oferta; one shot.

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Temo duda frente a las puertas abiertas del elevador, preguntándose si es buena idea salir hacia ese pasillo o si debe presionar el botón que lleva de vuelta a la recepción. Los altavoces comienzan a sonar, indicando que las puertas están por cerrarse y sin pensarlo más, sale de él antes de quedar atrapado adentro. Mira a la pantalla de su teléfono para corroborar que el número de apartamento que está indicado en el mensaje se encuentra en ese piso. 

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No le lleva mucho tiempo ubicar la puerta que está buscando. Pronto se da cuenta de que sólo hay dos apartamentos por piso y el que él busca está justo a su izquierda. Se para frente a él, mirando fijamente los patrones en trazos que hay en la puerta antes de levantar su mano decidido a tocar. Se detiene, sin embargo, cuando imágenes fugaces de lo ocurrido esa tarde pasan por su mente.

No está muy seguro de qué es lo que ocurrió. En un momento estaba saliendo furioso de la oficina de Ubaldo y al siguiente estaba a centímetros de la cara de Mateo. La tensión elevándose milímetro a milímetro entre ellos y un solo pensamiento pasando por su cabeza.

«Mateo tiene los labios más bonitos que ha visto en su vida.»

Se reprende a sí mismo una vez más por la dirección que están tomando sus pensamientos. No debería estar pensando en Mateo cuando acaba de tener la discusión más fuerte que ha tenido en dos años de relación con Aristóteles y en definitiva no debería estar ahí. Se gira decidido a regresar al elevador, pero los recuerdos de la pelea le obligan a detener su huida.

Las lágrimas amenazan con comenzar a salir una vez más. Temo traga, obligándolas a mantenerse al margen. Él no lloró mientras Aristóteles le gritaba horas atrás que no sabía qué hacían juntos si era evidente que ya no se entendían y él definitivamente no va a llorar ahora.

Los flashbacks de ese momento comienzan a viajar a toda velocidad, chocando unos contra otros dentro de su cabeza y de repente está ahí de nuevo, parado frente a Aristóteles después de llegar emocionalmente agotado tras renunciar a su trabajo soñado, confundido, sólo queriendo desahogarse con la única persona con la que siempre ha podido desahogarse y recibiendo un "ahora no, Temo, Carlota me está esperando" como respuesta. Lo que pasó después de eso está difuso en su memoria por la explosión de ira que no pudo contener. Fragmentos de frases como "¿desde cuándo Carlota es más importante que yo?", "¿de verdad no te interesa?", "ya no eres el Aristóteles del que me enamoré" se arremolinan uno sobre otro en su confundido cerebro que lo único que tiene claro es que hay dolor y una chispa de rencor encendiéndose lentamente.

Inhalando con fuerza, Temo se gira sobre sus pies. Con paso decidido, yendo de vuelta hacia la puerta del apartamento. Sin pensarlo más, toca. 

Vuelve a tocar. 

La puerta se abre y lo que encuentra del otro lado lo aturde. 

Mateo Symanski se recarga en el marco, lo mira con una intensidad indescriptible. Temo trata de descifrar qué hay detrás de esa mirada, pero se da por vencido rápidamente. Él ya no trata de entender qué hay en la mirada de Mateo que lo deja tan vulnerable. 

Sin embargo, la mirada de Mateo es el menor de sus problemas.

Mateo viste la parte inferior de su pijama de lana, que cuelga despreocupadamente de sus caderas bien marcadas. Está descalzo. Su cabello está despeinado y mojado. Temo piensa que nunca ha visto nada más sexy. Una toalla blanca cubre sus hombros y su torso está completamente desnudo. 

«Dios, su torso está completamente desnudo.»

Temo no va a negar que se ha formado una imagen mental con todas las veces que ha visto lo apretadas que le quedan algunas camisas a Mateo, pero eso que tiene frente a él es otra cosa. Ninguna imagen mental le hace justicia.

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