El Domingo

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El domingo








  

  

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Ya está todo preparado, el viernes viene el camión de la mudanza y por fin nos vamos. El viaje no es muy largo, porque la casa está en un pueblo de la provincia vecina. Son unas dos horas de carretera, más media hora de curvas subiendo las montañas, para después bajar al río, no lo he visto pero mi padre me lo ha contado, yo le hago repetírmelo una y otra vez aunque él me ladra para que le deje en paz.

Ayer en casa no esperábamos visitas pero tuvimos sorpresas y más de una. La mañana comenzó con la vecina aporreando la puerta, quejándose de las trillizas.

Mis hermanas pequeñas comparten habitación y pega pared con pared con el dormitorio de ella.

La señora en cuestión es una pastor alemán insoportable, recta, distante y tremendamente severa con sus cachorros, a los que no deja ladrar ni en susurros. Según ella mis hermanas no habían parado de jugar —ladrando y aullando— en toda la noche, impidiéndole dormir.

Si a mí la mudanza me ha alterado; "las trillizas parecen poseídas", así que seguro que la noche la han tenido movidita.

_¡Les voy a tener que denunciar!

Le soltó a mi padre con un ladrido ronco, estridente y regueros de baba saliendo de su boca, "¡qué asco!"

Mi padre aguantó el tirón como pudo y le contestó.

_No se preocupe señora, sus problemas de sueño se terminarán en cinco días, y por mi parte, ya no tendré que lamerme más sus escapes bucales. Buenos días.

Y le cerró la puerta sin darle lugar a contestación alguna.

Después me miró sonriendo, —yo, por supuesto, estaba en el meollo— se sentía feliz, se quitaría de encima a esta vecina que siempre está protestando por todo.

_Llegó la libertad bien merecida.

Iba susurrando mi padre mientras buscaba su móvil que no paraba de sonar.

Una Familia De PerrosWhere stories live. Discover now