O - Te traigo lo de hoy. Bon appétit.
R - Veo que conoce la lengua del amor. Un poco
irónico. ¿Nunca se pregunta si lo que está haciendo
es correcto?
O (dejando la fuente) - Es lo correcto. Y en cualquier
caso no le debo explicaciones a escoria como la tuya.
Comé.
R - No me las debe. Pero si está tan seguro
no le costaría nada iluminarme.
O (planteandoselo) - Tanto deseás saber sobre mis
convicciones? Sabés, si esto te hace un céntimo
menos miserable quizá llegue a valer la pena.
R - Soy todo oídos, y gracias de antemano.
O - Si por decisiones ajenas a vos o tu familia, un
tratado en Francia arruinara a tu país de la noche
a la mañana, y te obligara a ver a familiares y
personas que te acompañaron durante toda tu vida
mendigando en la calle con sus niños, rogando
por un pedazo de pan; ¿acaso eso no destruiría
tu percepción de la realidad?
R - Curioso que lo mencione...
O - Dejame terminar. Ahora, si te vieras jurando
defender con garras y dientes a la mujer que elejiste
y amás, y a lo más valioso en la vida, que es tu legado,
y de un momento para otro te encontraras con su
plato peligrando; ¿tu actuar tendría algún límite
en cuanto a recuperarlo?
R - ¿Y cuál es la solución? ¿Más guerra?
¿Darle las herramientas a un psicópata para
arruinarle la vida, y convertir en sus juguetes,
a todo un pueblo? ¿Realmente se puso a pensar
si mi religión es la causante de su desdicha?
Le recuerdo que lo que usted describió puede ser
aplicado perfectamente a mi familia, y lo que
están haciendo sobre mi gente es miles de veces
más detestable que cualquier punto firmado en
aquel tratado; y sin una causa verídica.
O - Ese al que llamaste psicópata, y por lo
cual te van a privar de tu lengua en breve,
es la persona que se levantó cuando mi
familia y nombre estaban siendo ultrajados
por el resto del mundo, es el hombre que
nos prometió retomar el destino de Alemania,
y es el héroe que le devolvió el propósito
a mi vida.
R - ¿Ese argumento te ayuda a cerrar los ojos
cuando el sol se va?
(silencio).
