Cap.1 Los grandes reyes del pasado

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-Simba, estoy decepcionado de ti.- dijo Mufasa con severidad.

-¡Te iban a matar! ¡Me desobedeciste deliberadamente, y arriesgaste la vida de Nala!

El cachorro sintió cómo era que sus mejillas se enjugaban lentamente y un dolor profundo se hacía presente en su corazón. 

- Solo...Trataba de ser valiente como tú...

-Yo soy valiente cuando debo serlo. Simba...Ser valiente, no quiere decir que busques problemas.- respondió el gran león, suavizando su voz. 

-Pero, tú no le tienes miedo a nada...

-...Hoy sí lo tuve.

-¿De veras?- preguntó Simba, sorprendido.

-Sí...Creí que te perdería.

-Aaah...¿Hasta los reyes sienten miedo, no?

-Ajá.

-¿Pero sabes una cosa?- preguntó el príncipe, con más tranquilidad.

-¿Qué?

-¡Apuesto a que las hienas se asustaron más!

Mufasa soltó una risa y acercando furtiva y lentamente una de sus patas hacia su heredero, lo tomó por el cuello y le rascó la cabeza.

-¡Jaja! Porqué nadie se puede meter con tu padre ¡Ven acá, cachorro!

-¡No, papi! ¡No, jajaja!

Las risas se hicieron presentes en ambos, que echaron a correr por el pastizal a modo de juego, terminando con el rey dejándose derribar por el pequeño, quien mordisqueaba su oreja como si de una cebra se tratase.

Y recostados sobre la hierba, padre e hijo contemplaron el cielo nocturno que se alzaba sobre ellos. 

-Papá...¿Somos amigos, no?

-¡J-Jm! Sí.

-Y siempre estaremos juntos ¿No?

Entonces, Mufasa se incorporó y muy seriamente contestó:

-Simba, te voy a contar algo que me dijo mi padre...Mira las estrellas. Los grandes reyes del pasado nos observan desde las estrellas.

-¿De veras?- volvió a preguntar él, fascinado.

-Sí. Así que cuando te sientas solo, recuerda que esos reyes siempre estarán ahí para guiarte...Y yo también.


. . .


-¡Simba, Simba! ¡AYÚDAME! - Gritaba Mufasa, mientras colgaba sobre la estampida. Sus garras resbalaban, tratando de sujetarlo inútilmente de las rocas.

-¡Padre!-

Y mientras un Simba más adulto trataba de salvar a su progenitor, Scar reía tras ellos.

-¡No! ¡No!- gritaba el joven, estirando su pata lo más que podía hacia el Rey- ¡T-Tan sólo un poco más, padre!

-¡Te tengo! ¡Confía...En mí!

Para cuando Simba volteó, Mufasa ya no estaba. Ahora era él quien colgaba de las rocas, siendo retenido por las garras de su tío.

-¡Tío! ¡Ayúdame! - le gritó, pero el malvado León lo soltó tal y como había hecho con su hermano, dejándolo caer hacia una muerte violenta y dolorosa.

. . .

En ese momento, Simba abrió los ojos. La intensidad del sueño lo había impulsado a levantarse, causando a su vez que se golpeara la cabeza con la rama de un árbol y se mordiera la lengua.

-¡Mhhhhggg!- exclamó adolorido- ¡A-Au! ¡¿Pero qué...?!

Tras sobar su cabeza y revisar su lengua - ensangrentada por el roce con sus colmillos- regresó a la realidad: Estaba acurrucado sobre la hierba, como un gatito, junto a Timón y Pumba.

Ese par de amigos que lo habían acogido como uno más de su "manada" hacía ya mucho tiempo y a quienes- a falta de un padre- había tomado como sus figuras paternas

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Ese par de amigos que lo habían acogido como uno más de su "manada" hacía ya mucho tiempo y a quienes- a falta de un padre- había tomado como sus figuras paternas.

Para su alivio, los alrededores seguían iguales, con la jungla que los resguardaba, en silencio, y el cielo, despejado. El clima caluroso y semihúmedo también era el mismo...Todo seguía siendo lo mismo.

El León suspiró con resignación. Todas las noches, desde que había empezado su nueva vida, tenía el mismo sueño extraño, aunque con pequeñas variaciones. La culpa era un fantasma del que no podía escapar.

Tras varios minutos sin poder conciliar el sueño, finalmente decidió levantarse para dar un paseo nocturno.

Al ser un León, acostumbraba ser bastante dormilón, pero durante los últimos días había despertado de la misma forma y horas más altas de la noche, adquiriendo así el gusto por salir a explorar.

-Solo es un sueño, Simba- musitó para sí mismo- Solo un sueño...

Relajando su respiración y entorpecido por el sueño, dejó descansando a sus camaradas y emprendió una nueva expedición, en solitario. 

Una brisa ligera recorrió su melena rojiza, que aunque relativamente escasa, le daba una apariencia superior a la que en realidad poseía...¿Pero de que le servía aquello? ¿En qué le ayudaba el tener un aspecto intimidante? Al final, siempre había tenido miedo y aún con el paso del tiempo, este persistía.

Abrumado por estos pensamientos, el príncipe fugitivo se dirigió hacia la gran laguna en el centro de la jungla para refrescarse y de paso, limpiarse la sangre.


Continuara...

Kung fu Panda Hakuna MatataWhere stories live. Discover now