2. Mudanza

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Capítulo 2. Mudanza

Temo

Con pasos sumamente torpes entro al edificio y jalo mi maleta a un lado. Batallo un poco para subirla al elevador, pesa más que yo probablemente, pero traje justo  lo necesario. Diego se había ofrecido a ayudarme pero como el chico autónomo que soy, le dije que no.
Las puertas del ascensor abren frente a mí, abriéndome paso hacia el enorme pasillo con departamentos.
Me detengo un momento al salir, y con mi mano libre rebusco en la bolsa trasera de mis pantalones, sacando un post-it azul arrugado. Entre borrones y la caligrafía apurada de Diego, se leía la dirección del edificio, con unas notas adicionales: "El apartamento es el 492, Aristóteles probablemente esté ahí, toca a la puerta, mi copia de llaves te las dará él. Ya está informado de todo, no dejes que te haga creer lo contrario solo para fastidiarte, a veces (casi siempre) suele ser un idiota. Suerte con él. La necesitarás.
-Diegochas"

Bueno, por lo menos es sincero.
Camino hacia adelante y susurro para mí.

—Cuatro nueve dos, cuatro nueve dos— camino viendo los números en la parte superior de las puertas. Y justo cuando sé que voy a llegar, una puerta se abre a un lado del pasillo, robando toda mi atención. De ahí sale un joven sin camisa, de cabello rizado y negro, algo más alto que yo. Se queda parado en el umbral, en su mano sostiene una taza. Me observa con una sonrisa de lado a lado. Y estoy un 98% seguro de que es Aristóteles. Me sorprende que Diego no mencionara que su compañero es, bueno, tremendamente atractivo.

—Eh, hola, tú debes ser Aristóteles— extiendo mi mano hacia él y le sonrío. Después de unos segundos mi mano continúa en el aire y la situación se tornaba algo incómoda. Me mira detenidamente, con su sonrisa, siempre ¿A este hombre le pagan por sonreír o algo?. Por fin estrechó mi mano, de una manera torpe y brusca.

—Tú eres el amigo de Diego, mi nuevo roomie.— mencionó aún tomando mi mano

—Sí, sí soy yo. Cuauhtémoc. Cuauhtémoc López

—Temocles.

—Prefiero que me llamen Temo— le dedico una sonrisa fugaz

—Temístocles, excelente.— habló ignorando por completo todo lo que le acababa de decir. Está bien, no es algo que me importe, puedo soportar apodos; Mateo igual me ponía sobrenombres. Nada nuevo. A este paso ganaré la apuesta.

—¿Puedo pasar?— pregunté, asomando mi cabeza hacia el departamento detrás de Aristóteles.
Él se inclinó un poco e hizo una reverencia.

—Adelante, señor López— Jalé mi maleta hacia adentro torpemente mientras inspeccionaba con mi mirada el lugar. Se veía algo... Anticuado, como si de un viejito se tratase. Me sorprende que Diego, el más divo de esta tierra, no tuviera una decoración estrafalaria. Al entrar estaba la sala con una mesa con decoraciones de cerámica, a un lado estaba la cocina, algo pequeña, con una barra y dos bancos altos. Se ve un pasillo que da hasta el fondo, supongo que son las habitaciones.

—Un poco anticuado, ¿no crees?— me giré para encontrarme de nuevo con él, pero ahí ya no había nadie. La puerta estaba abierta. Esto es raro— ¿Aristóteles? ¿Hola?— me asomé al pasillo, ahí no había nadie tampoco. Bueno, ni hablar. Cerré la puerta del departamento. Caminé hacia el refrigerador, esto de la mudanza me había dejado con hambre. Tomé una manzana y la lavé. Justo cuando iba a morderla, escucho un ruido proviniente del pasillo.— ¿Aristóteles?— camino lentamente esperando encontrarme con el rizado. De pronto se abre una puerta y de ahí sale una señora, que parece tener todos los años y con solo una toalla cubriendo su cuerpo.

—¡¿Quién eres tú?! ¡Eres un ladrón!— la señora comienza a gritarme descontroladamente

—Eh... Yo... Yo— Yo ni siquiera sabía qué decir, no estaba entendiendo nada. No pude terminar ni una oración cuando la señora delante de mí tomó un zapato y comenzó a pegarme.

—¡Largo de aquí! ¡Muchachito malviviente! ¡Fuera!

—Está bien, está bien, me voy, tranquila— Prácticamente me sacó a chanclazos. Con mi maleta en mano, me cerró la puerta en la cara. ¿Qué demonios acaba de pasar?
Respiro profundo y echo mi cabeza hacia atrás. Leo los números grabados en la puerta que acababa de golpearme la cara. 491. Cuatro nueve uno. Cuatro nueve uno. Ese definitivamente no es el cuatro nueve dos. Me giro y veo la puerta al otro lado del pasillo. 492. Ese maldito. Camino con pasos rápidos y toco la puerta fuertemente. La música al otro lado ensordece mis golpes.

—¡ARISTÓTELES! ¡ÁBREME, SÉ QUE ESTÁS AHÍ ADENTRO!— Toco de nuevo y nada— ¡ARISTÓTELEEEEEES!— comienzo a dar repetidos golpes en la puerta con mi palma abierta, de pronto, la puerta se abre. Y ahí está él. Como si nada hubiera pasado.

—Hey, Temocles. Volviste

—Timiclis, vilviste— pasé esta vez sin pedirle permiso. Él cierra la puerta y se sienta en la barra de la cocina, colgando los pies y viéndome divertido. Lo miro un poco exasperado.

—No es gracioso, pude haber matado de un infarto a esa señora.

—¿Hablas de Doña Rosa? Qué te pasa, si es un amor de persona.— lo observo y él me observa. Duramos unos segundos en silencio. Fanfarrón.

—¿Se puede saber por qué me dejaste allá?— pregunté

—Tú me dijiste que si podías pasar, no iba a ser grosero

—No lo dije

—Sí, lo dijiste— sonrió.

—¡Sí lo dije pero lo dije porque creí que era tu apartamento!

—¿Que tu amigo no te dió el número del apartamento?

—Sí.

—¿Entonces?

—Agh.— este niño es irritante

—Eres divertido, te enojas fácil. Como un Chihuahua— ríe. Respiro profundo.

—A todo esto, ¿Qué hacías tú allá?— Pregunto. Me mira y toma la taza que tenía en nuestro primer encuentro y la menea.

—Necesitaba azúcar— mueve su cabeza y alza sus cejas marcando obviedad.

Claro.

Ay Temo ¿En qué te metiste?

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Hey, he vuelto con un nuevo capítulo, espero les guste la historia, lo hago con todo el amor, gracias por leer.
Díganme si sí les gusta en los comentarios, aceptan críticas y sugerencias jaja

Besos xoxo

Insoportable. II ARISTEMO II MATIEGO||Where stories live. Discover now