuando rodaban silenciosamente por sus mejillas.

- El doctor ha informado que únicamente puede pasar uno de ustedes y solo unos minutos.- Explicó Harry, mirando a la mujer con comprensión. No podía ni imaginar lo que debía estar sintiendo la madre de la Gryffindor en ese preciso instante.

A su pequeño bebé todavía le faltaban dos meses para nacer, pero Harry sentía que podría morir de dolor solo de imaginar que pudiera pasarle algo a su pequeño. ¿Cómo debían sentirse entonces los Granger, sabiendo que su hija podría haber muerto hace apenas unas horas?

Pensando esto observó como la señora Granger entraba en la habitación donde su hija yacía inconsciente, y cerraba la puerta tras de sí.

***

Hermione se encontraba boca arriba en la camilla. Tenía los ojos cerrados y, a pesar de las pociones reabastecedoras y revitalizantes que le habían dado, su piel todavía tenía la palidez característica de un enfermo, y las ojeras marcadas y oscuras reafirmaban su precaria condición. Su pequeño vientre de apenas tres meses de gestación, resaltaba lo suficiente como para notarlo a simple vista.

- ¿Qué te ha pasado, mi niña?- Se preguntó Jane en un susurro, mientras otra lágrima resbalaba silenciosa por su rostro.- ¿Cómo has llegado a esto?

A pesar de que su madre había hablado con un hilo de voz, y del tratamiento sedante al que había sido sometida la castaña para descansar, Hermione abrió los ojos.

- Mamá.- Dijo con voz ronca, causada por la debilidad que la poseía.

- Mi niña, mi tesoro.- Dijo la señora Granger, acariciando su mejilla con extrema dulzura y con renovado llanto.- ¿Cómo estás?

- ¿Cómo está mi bebé?- Preguntó la chica, ignorando la pregunta de su madre, posando una mano sobre su vientre, como si de esa forma pudiera sentir la presencia de su pequeño.

- Tranquila. Está estable, cariño.- Explicó la mujer con dulzura, acariciando su cabello con el fin de calmarla.- Sufriste un severo desprendimiento de placenta, y por ese motivo debes guardar reposo en el hospital hasta que nazca. Pero, todo saldrá bien, te lo prometo.

- Menos mal.- Suspiró la muchacha llena de alivio, con un nudo en la garganta que le dificultaba incluso el habla.

- ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada?- Preguntó Jane. Su voz no destilaba reproche, sino simple y llana curiosidad, tan solo intentaba comprender, porqué motivo su preciada hija no había tenido la suficiente confianza como para contarle algo tan importante.

- No podía, mamá.- Dijo la chica, apartando la vista. Se sentía avergonzada, no por su embarazo ni por su relación con Draco ni mucho menos, sino por no haber confiado en su propia madre.

Amor SecretoWhere stories live. Discover now